Capítulo 1: La que alguna vez fue tu mujer

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Hace mil años en el Japón antiguo, la guerra, la muerte, la desolación, la soledad... Era lo único que conocía la población de ese entonces. Las clases sociales estaban claramente marcadas, si no tenías la dicha de haber nacido en una familia noble, tu vida prácticamente no era nada, no tenía ningún valor. Para mi desgracia, ese fue mi primer error, aunque yo no haya escogido en donde nacer.

Mi padre era un bandido y mi madre era una pobre mujer campesina que había sido tomada por aquel grotesco hombre. Aunque fuera mi padre, nunca le guardé algún respeto. Lamentablemente, fuimos 4 hermanos los que nacimos de aquel matrimonio forzado, el último de nosotros, mientras mamá estaba embarazada de él, con cada día que pasaba, ella se veía más decaida, como si la vida se le fuera de las manos... mi padre, ajeno a su dolor, se iba durante mucho tiempo y nos dejaba a nuestra suerte. Llegaba algunas semanas después, ebrio y sin dinero.

Como la mayor, tenía que ver por mi madre embarazada y mis 2 hermanitos, pero una niña de 12 años en esa época, no podía servir de mucho. No sabía leer o escribir, no sabía hacer las cuentas matemáticas básicas, ni cantar ni bailar, tampoco disponía de una belleza radiante para impresionar a algún señor, ni fuerza para dedicarme a cargar cosas. Así que sin ninguna otra alternativa, decidí dedicarme a lo mismo que mi padre y asaltar a todas las carretas que pasarán por las carreteras.

En mí primer día, no logre asaltar a nadie, sólo saltaba de detrás de una piedra y me paraba frente a las carretas que iban pasando, ya que era una pequeña niña (era incluso más pequeña que el resto de las niñas de mi edad) simplemente me lanzaban piedras o pasaban por encima de mí con sus caballos o mulas, sin importarles que pudieran atropellarme. Al siguiente día, me arme de valor, tomé el cuchillo de mi padre y me preparé mejor. Esta vez tendría que juntar el dinero suficiente para comprar pan.

Mientras pensaba en como sería mi primer movimiento, se iba acercando una carreta, que parecía muy sencilla e insignificante, pero al ver que iban jalando de ella, unos sirvientes que iban vestidos como monjes y unos bueyes, sabía que la persona que debía de ir ahí, sería alguien importante.

Espere un poco más a que estuvieran más cerca y salte, sosteniendo el cuchillo firmemente. Los hombres me miraron sorprendidos.

-¡Denme su dinero!.- grite intentando sonar convincente y sostuve el cuchillo ligeramente más arriba de mí pecho, aunque mis manos temblaban, intente hacerme la fuerte.

-¡¡Oye niña no sabes quién viene con nosotros!! Hazte a un lado antes de que te molamos a golpes.

-N-no me iré de aquí hasta no tener dinero.- justo cuando me lancé contra uno de ellos, ese hombre levantó una fina y flexible vara de las que usan para arrear el ganado. Como ya no pude esquivarlo, sin mayor problema me dio un golpe en el brazo en el que llevaba el cuchillo y lo solté. Del dolor caí al piso.

-Insolente, sólo eres una niña. Alguien como tu no debería de estar ante nuestro señor.- el otro hombre también levantó su vara.

-Un momento.- de adentró de la carreta, se escuchó una voz suave y serena. Salió un hombre de cabello castaño oscuro muy largo y ojos color avellana, en sus brazos traía un gatito amarillo con rayas negras. Aquel hombre me miró sorprendido.- vaya... es la primera vez que no puedo escuchar los pensamientos de alguien...

Aquel hombre me miraba asombrado, como si estuviera viendo una reliquia valiosa. Bajo de la carreta y extendió su mano.

-¡Mi señor!.- dijo uno de los hombres, sorprendido por lo que estaba haciendo.

-No te preocupes, no sabemos lo que debe de pasar esta niña que la orillo a hacer algo como esto, seguramente fue forzada.- ante mis ojos infantiles, pensaba que estaba frente a un ángel, ya que su mirada era serena y transmitía una paz... Pero también podía ver que se sentía muy solitario y triste.- ¿Cuál es tu nombre?

Cadenas que Atan al Pasado ¡Finalizada! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora