Capítulo 12

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Hola gente de Wattpad! Sólo quería decir que amo mucho que me sigan en esta historia y agradecerles por continuar conmigo. Por cierto, ¿prefieren la portada en medios o la que ya tenemos?
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Desperté emocionada. Había ido al médico el día anterior y me habían permitido reemplazar lo movilización blanca en mi pie por una bota.
Mi mullida cama rechinó cuando me levantaba; fui al baño y, siguiendo las indicaciones del doctor, removí el yeso con un cuchillo sin dañarme la pierna. Tenía que ponerme el zapato ortopédico que me haría caminar como pato, pero al menos no eran las malditas muletas.
A continuación, me di una ducha y me vestí con jeans y una blusa púrpura de ligeros volantes.
Mi móvil sonó.
-¿Hola?
-¡Ariel! Soy Melody.
Mi boca se abrió como impulsada por un resorte. ¡Mi hermana Melody! No podía creer la maravillosa que podría ser su voz después de no escucharla durante tanto tiempo.
-¡Ay, hermana! ¡Las extraño tanto! ¿Cómo está...?
Pero la joven de cabello lacio me interrumpió.
-No puedo hablar por mucho tiempo, Mikel se dará cuenta tarde o temprano del robo de su teléfono y quiero devolverlo antes de que pase. Dime dónde estás.
Cerré los ojos con fuerza y exhalé.
-No puedo hacer eso, Elo.
Ariel! Sólo queremos verte, hace al menos un mes que no vuelves a casa y Mikel no nos dice nada. Por favor, Ariel. A las 12 a.m frente al "Cafê de l'orange".
-Está bien, pero disfrazadas.
Escuché su afirmación y disfruté de la sensación de poder caminar con ambas piernas bajando por las escaleras a la puerta principal camino a ver a mi hermana.
La cafetería de la que había hablado mi hermana era a la que me llevaban cuando era pequeña y necesitábamos comer. El chef era el novio de Shannon por aquella época, por lo que nos daban alimentos sanos y baratos. Pedí un taxi y, al cabo de media hora, llegué.
En una de las mesas, estaba mi amada hermana Melody.
Corrimos a abrazarnos y caímos al suelo riendo y con lágrimas de felicidad en el rostro. Desgraciadamente, había personas alrededor y ella llevaba puesto un vestido hasta medio muslo.
La levanté mientras le lanzaba miradas asesinas a los demás comensales cuando se atrevían a verla y nos sentamos lejos de ellos.
Primero, ordenamos café y tomé su mano temblorosa. Me contó de lo que me había perdido desde que Mikel no me permitió volver a verlas.
Anne era la que más había protestado e incitado a las demás a seguir buscándome; Siguieron a nuestro jefe por todos lados, pero nunca estaba alrededor de el, Me buscaron en periódicos y noticias e incluso llamaron a la policía. Aunque esta última fue la más desesperada, ya que a ningún policía le interesa la desaparición de una chica con mi descripción.
Lágrimas aparecieron en mis ojos al ver lo aliviada y aún preocupada que Melody estaba. Su cabello, antes lacio y dócil de tonos miel, ahora estaba erizado y descuidado; su piel estaba reseca y debajo de los ojos tenía ojeras del tamaño de mi pulgar.
-Elo.
-¿Si?-Mi hermana dejó su capuchino en la mesa y me miró.
Suspiré.
-Siento estar causando tanto daño, pero no puedo volver.
Vi claramente como su expresión se crispaba.
-¡Ariel! Pero...
Y entonces su rostro dio paso al enfado y a una idea.
-Te casaste con alguien rico, ¿no es cierto? Por eso nos dejaste.
Empece a negar con la cabeza, pero todo encajó cuando dijo esas palabras.
Si las hacia creer eso, dejarían de estar tan preocupadas y ya no intentarían encontrarme. Así, al final de todo el asunto del señor Prince, dejaría el dinero para mis hermanas y viajaría a otro lado para ganarme la vida de otra manera. Era un buen plan. Sin tanto sufrimiento para ellas.
-Lo siento, Elo.
Ella se levantó con el ceño fruncido y las mejillas coloradas.
