Capítulo 31: El cantar de los cuervos

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-Siguen sin haber noticias del señor Sebastian o del joven George.- comentó Mey-rin a Bard. Ambos estaban en la cocina preparando algo para cenar. Le parecía algo raro que el mayordomo siquiera se tardara tanto en encontrar algún rastro sobre el conde. Él era el mejor en eso.

El chef le dio vuelta al filete del sartén. -Quizá este sea más complicado de lo normal.- opinó, por lo general el conde y el mayordomo hacían un buen trabajo en equipo cuando se trataba de apaciguar las preocupaciones de la reina, el estar separados pudo ser su debilidad.

Pronto la conversación se vio interrumpida por los tres empleados menores. -¡Encontramos algo!- Finnian exclamó con emoción. Por fin tenían algún indicio, el primer paso hacia el conde.

-¿Ya regresaron?- Preguntó Bard. Vio como Evangeline era ayudada a caminar por Snake mientras ella lo sujetaba del cuello y él la sujetaba de la cintura. Rápidamente tomó una silla para que ella se pudiera sentar mientras explicaban lo que sucedió. -¿Qué es lo que ocurre?

-Bueno, Alex encontró tres rosas en la entrada hacia la mansión.- recordó cuando su leal cuervo voló hacia ella, con tres rosas blancas en el pico tan rápido que parecía rebasar al viento. Cuando se las mostró a sus compañeros, los tres decidieron seguir al cuervo.

-Encontramos otras tres en la salida por la parte trasera, dice Wilde.- Snake dijo imitando a su serpiente. Ellas los guiaron hacia la parte trasera de la mansión, justo antes de que el límite del territorio terminara.

Mey-rin y Bard los vieron con confusión. Era normal que hayan rosas tiradas por ahí, cuando hacía viento varias se desprendían.

-Ninguna las planté yo, son de otro tipo, y según Snake tiene un olor diferente. Además, no he plantado ninguna rosa blanca. -Finnian continuó mientras las sacaba de su bolsa para mostrarlas a sus compañeros mayores -Estas rosas vienen de afuera, no pertenecen aquí, estoy seguro de eso.

-Entonces nuestra única pista son seis rosas- respiró profundo y lo dejó salir. -Va a ser más complicado de lo que esperaba. Mucho más sin Sebastian aquí. No podemos esperarlo, Evangeline, ¿puedes enviar a algunos cuervos a buscarlo?

La doncella asintió y con ayuda de Snake salió. A Bard aún le costaba creer que ella era capaz de algo así, es decir, ella le había dicho que las aves negras eran más inteligentes de lo que las personas creían, aún así le parecía algo fuera de lo normal ver a una pequeña parte de la parvada emprender el vuelo en cuando Alex se postró sobre el hombre de ella. Le pasaba igual con Snake, quien podía comprender y hablar con las serpientes como si fueran seres humanos. Todo era tan irreal, pero era una de las cosas por las que se sentía agradecido con el mayordomo al ser reclutado como parte de los empleados del conde Phantomhive.

-Hay que comer algo, necesitamos estar fuertes para cuando el señor Sebastian regrese.- dijo Mey-rin. Saliendo de la cocina para avisar a los dos invitados que era la hora de comer.

George llegó durante la comida. No hubo muchas noticias del paradero de su hermano mayor o del conde, pero había sido capaz de encontrar algo de información relacionada al broche de pavor real que Evangeline tomó el día del ataque. Una vez que terminaron de comer y los empleados se hicieron cargo de lavar los platos, todos incluyendo a los cuatro adolescentes se dirigieron a la biblioteca donde había más espacio para todos.

-La gente los llama los Pavo Reales, parece ser una organización privada.- comenzó a explicar, sus ojos amielados estaban concentrados y parecían no parpadear. -Los contratan diferentes personas en el bajo mundo que no quieren ser conectadas y tienen relaciones con varios países a lo largo de Europa y América. Al parecer hay varias cosas que hacen, ninguna de ellas es buena.

La Doncella de AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora