La puerta que cerraste

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Un día tú cerraste la puerta,
y tú y tu alma os teñisteis de luto.
Dejándome fuera,
sosteniendo las palabras que nunca te dije,
y las que te escribí demasiadas veces.
No sabes cuantas veces he tenido ganas de tirar la puerta abajo.

Aunque me haya limitado a gritar desesperada y derrumbarme contra ella.
Mis manos estén malheridas,
y la puerta esté marcada por mis uñas.

Entonces, y después de mucho tiempo,
me levanté del umbral de tu sufrimiento y
decidí seguir adelante.
Anduve hasta que mis pies no pudieron más,
huyendo de todo aquello.

Cuando me quise dar cuenta,
estaba de vuelta.
Apoyada en tu puerta como una rosa que se marchita, amarga ofrenda.
Esperando.
Y susurrando nuestra canción,
preguntándome porqué te tuvo que pasar a ti,
porqué sigo aquí,
maldiciendo entre lágrimas.
Y entonces supe que era el umbral de nuestro sufrimiento,
que compartíamos la misma habitación de los horrores,
Y que aunque me sienta desahuciada de tu corazón y tu mente,
no pienso moverme.

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