-Creo que fue mejor que te encontrara yo y no Anne. Le rompería el corazón enterarse. Les diré a las demás que te fuiste del país y no te molestes en volver, ¿de acuerdo?
Estaba a punto de salir cuando se volteó y dijo:
-Espero que tengas una buena vida, hermanita.
Y dicho esto, se fue.
Me quedé sentada y sin saber qué hacer. Terminé mi café tiempo después y me retiré.
Ya en casa, lloré amargamente la pérdida de mis amadas hermanas. Las que me habían cuidado por tanto tiempo.
La pérdida de Melody, quien me contaba maravillosos cuentos cuando yo tenía pesadillas sobre mamá y papá.
De Shannon, quien me daba besos explosivos y chocolate cada vez que sacaba un diez en algún examen.
De Marian, quien se hacía pasar por mi madre cuando era 10 de mayo y me abrazaba como ninguna madre abrazaba a mis compañeras.
De Sarah, quien renuncio a su oso de peluche preferido para que yo pudiera jugar y me escuchaba cuando tenía problemas con mis amigas.
De Angel, quien me peinaba con moños azules hechos por ella misma para cada ceremonia y evento importante en mi escuela.
Las hermanas a quienes adoraba y admiraba ahora me odiaban y eso era mil veces peor que cualquier bala en mi cráneo.
Quería verlas.
Quería decirles que no era cierto, que todo lo que hacia era para que ellas estuvieran bien.
Que sólo quería que ellas fueran más felices.
Necesitaba a alguien con quien llorar, así que corrí con lágrimas en los ojos hasta la casa blanca con pórtico.
Y ahí, sentada y tejiendo, estaba Claire.
En cuanto me vio, su expresión de puso seria. Caminé derrotada hasta ella y lloré hasta que me dolieron los ojos en su regazo. Ella me acariciaba el pelo y cantaba una nana.
Lo cual me hizo llorar aún más, porque el gesto me recordó al de Melody cuando me consolaba. Quería recuperar a mis hermanitas.
Quería a mi familia de vuelta.
Le dije que había perdido a mis hermanas a la anciana, quien escuchaba atentamente y me limpiaba las lágrimas con pañuelos. Las gotas caían sobre su vestido rosado de seda, pero a ella no parecía importarle.
Me invitó a pasar y me preparó una taza de té relajante mientras seguía con la historia. Se sentó a mi lado y apretó mis manos hasta que terminé.
Nos quedamos en silencio unos minutos, hasta que ella estiró los brazos hacia mi y me estrechó entre ellos.
-Ya no quiero llorar, Claire. Estoy harta de las lágrimas y el dolor.
La mujer se apartó con dulzura y me limpió otra lágrima que iba de mi ojo a la mejilla.
-Deja que se vayan.
-¿Mis hermanas?-Pregunté escandalizada.
Ella negó con la cabeza.
-Las lágrimas. Es como si cada una fuera una pena, cuando lloras las dejas ir.
-Pero son demasiadas...
-Igual que los dolores por los que tu has tenido que pasar, Ariel.
-¿Y si no dejan de salir?
Ella me sonrió cálidamente.
-Ellas sólo vienen a cumplir su trabajo y luego deben irse.
-¿Cuál trabajo?
Lloriqueé.
-¡Sólo es agua! El agua limpia y aclara, Ariel.
El silencio reinó, pero ella me había vuelto a abrazar así que no fue incómodo. Fue de esos silencios que alivian al corazón. Pasamos el resto de la tarde horneando galletas y viendo filmes viejos, hasta que llegaron su hija y su nieto.
Sebastián corrió a abrazarme al igual que su madre. Sonreí, con el dolor en mi corazón un poco menos notorio. Pero seguía siendo una punzada, por lo que Danielle notó que algo pasaba inmediatamente.
-¿Qué tienes, Ariel?
Dijo ella en cuanto me vio al rostro. Estaba a punto de decir algo, probablemente lo más tonto que se me hubiera ocurrido cuando Claire nos interrumpió.
-Querida, ¿cómo te fue en tu día?-Tomó a su hija por el hombro y la sentó en la mesa de la cocina. Ella le contaba algo sobre una fábrica cuando el cansancio pudo conmigo.

Retelling: La Sirenita {En edición} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora