Capítulo 4

202 17 6
                                    

Mikel me guió por el movimiento incesante de cuerpos hacia unas escaleras resguardadas por un par de hombres tan fornidos como gorilas. Después de susurrarle a los guardias; dejaron pasar a mi jefe, así que subimos. ¿Qué estaba pasando? El hombre cuarentón me estaba llevando a las respuestas que quería, pero...¿dónde era eso? Llegamos a una sala de estar, con un par de sofás dispuestos en un cuadrado, una barra de bebidas y mesillas acomodadas junto a los asientos.
En uno de los sillones, estaba la rubia que había visto con Mikel sentada entre un par de chicos con cabello azabache y ojos oscuros que me miraban sonriendo de forma perversa. Me acerqué de forma lenta y, por invitación suya, me acomodé delante de ella. Mi jefe se colocó a mi lado y se quitó los lentes para tallarse un ojo.
-Tenías razón, U...-Empezó el hombre que casi era un padre para mí; pero la mujer, mirándome fijamente, lo interrumpió.
-Tus hermanas estarán esperándote ahí.-
Alcé una ceja incrédula, pero ella se limitó a asentir.
-Mikel y tus hermanas te iban a dar una gran sorpresa por tu cumpleaños 18; ¿qué crees que piensen cuando den las 12:30 y tú no estés ahí?- La mujer se inclinó hacia delante dejando ver un poco más de su pecho y unas arrugas que se formaban en su vestido rojo granate mientras me miraba con curiosidad e interés.- ¡Mis modales! ¿Gustas un vaso de agua o una bebida refrescante?
Negué con la cabeza.
-Sólo quiero saber la razón para traerme ante usted.- Repliqué. Ella sólo se dejó caer en el respaldo del sofá y cruzó las piernas.
-Te trajimos aquí con el objetivo de darles a ti y a tus hermanas la vida que merecen en el lugar que merecen a cambio de un pequeño favor.
Agudicé el oído, ahora sí que estaba interesada.
-¿Qué tipo de favor?
Me mordí el labio pintado de rojo, esperando las palabras que nos salvarían de una vida tan humillante a mis hermanas y a mí. La mujer sonrió dejando al descubierto sus blancos dientes. Los chicos que estaban junto a ella se levantaron y cogieron una carpeta de una mesa cercana a los sofás. Colocaron el documento frente a mi y me instaron a que le echara un ojo. Eran fotografías de un joven.
-Este hombre llamado Erik Prince es uno de los más ricos mundialmente gracias a sus numerosas compañías y su...-¿audacia, inteligencia, atractivo rostro?-familia.-Ouh- Este miércoles comunicó a la prensa que una misteriosa chica pelirroja lo había salvado de una muerte segura. ¿Sabes dónde fue eso querida?
Negué con la cabeza.
–Ocurrió en la misma zona en la que trabajas, cariño.
De repente, Mikel se levantó de un salto y con el rostro rojo.
-Úrsula, ya hablamos de esto, Ariel NO es esa pelirroja misteriosa. Esa debe de ser una chica de un muy alto....
-Quizá haya sido yo.
Dije interrumpiéndolo. Mikel se dio la vuelta lentamente y me miró con una mezcla de sorpresa y enfado reflejados en su rostro.
-Ariel, ¿Cómo habrías podido ser tú si estabas comprando cosas con el dinero de tu cumpleaños? ¡Volviste muy tarde a casa!
-Me topé con un borracho por casualidad y lo encontré bañado en vómito, sólo lo ayudé a escupir lo que lo estaba ahogando.–dije con desinterés.
El hombre se volvió a sentar y tapó su rostro con las manos.
Me volteé a Úrsula y la miré de forma segura.
-¿Qué tiene que ver Erik Prince con la vida para mi y mis hermanas?
La rubia volvió a sonreír con un brillo de maldad en los ojos que decidí ignorar.
-El joven ofreció darle un agradecimiento público a la chica cuando la encontrase. Hace unas pruebas en una oficina que, según rumores de mis subordinados, son de canto. >>Sólo tienes que ir hasta ahí, hacer las pruebas y, durante ese lapso de tiempo, engatusarlo como puta que eres para que se enamore de ti. Ese es el primer paso, después nos llamarás para que te demos el siguiente.
