Ya desde hace tiempo la atención del protagonista se había dirigido a la del sujeto de gran altura y cabellera azul. No solo por su peculiar apariencia, sino que también por su extraña rutina, la cual consistía en que cada fin de semana a la misma h...
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𝙲𝚊𝚕é𝚗𝚍𝚞𝚕𝚊
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— Te estabas tardando, Taiju.
— ¿Inui? — preguntó atónito.
Dudaba de lo que veía, pero era real. Su antiguo compañero y lo más parecido a una mano derecha de lo que había tenido estaba frente a él. Taiju no esperaba volver a ver a ninguno de los de la décima generaciones de los Black Dragons, o no por mucho tiempo, pero ahí estaba Seishu Inui negándole tal posibilidad.
— El mismo — volvió a hablar — Ven, toma un asiento — dijo palmeando uno de los bancos de madera antigua en fila que había.
El de cabellos blancos y azulados fue hacia allí sin responder y se sentó a un lado de este sin mirarlo. Solo se limitaba a ver los arreglos florales que habían hecho en el alrededor de la iglesia. Debía de admitirlo, él y (N) habían hecho un buen trabajo. Tal pensamiento causó que al más alto se le formase una leve sonrisa, algo que no pasó por alto el de cicatriz.
— ¿Cómo has estado? — preguntó el rubio.
— ¿Qué es lo que haces aquí? — dijo de forma directa mientras la anterior pequeña sonrisa formada comenzaba a desaparecer.
— ¿Disculpa? — interrogó confundido.
— ¿Por qué estás aquí? No recuerdo que fueses religioso, así que no puedes meterme esa excusa — respondió el de orbes dorados.
Inui calló por unos segundos. Su expresión enseñaba que realmente estaba pensando a profundidad que es lo que le diría, aunque esto no le era tarea fácil por la penetrante mirada de Taiju sobre él.
— Supongo que no me creerías si te dijera que estaba pasando por aquí, ¿no? — miró al tatuado, viendo como este aún lo seguía observando con un semblante serio — Está bien, lo diré — bajó la mirada al suelo y dio un corto suspiro — Estaba preocupado por ti, así que como no tengo nada que hacer en estos días festivos quería ver como estabas.
