Alicia en el país de las pesadillas.

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"No estoy loca"- decía la última nota que dejó Alicia, escrita como último testamento en su brazo con tinta.
Sola, en aquel cuarto blanco había conseguido lo que quería con todo su anhelo; había huido de su casa y había encontrado al conejo blanco.
Para ello había pasado por numerosas torturas.
Había echado su suerte a las cartas,
Perdiendo así su corazón contra la reina.
Había escapado del gato risón, y se había enganchado a las drogas (unas le hacían sentir grande, otras tan pequeña como un grano de arena.)
Se había enamorado del sombrerero loco (irónico que aquel hombre que portaba sombreros sobre su cabeza la hubiese perdido), y contagiado su locura.
<Me gustan las chicas dementes...>- le había susurrado en su último no-cumpleaños.
Ahora, ese vacío que había llenado con aquel mundo, se expandía.
Cada vez más rodeada de aquellos animales peludos.
Encerrada en aquel manicomio, sentía sus pequeños ojos observándola.
<¡No estoy loca!>-gritó desesperada.
Y allí, cada vez más asfixiada con la fantasía que había creado, escuchó un susurro que decía: 'Las mejores personas lo están.'

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