Entrecerré los ojos sospechosa.
-¿Y esto cómo nos beneficia a mis hermanas y a mi?
-Tú obtienes a tu príncipe y luego hablaremos de los premios exactos que se llevará tu familia.
Exhalé. No tenía mucha opción. Si aceptaba, tendría que enamorar a un ebrio ricachón y si me negaba, mis hermanas y yo seguiríamos en el burdel barato...
-¿Tengo que firmar algo?
La sonrisa de Úrsula se ensanchó e hizo que se me erizaran los vellos del brazo.
-No. Sólo debes cargar este teléfono contigo todo el tiempo-Uno de los peli negros me entregó un móvil nuevecito y muy actualizado. Mi boca no podía estar más abierta, ¿me podría quedar con esta máquina tan moderna y cara?- y, sí, es para ti.
Tomé el aparato entre mis manos como si fuera una pieza de porcelana extremadamente cara y frágil y lo admiré. Fuera de la caja, se veía pequeño y delgado, con la pantalla negra y un par de botones a los costados.
-Otra cosa, querida.
Aparte mi mirada del teléfono para enfocarla en Úrsula, pero equivalía a un esfuerzo enorme.
-No menciones de donde vienes ni nada relacionado con nosotros o enviaré a este par de mocosos a meterte una bala de acero por el cráneo. ¿Entendido?
Asentí y tragué en gordo.
-Llévatela a esa dichosa fiestecita suya, ¿quieres, Mik?
Mikel se volvió a levantar como un rayo y me asió del brazo para llevarme a rastras fuera de ahí hacia el ruidoso club. Cuando estuvimos en el bar, noté que la chica de YouTube que tanto adoraban mis hermanas se había ido y había sido reemplazada por mezclas de música electrónica. El hombre me siguió llevando a rastras hasta que salimos por la puerta trasera del club y caminamos por donde habíamos llegado. Entonces, me soltó. Todo el trayecto fue un silencio pesado, cargado de preguntas y misterios. ¿Quien era esa Úrsula? ¿De qué la conocía Mikel? ¿Para qué quería que enamorase a un empresario millonario? Esas y miles de otras preguntas sea galopaban en mi cabeza, reclamando atención inmediata de mi jefe. Pero no las formulé, ni intenté hacerlo. Supuse que en parte era debido a que confiaba demasiado en el como para arruinar nuestra relación por un par de preguntas. Llegamos al hotel barato y subí la mirada al sentir que me observaban. La cortina en la ventana del último piso se movió dejando ver a Melody y a Anne, tratando de esconderse de mis ojos. Dejé que una sonrisa floja se asomara a mis labios ya no tan pintados.
-No menciones la razón de tu retraso, ¿de acuerdo? Nos topamos en el camino hacia acá y te acompañé. Eso es todo.
Mikel entró por las puertas principales del hotel y, después de saludar a la recepcionista calurosamente, se internó en el elevador conmigo detrás de él.
Antes de que las puertas se cerraran, un amargo suspiro salió de mi. Y entonces vi mi reflejo en las puertas que, curiosamente estaban forradas por espejos al igual que las cuatro paredes. Supuse que para que los clientes pensaran dos veces antes de hacer algo sucio dentro.
Mis ojos estaban contorneados por unas ojeras de maquillaje, escurrido gracias al calor del club y al sudor corporal, y se veían cansados; mis labios antes rojos estaban rosados como antes y mis pómulos ofrecían un rubor extraño y sudoroso que pensé en imitar después.
Era un desastre. Pero también mi vida lo era, así que me sorprendí sonriendo de forma tonta al pensar que se reflejaba, en mi físico, lo jodida que estaba.

Retelling: La Sirenita {En edición} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora