Capítulo 21

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–Al fin...–murmuré victoriosa tras haber acomodado la ropa y demás objetos personales en mi habitación.
–¿Ya?–preguntó Sebastian Jr. Asentí con una sonrisa mientras me acomodaba nuevamente el traje de baño. Era más apretado en el área del busto, por lo que se movía constantemente fuera de lugar.
Cuando bajamos con todo lo que necesitábamos para la playa, ya lo había tratado de acomodar más de cuatro veces.
–¿Necesitas atraer tanto mi atención?–preguntó Erik sonriendo–Podrías hacerlo sin necesidad de mover tanto.... Esas.
Señaló mi pecho. Fruncí el ceño.
–No seas idiota.
–Te queda pequeño, ¿verdad?–preguntó Danielle, interrumpiendo mi conversación con el empresario. Él se alejó y relajé los hombros.
Asentí.
–Creo que tengo un traje de baño extra en mi habitación. ¿Querrías probártelo y ver si te queda bien?
La verdad era que me agradaba toda la atención del empresario a mis pechos, ya que era una pequeña ayuda para lograr mi objetivo. O, más bien, el objetivo de Úrsula. El recuerdo de la bruja me distrajo de la maternal mujer frente a mí.
Negué con la cabeza y aparté la mirada.
Tenía que apurarme.
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Después de un rato caminando, llegamos a la playa. La arena se colaba entre los dedos de mis pies mientras aumentaba el ritmo hasta la orilla, donde el agua era tan cristalina que podía ver las ostras abandonadas. El sol acariciaba cada centímetro descubierto de mi piel y el sonido de las olas ronroneaba en mis oídos. Cerré los ojos, permitiendo que cada sensación me envolviera por completo. Pero, de repente, una persona me empujó y quedé a cuatro patas en la arena y con las piernas empapadas. Me viré justo para ver a Sebastian Junior riendo a carcajadas a unos pasos de mí y a Erik sonriendo de lado, como si hubiera cometido una travesura.
Entrecerré los ojos sonriendo.
–¡Ya verás, pequeño renacuajo!
Me levanté y perseguí al chiquillo hasta que lo tuve entre mis brazos y le pude hacer cosquillas.
Cuando mis extremidades se cansaron y el pequeño estuvo a punto de mojar sus pantalones; nos sentamos en el agua a ver cómo las olas iban y venían, mojándonos los pies y parte de las piernas. Sin embargo, el  se cansó de la aburrida actividad y fue con sus padres. Sonreí. Iba a extrañar esos momentos con el.
De pronto, Erik se sentó junto a mí.
–¿Es la primera vez que ves el mar?–preguntó.
Asentí. Mis hermanas habían ido por última vez a una playa cuando mi madre estaba embarazada de mí. Marian y Sarah eran las que más recuerdos tenían del viaje, y nos relataban todo con tal calidad de detalle que siempre me imaginé estando ahí.
–Ya no pareces tan emocionada. ¿Acaso ya te aburrió?
Me encogí de hombros; fingiendo tedio, aunque en realidad sentía añoranza.
–Pensé que habría más que hacer.
Erick alzó una ceja.
–Si sabes que puedes nadar, ¿no?
Sonreí divertida.
–No soy muy buena–.me detuve a mí misma, pensando en una medalla y las palabras de Sarah–Es decir; gané algunas competencias, pero una amiga me mencionó lo grande que se estaba haciendo mi espalda. Lo dejé unos días después.
Nos quedamos en silencio hasta que me volteé a verlo. Tenía una expresión de incredulidad .
–¿Por qué me miras así?–fruncí el ceño.
Él negó con la cabeza y su gesto se volvió apenado. Volvió su atención al alba.
Mientras tanto; Sebastian Junior y su padre hacían un castillo de arena a nuestro lado, pero parecían ajenos a lo que concernía a Erik y a mí.
–Por cierto, hace un rato...–empezó de nuevo el empresario–parecías más triste que aburrida.
Jugueteé con la suave arena ahora de temperatura templada gracias al agua fría del mar. Hice una bolita con ella y se deshizo, dejando a la vista una concha rota de color marrón.
–Es sólo un recuerdo. No vale la pena mencionarlo.
Tomé la ostra, volteándola entre mis dedos mientras los recuerdos de mi familia raspaban mi mente. Cerré los ojos ahuyentando nuevas lágrimas.
Sentí la mano firme y fría de Erik en la mía.
–Dime.
Sabía que me miraba, tratando de convencerme. Decidí ceder...a medias.
–Pensé que a alguien a quien quiero mucho le gustaría estar aquí–.Me arriesgué a verlo. Su rostro estaba contraído en preocupación. Se estaba preocupando de forma genuina por mí. O, eso es lo que quise creer.
–¿Algún novio?–preguntó. Negué con la cabeza y puse los ojos en blanco.
–¿Por qué pensaste eso primero? Podría ser una tía muerta o una abuela lejana.
Erik se encogió de hombros y nos quedamos nuevamente en silencio.
Me pregunté qué tan celoso se hubiera puesto si hubiera respondido con una positiva.
Vi por el rabillo del ojo que se ponía de pie e iba al mantel para picnic que Claire había traído para sentarse. Esa mujer pensaba en todo...
Decidí mojar mis piernas un poco más para distraerme del pensamiento de mis hermanas; caminé al frío océano y dejé que las olas arrastraran poco a poco mis extremidades.
Pero tenía tanto calor de mi cintura para arriba, que quise mojarla igualmente. Caminé un poco más y me hinqué en la suave arena, el mar cubriéndome hasta el pecho.
Me viré para ver lo que hacían los demás, pero las olas tenían otro plan para mí.
Tropecé y el agua me arrastró mar adentro.
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Al principio, la exquisita temperatura del agua me envolvió por completo y quise fundirme en la sensación; sin embargo, conforme fui adentrándome más al mar, un creciente miedo se formó dentro de mí. Recordé las lecciones que me habían dado durante cierto tiempo y traté de nadar de vuelta a la orilla, pero las olas se habían vuelto más agresivas.
Me arrastraban cada vez más lejos de las personas con las que debería estarme divirtiendo.
Mis piernas comenzaron a agotarse y mis brazos ardían con cada brazada. Hice acopio de todas mis fuerzas para seguir nadando; en vano, ya que el mar no quería soltar a su nueva presa.
En desesperación e impotencia, no podía pensar claro.
Grité y luego, dejé de nadar.
Me fui hundiendo poco a poco.
Mis fuerzas me habían dejado y eso quizá no fuera tan malo. Ursula no lastimaría a mis hermanas, o a ninguna de las personas que se habían relacionado con su inútil empleada. Yo podía morir sin dañar a nadie.
Cerré los ojos y mi mundo se desvaneció.

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⏰ Última actualización: Apr 11, 2020 ⏰

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