La habitación.

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Sigo aquí, en esta habitación blanca y negra.
Os diré cómo funciona.
Esta habitación tiene dos lados, en uno me gusta sonreír mientras la cordura desborda ventana abajo,
en otro disfruto decorando una soga con flores.
En uno araño la pared hasta quedarme sin uñas,
en otro pinto un cuadro impresionista.
Está claro qué parte de la habitación es visible para los viandantes.
¿Pero, qué hacer cuando los roles de esta habitación cambian?
Fingir.
Y ya no queda pared para arañar, ni sogas que decorar, porque todo queda a la vista.
Tampoco ganas de sonreír, ni de pintar cuadros.
¿Para qué pintar una pared negra, para qué sonreírle a la oscuridad?
¿No os acordabais de la ventana?
Ahora la cordura entra al cuarto e inunda todo.
Estoy hasta el cuello de la cordura.
Tocando el techo.
Todos tienen bonitas vistas a la comedia griega ahora.
No sé si es peor el que mira por diversión,
o el que aparta la mirada.
¿A nadie se le ha ocurrido abrir la ventana?

Arterial.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora