Dedicado a
Kamila654311Maratón 4/?
Y así es como al final, terminó sentándose Pauly frente a mí. Me sonrió... pero no. No era una sonrisa fingida, ni obligada.Me sonreía como le sonreía a cualquier otro, como le sonreí a su Inseparable Isabella y a su latoso hermano Omar. Me sonrió totalmente normal, como si nada hubiese ocurrido, como si no hubiera dicho lo que dijo; como si no me debiera una disculpa. ¿Me la debe? Ahora después de esa mirada totalmente inocente de su parte, lo dudaba. ¿Qué tal si yo le debo una disculpa a ella? ¡No Nadia! ¡No fue por gusto el quedarme en la carretera! – de repente me encontré en una guerra interna, iniciada por una pequeña sonrisa. Mierda, me dije; ¿Se valía reclamarle por el robo de idea? Porque justo lo que Ronny me había dicho que hiciera (mantenerme calmada, sonreír mucho, reír y pasar un buen rato) era lo que Paulette estaba haciendo. ¿Karma? Hubiera sido Karma si de hecho lo hubiera hecho, pero ¿Karma de Conciencia? Ese tal vez sí, porque me imaginaba a mi prima con la misma cara que posiblemente, yo tenía en aquel instante.
- ¿Listos para el pollo? – mi tío Lorenzo llevaba a la mesa el pollo a la naranja que mi abuela se había esmerado en preparar. Tita Nina estaba justo detrás de él, y una vez que el mayor de los hijos Bartolinni dejó la gran charola de cristal en la mesa, mi abuela le dio un pequeño beso en la sien. Lorenzo tomó asiento, y mi abuela hizo lo propio en la cabecera de la mesa. En cierto modo, ella era la cabeza de toda la familia.
- ¡Provecho! – exclamó mi abuela, a lo que el barullo contesto con palabras como "Se ve delicioso" o "Gracias al cielo que no comí nada, tengo mucho apetito".
Mientras que yo estaba intentando lidiar con mis dolores de cabeza y revoltijos internos, Will se encontraba hablando animadamente con Omar, y mi tío Lorenzo. Escuchaba leves palabras ya que estaban al otro lado de la mesa, pero en su mayoría decían cosas como "Un viñedo sería una mejor inversión....".
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Después de la cena, nos fuimos hacia el patio trasero. Los niños jugaban y corrían por el gran patio, y se colgaban en el columpio que mi abuelo y tío Ulises habían colgado desde la rama más fuerte el árbol hace ya más de quince años, cuando Ronny, Omar, Leo, Isabella, Pauly y yo estábamos más pequeños, y no los dejábamos de molestar con que queríamos construir una casa en el gran roble. Por supuesto, no nos dejaron hacerla ya que decían que éramos muchos, y el tronco no lo aguantaría, pero si colgaron un columpio y una llanta donde estar. Respiré profundamente, y recordé entonces como en los días de verano mi hermana y yo solíamos pasar nuestros ratos libres allí, hasta que llegaban nuestros primos y nos íbamos corriendo hacia la playa.
- Buenos recuerdos, ¿No? – Omar llegó a un lado mío, y se sentó junto a mí en el escalón de asfalto. Yo sonreí, y asentí junto a él mientras veíamos a Matthew de tres años Tratar de escalar el tronco.
- Aquí fueron los momentos más felices de mi infancia. – sonreí y lo miré.
- Oye, te quería invitar a una fogatada, en Cova. – sonrió de oreja a oreja mientras que el daba un sorbo a su refresco en el vaso de plástico. – iremos todos Pauly, yo y otros amigos nuestros. – Cova... Dios mío.
No. Definitivamente no, no iría a ese lugar. Odiaba Cova... muy malos recuerdos.
En cierto verano, mis tíos propusieron una ida hacia Cova, una playa que se encontraba varios kilómetros hacia el sur.
Yo estaba emocionada, tendría unos doce años y quería realmente conocer por primera vez, pero jamás me imaginé que ocurriera lo que ocurrió.
En nuestro primer día allí, Ronny, Isabella y yo fuimos a explorar por la playa. Buscábamos conchas y a veces encontrábamos hasta algunas algas, cosa rara en Cova. Sea como sea, estando allí nos encontramos con un chico. Aún recuerdo hasta su olor a tierra mojada y tal vez perfume... era extraño. Piel avellanada, ojos grises, pelo negro y unos carnosos labios. Su sonrisa destellante provocó que mi mente empezara a volar; era posiblemente el chico más hermoso que había visto en toda mi vida. Toda, mi vida.
Hablamos con él, y después llegaron Omar y Leo.Terminamos jugando los seis en la playa, y al obscurecer tan solo nos sentamos en la arena para platicar un poco. El chico nos contó que su padre era pescador, y que siempre le ayudaba en el Puerto de Cova, a unos cuantos kilómetros de distancia de la playa. Allí él trabajaba con su papá por el verano, pero ese día había decidido tomarse la tarde libre, por lo que decidió ir a la playa. Tenía quince años, y era simplemente un ángel caído del cielo, con una sonrisa que no podía ser terrenal. O al menos eso me imaginaba yo.
Al final, él se fue a casa y nosotros nos fuimos a la cabaña que mis tíos habían rentado por el fin de semana.
Al día siguiente, yo salí más temprano que de costumbre. Había tenido insomnio, y no estaba del todo bien: ojerosa, pelo despeinado, y en short de pijama con una blusa de tirantes ligera. Aun así, Salí a caminar hacia la playa. Y ahí, me lo topé otra vez. El chico sonrió, y yo hice lo mismo... y ahí fue donde comenzó todo.- No lo sé.- le contesté a Omar. – No me gusta mucho esa playa.
- Cuando éramos niños recuerdo que te encantaba
- Tu mismo lo dijiste. – suspiré. – cuando éramos niños... ahora ya no soy una niña. La vieja Nadia quedó enterrada. – lo miré detenidamente, y el frunció el ceño.
- Pues dime en que parte de la playa, porque yo la extraño. – suspiró, y se levantó del lugar.
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