Quizás, me sobrepasaba. Quizás, él se sobrepasaba. Lo único de lo que estaba completamente segura, es que no sentíamos necesariamente 'agrado' el uno al otro. William era irritante, burlón y egocéntrico. Yo para él, era una americana chiflada que se sentía la reina del mundo, y quería que todos estuvieran a su merced cuando lo necesitara, cosa que no era verdad. Todo el día peleábamos, todo el tiempo, a todas horas, aunque claro, a escondidas de mis abuelos, ya que a ellos no les gustaban las riñas, no les importaba si yo era su nieta, para ellos ambos teníamos el mismo derecho de estar en su casa... Bah, italianos.
La gota que derramó el vaso fue, definitivamente, la mañana del día siguiente a la confesión de Pauly con Isabella.
Ese día, mi abuela me pidió de favor que llevara a William a conocer Nove... Mala idea desde un principio. En el café donde desayunamos, derramó todo mi smoothie de banana sobre mí, y después, cuando el coraje y las ganas de golpearlo se habían calmado un poco, durante nuestra caminata por la bahía, hizo que callera del muelle... ¡Caí del muelle!¡Llevándome conmigo toda una cesta llena de pescados del viejo Señor Tribialli. William se estaba burlando de mí todo el tiempo, y no paraba de reírse mientras le entregaba uno de sus pescados a aquel viejo pescador. Terminé oliendo a plátano con pescado de atún.
Sin Embargo, el karma no tardó en aparecer. William calló enfermo de catarro por un día, destruyendo así el malévolo plan de Paulette, la cual había llegado con más lápiz labial de lo acostumbrado a casa de mis abuelos, para invitarnos a la feria. Una vez que vio que Wiiliam estaba tendido en cama casi dormido, y de que yo no estaba de humor ya que no había podido empezar mi trabajo - aunque dudaba que mi situación le fuera a importar -, se fue ella sola con sus amigas a la feria.
William seguía teniendo esa herida en la cabeza, la que se había hecho al chocar con la cerca de la casa de mis abuelos. Yo seguía con muchas preguntas, tales como ¿Quién es él? ¿De dónde viene? ¿No tiene familia acaso que lo cuide? O ¿Por qué vino a molestarnos a nosotros?
La noche del sábado en la madrugada, el sonido de una charola de plata estrellarse contra el suelo me despertó. Asustada, salí de entre las colchas, y me aventuré al pasillo. Allí, al fondo, se encontraba mi abuela levantando la charola.
- ¿Abuelita? - pregunté junto con un bostezo. - ¿Qué haces despierta? - pregunté curiosa mientras que ella sonreía de oreja a oreja. Aun a las 3 de la mañana, estaba feliz. Se veía un poco cansada, y era bastante claro que tenía mucho sueño.
- William tiene fiebre. - dijo ella caminando a mi lado, para ir a la habitación de Huéspedes, donde William se estaba quedando. - Estoy viendo si puedo bajarle la temperatura.
- Abuela, necesitas descansar. - dije con reproche, mientras que ella comenzaba a subir las escaleras.
La casa constaba de dos pisos. En el primero, estaba la habitación de mis abuelos, ya que no les gustaba mucho subir y bajar escaleras. Así mismo, se encontraba la habitación en donde yo me estaba quedando. Ya en la segunda planta, se encontraban otras 3 habitaciones, un baño, y una gran terraza con vista al hermoso mar. William se encontraba en el segundo piso.
- Yo iré. - dije provocando que ella se diera la media vuelta lentamente. - necesitas reposo, anda, yo lo cuido. - sabía que quizás me iba a arrepentir de hacer eso, pero quería que mi abuela Nina descansara, ya que la llegada de los pequeños retoños a la casa, debían de haberla dejado sin nada de energías. Con una gran sonrisa, mi abuela me besó la mejilla, y dejó la charola en mis manos, para después darme unas palmaditas en el hombro.
- Sei un angelo - susurró mi abuela bajando la escalera. Ella había dicho 'Eres un Ángel'. Yo sonreí, y la vi desaparecer por el pasillo.
Tomé un fuerte suspiro antes de subir las escaleras. Me detuve frente a la puerta de cristal de la terraza, levantando con mis dedos un poco la cortina para poder ver la luna cuarto menguante sobre el mar, y su reflejo en él, tan pacífico y calmado. Después de admirar un poco la belleza de Nove, caminé por el corredor, hacia la habitación de mi 'nada buen amigo'. Estaba un cuarto de puerta abierta, dejando entrever la luz de la vela que mi abuela había encendido dentro. Según ella, La flama absorbía la energía negativa y se curaba más rápido.