Capítulo 9: "La muerte y un estruendo"

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Aaron, Than y yo estábamos afuera de la casa de Verónica, esperando que alguien abriera la puerta

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Aaron, Than y yo estábamos afuera de la casa de Verónica, esperando que alguien abriera la puerta. Ninguno de los chicos había podido comunicarse con ella, ya que estaba totalmente devastada. Los chicos también lo estaban, pero la relación que tenía Vero con Bernadette no se comparaba con ellos, esas chicas se adoraban mutuamente y la pérdida era demasiado dolorosa. Realmente yo no quería pasar por eso, nunca.

La puerta se abrió y una anciana se asomó con una gran sonrisa.

—George, viniste—comentó mirando a Than—. El gato ya parió, ven a verlos. —dijo emocionada, dejando la puerta abierta y caminando al final del pasillo.

Than y Aaron sonrieron.

—Es la abuela de Vero, sufre demencia. —me explicó Aaron cuando entramos a la casa.

Ese detalle no lo sabía, era la primera vez que iba a casa de Verónica y no parecía muy distinta a la de mis abuelos, aunque era mucho más modesta. Todo estaba ordenado y olía a lavanda, se podía ver la estancia y una chimenea encendida, se escucharon pasos desde el comedor y apareció un hombre alto, de tes blanca y cabello rubio, al vernos a los tres sonrió y se acercó con familiaridad.

—Qué bueno verlos, chicos—dijo buscando a su alrededor—. ¿Les abrió la abuela? —preguntó y suspiró tranquilo cuando la vio al final del pasillo—. Hoy ha sido un buen día para ella...tú—me apuntó con el dedo—, eres Emily Marshall, ¡al fin te conozco! Eres la viva copia de tu padre. —exclamó feliz.

—Es un gusto, señor. Vinimos a ver a Vero.

—Oh, sí—pegó un suspiro—. Hace días que no come, estaba a punto de llamarlos, ya no se me ocurre qué más hacer. Lo de Bernadette nos ha pegado duro a todos, ¿cómo están, chicos?

—Creo que cada uno ha sobrellevado la perdida a su manera—respondió Aaron—, pero Verónica se ha llevado la peor parte. —todos asentimos.

Su padre no se parecía mucho a Vero, solo en la mirada, una mirada muy opaca. El tema de Bernadette hizo que el ambiente se tensara y entristeciera, aún era reciente y faltaba mucho tiempo para que esa herida empezara a cicatrizar.

Después de una pequeña charla nos autorizó a subir a la habitación de Verónica. Era la primera puerta que se podía ver, además, se podía distinguir de las otras, ya que estaba pintada de un rojo intenso. Golpeamos y la llamamos, pero no respondió de inmediato. Ya a la tercera vez escuchamos un quejido y Than se atrevió a abrirla.

Todo estaba oscuro, lo único que pude distinguir fue un bulto en la cama que se movió para taparse por completo.

—No quiero comer, mamá. —dijo sin percatarse que éramos nosotros.

—Es un alivio, porque yo no traje nada. —respondió Than.

Verónica se sentó de un golpe y nos miró sin entender que estábamos haciendo allí. Se encontraba despeinada con unas grandes ojeras y la piel enrojecida, no tenía buena apariencia.

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