Capítulo 18

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Estaba metiéndome al lugar, linterna alumbrando el mismo sitio en el que me raspé las rodillas mil veces, cuando el teléfono empezó a vibrar. Lo saqué del bolsillo trasero en los jeans y respondí.
–¿Hola?–
¡Hola, Ari!
Reconocí la voz de Sebastián al otro lado de la línea. A ésta se le unieron las de Claire y su hija.
Sonreí aliviada. Por unos instantes había creído que sería Úrsula.
–¿Qué pasa?– Pregunté, escuchando el forcejeo del pequeño para hablar conmigo al otro lado de la línea.
Queríamos preguntarte...–empezó Danielle, siendo interrumpida por su pequeño.
–¡Ven a casa!–gritó.
Queríamos preguntarte si tienes algo que hacer este fin de semana, querida.–dijo Claire.
De repente, alumbré algo amarillo intenso que llamó mi atención al otro lado de la estancia. Caminé hacia el y lo levanté.
Era un sobre con mi nombre escrito en la letra de Mikel.
Lo abrí con todo el cuidado que pude y descubrí un cuadernillo de piel color marrón rojizo. Tenía un candado que mantenía todas sus escrituras en secreto. Busqué alguna llave en el sobre y en el suelo donde había estado, pero no había ninguna.
–¿Ariel?–
–No, estoy libre.
Entonces, ¿te parecería quedarte los tres días?–preguntó Danielle.
¿Por qué Mikel me daría un diario sin llave para abrirlo? Podría haberme dado al menos un indicio de dónde buscarla, o para qué lo querría yo. Esto no tenía sentido.
–Ajá...–
¿Y por qué dejarlo en un sitio así? ¿Por qué no pedirle a alguna de mis hermanas que me lo entregara?
¡Excelente! Te veremos aquí el viernes a las 11:30 am.
Murmuré algo y colgué. Mi cabeza estaba en otras partes.
Decidí dejar de pensar en eso de momento e iba de salida cuando el tosido de alguien capto mi atención.
Sentí cada vello en mi cuerpo erizarse. ¿Sería Úrsula, descubriendo mi locación? ¿Serían Levi y Angus al acecho? ¿Erik acosándome? Esa última era demasiado agradable, pero no sabría quién había tosido si no alumbraba su rostro. Centré la luz en la figura frente a mí, en la oscuridad del almacén.
Sus ojos como el barro que ensuciaba los alrededores del edificio me escrutaban con curiosidad.
–Me preguntaba por qué alguien querría venir a estas horas. Después de todo, me dijeron que vendrías tarde o temprano; pero nunca pensé que tendría que estar aquí día y noche esperándote–.
La voz me resultaba familiar, pero no supe identificar a quién pertenecía.
–Disculpe–murmuré–, no quería molestar a nadie... Solo vine por curiosidad.
Escondí el cuaderno detrás de mí mientras fingía interés en la construcción. Aparté la luz de la persona, a pesar de no haber adivinado su identidad.
El hombre rio.
–Aún no sabes quién soy, ¿cierto?–su voz dejaba al descubierto una sincera diversión.–No te culpo. Hace muchos años que no me ves.
Escuché sus pasos firmes acercándose a mi. Instintivamente me moví en la dirección contraria.
–¿Es usted algún conocido de mi familia?–pregunté con desconfianza.
–De Mikel–.dijo con pesar, a lo que reaccioné con un nudo formándose en mi garganta– Mis más sinceros pésames, Ariel.
Me abracé en esa total oscuridad, confiando en que el hombre junto a mí lo confundiría con frío.
–Es tarde, así que iré directo al grano.
Murmuré una confirmación.
–Mik me dijo que vendrías a buscar algo, no me dijo qué pero supongo que tú sí–dijo sospechando de mi. Decidí no responder–Y que te dijera que el de verdad lo sentía, que te quería como si fueras una hija propia y que no buscaras al responsable de su...
–Muerte.–terminé por el.
Escuché su asentimiento.
–Si tienes dudas de lo que sea, no dudes en buscarme–me tendió un papelito. No supe qué decía en el momento, debido a la falta de luminosidad, pero supuse que era su contacto y lo guardé en mis Jeans.
Dicho esto, murmuró una despedida y me quedé sola.
¿Qué significaba esto? ¿Que Mikel lo sentía? ¿Que no buscará a su asesino? Estaba loco si creía que me rendiría así como si nada.
Tenía que haber sido Ursula. Esa mujer nunca le causó confianza y quizá había decidido que Mik no era digno de sus planes horribles.
Apreté los puños y corrí a casa, lágrimas surcando mi rostro y una ira abrasadora abriéndose paso en mi estómago.
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Pasé el día siguiente leyendo el contrato nuevo. No había muchos cambios; a excepción de el dinero de ese mes invirtiéndose en el entierro de mi antiguo jefe, las visitas de Angus y Levi haciéndose más continuas, el contacto con Úrsula más estricto en cuanto a seguridad y la rapidez con la que tenía que engañar al empresario más famoso del estado. Ahora tenía menos tiempo.
Cuando llegaron los gemelos, saqué a relucir con los nervios a flor de piel que era muy poco tiempo para enamorarlo como se suponía que debía hacer.
–¡Y ni siquiera me han dicho lo que debo hacer después!–Repliqué acalorada–Es decir, ¿cómo se supone que van a realizar esta gran estafa con una chica sólo ilusionándolo?
Intercambiaron una mirada, manteniendo una discusión muda, para que Angus me mirara directamente a los ojos con calma.
–Arreglaremos una cita con Úrsula para que te explique el siguiente paso, ¿de acuerdo? Quizá ella calme tus dudas.
Asentí.
Espera, ¿qué?
Con temor; miré en dirección a Levi, quien trató de darme una sonrisa apaciguadora pero articulando una mueca.
Miré a mi regazo. No estaba lista para ver a Úrsula. ¿Qué tal si ella era en verdad la asesina de Mikel? Si a pesar de conocerla desde hacía tiempo no había evitado que lo matara, ¿qué la detenía de hacer lo mismo conmigo?
Dicho eso, ambos se levantaron y se despidieron de manera misteriosa.
Miré la hora. 10:30 am.
Tenía una hora para prepararme y ponerme en camino a casa de Claire.
Mientras preparaba la maleta, sopesaba las palabras del desconocido en el almacén. ¿Por qué mi jefe y segundo padre no querría que buscara a su asesino? ¿Y por qué mandaría un mensaje a través de otra persona en lugar de una llamada o texto?
Suspiré.
No pienses en eso o volverás a llorar.
Me regañé.
Me preparé y caminé hasta la casa de la amable viejita que tantas veces me había aconsejado y apoyado. Ya me estaba aprendiendo el camino.
En el trayecto, me llegó un mensaje. Era Erik.
Intenté calmar mis entrañas, que se habían vuelto locas de solo ver el nombre del empresario en la pantalla.
"Tengo el fin de semana libre por primera vez en meses. ¿Te gustaría ir a mi casa de verano?"
Sopesé las opciones. Podría ir con Erik y tener tres días románticos en compañía del hombre a quien debía enamorar ahora en un muy corto plazo; o podría no decepcionar a Claire, Sebastian y Danielle y acompañarlas a donde fuera que irían. Suspiré y decidí hablarlo con la anciana.
Llegué en menos de 5 minutos y, después de una calurosa bienvenida en la que mencionaron ir a una playa virgen, le expliqué con disimulo a la mujer de mayor edad sobre la propuesta de Erik y el cambio de planes. Ella sonrió.
–¿Y si lo invitas a venir?  Y todos pasamos un buen fin de semana.
Abrí los ojos en sorpresa y miré con incredulidad a Danielle. Ella asintió con vigorosidad. Pero...
–¿Y el padre de Sebastian? Me imagino que también vendría y... ¿No creen que le parecería algo incómodo viajar con su jefe?
La mujer de cabello oscuro pareció pensarlo unos instantes.
–Su jefe siempre ha sido alguien muy querido para él... No creo que le represente mucho estrés que venga con nosotros.–dijo sonriente.
La emoción crecía en mi conforme los planes para evitar que se supiera de mi identidad se sugerían. Danielle no sabía la razón de mi necesidad de anonimato y me pareció muy dulce que no hiciera preguntas.
El plan final fue invitar a Erik de parte del padre de Sebastian y darle una sorpresa con mi presencia. Ellas dirían haberme conocido en el supermercado y pedirme ser la niñera del pequeño de vez en cuando. Asentí gustosa al plan y agradecí miles de veces el permitirme un lujo como este y las mentiras que iban a tener que decir por mi.
El pequeño bajó del segundo piso con mochilas y juguetes, preguntando a qué hora nos iríamos.
Le mandé un mensaje a Erik dando una excusa falsa para no poder ir. En cuestión de minutos me llegó su respuesta, en la que supe leer lo decepcionado que estaba. Me mordí el labio con emoción. ¡No sabía lo que le esperaba!
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Mientras tanto en la oficina principal de Prince Corp...
Se levantó de la silla negra de cuero mientras trataba de disimular su decepción. No quería volver a aquel lugar sin alguien para acompañarlo. Estaría solo en una casa del tamaño de un hotel y en donde había forjado tantos malos recuerdos. Era el primer aniversario desde que.. Apartó ese pensamiento de su cabeza.
–¿Erik?
La voz de Sebastian lo sacó de su ensimismamiento. Lo miró forzando una sonrisa.
–Hola, Seb. ¿Qué pasa?
Su asistente elevó una ceja.
–¿No deberías estar en casa? Hoy empiezan los días libres.
Él negó con la cabeza y la sonrisa que había tratado de fingir flaqueó.
–No tenía muchos ánimos de quedarme ahí.
El hombre le sonrió a Erik con entendimiento e hizo ademán de irse cuando un mensaje de texto le llamó la atención. El empresario no lo sabía, pero la esposa de Sebastian le había enviado indicaciones para invitarlo.
El hombre de cabellos pelirrojos se volteó hacia su jefe.
–¿Qué harás este fin de semana?

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