Capítulo 1: "Nome"

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Me sentía cansada, no sabía si era por el largo viaje que hice desde la ciudad de Nueva York hasta Alaska, o el hecho de que tenía que abordar un avión más desde Anchorage a Nome

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Me sentía cansada, no sabía si era por el largo viaje que hice desde la ciudad de Nueva York hasta Alaska, o el hecho de que tenía que abordar un avión más desde Anchorage a Nome. Lo que fuera, me hacía sentir ansiosa.

Alaska había hecho replantearme vivir allí. El clima era horrible. Si bien los inviernos de la gran ciudad son bastante duros, el frío que sentí cuando bajé del avión no tenía precedentes, ni siquiera estábamos en invierno, y no quería imaginar cómo sería.

Arrastré mis maletas a duras penas, arrepintiéndome por un instante de estar allí, cuestionando mis facultades mentales en cambiar todas mis comodidades para irme a un lugar inhóspito del mundo. ¿Por qué hacía todo eso? Cuando escuché mi celular sonar y ver el nombre de mi madre en él, lo recordé y todos esos cuestionamientos se esfumaron. Nome era el lugar que necesitaba.

Corté la llamada, y a pesar de su insistencia, no respondí. No entendía qué era lo que quería, ¿saber si estaba bien? Ella sabía la respuesta, al parecer necesitaba sentirse una buena madre, aunque sea una vez en su vida y poder estar tranquila consigo misma en haberlo "intentado".

Silencié las llamadas y me senté en una banca apartada, donde debía esperar el aviso a abordar.

—Debería haber un vuelo directo hacia Nome, ¿no crees? —preguntó una voz. No lo tomé en cuenta, pensando que hablaba con alguien más, hasta que prosiguió—. ¿Tienes frío? Creo que hay una pequeña cafetería por aquí. —la voz se acercó más a mí y sentí como alguien se sentaba a mi lado por el movimiento de la banca.

Miré de reojo a un chico de ojos claros, era lo único que se podía distinguir bien, ya que usaba un grueso gorro de lana y la bufanda tapaba parte de su rostro, ni yo estaba tan abrigada.

Puse atención a mi alrededor, éramos los únicos en ese lugar, definitivamente me estaba hablando a mí.

—Al parecer tú tienes más frío que yo. —respondí sin más, él levantó una ceja.

—No lo tolero mucho—confesó—. Te invito un café, ¿qué te parece?

Sonreí.

—No, gracias.

—Eres de las que no habla con desconocidos, ¿verdad? —me encogí de hombros. Se sacó la bufanda, dejándola sobre sus piernas, pegó un suspiró y me sonrió. Era realmente atractivo—. Keegan Conelly, mucho gusto.

Su nombre me resultó extraño. Sus obvias intenciones de querer entablar una conversación conmigo no me perturbaron, no era la primera vez que me sucedía, pero si era la primera vez que me sentía un tanto nerviosa, ya que no parecía ser alguien cualquiera, él imponía presencia.

Carraspeó sacándome de mis pensamientos.

—Emily Marshall. —cedí.

—¿Vienes de Nueva York? —eso me extrañó, ¿cómo lo sabía? —. Te vi subir al avión, prácticamente nos sentamos juntos. —respondió como si hubiera leído mi mente.

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