Tren a Madrid

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Eran casi las 10 am de un 27 de diciembre en la estación de trenes de Valencia, el clima era helado y comenzaba a nevar. Había pocas personas, talvez por la hora o la fecha, y esas pocas se movían con prisa para no perder el tren ni enfriarse mas de lo necesario. Enzo ya estaba en el andén despidiéndose de sus hermanas menores, su madre se había quedado en el auto porque no soportaba mucho el frio y a diferencia de ella, las gemelas querían estar con él hasta el último momento. 

Casandra aún se aferrada a la cintura de su hermano mientras que Sofía los miraba a unos pasos de distancia. 

—Ya, tranquila. Recuerda que prometí volver para vuestro cumpleaños. — Enzo habló con voz calmada sin dejar de abrazar a su hermana. 

—Exacto, y por eso no entiendo porque te vas si falta tan poco. —

—Ya déjalo, si se quiere ir déjalo. —

—No te hagas la dura Sofía, que igual lo echas de menos—

La chica no respondió, solo se limitó a mirar hacia otro lado. Enzo le dio un beso en la frente a Casandra y a la fuerza y entre risas hizo lo mismo con Sofía. Les dijo que las quería y que las vería pronto antes de subir al tren. 

Enzo era un chico alto, de piel clara, ojos grises y cabello ondulado color caramelo, lo llevaba algo largo pues no acostumbraba a cortarlo en invierno. Su nariz era recta y no muy ancha, y su mandíbula angulosa y fuerte.

En ese momento su apariencia era descuidada. El gorro de invierno no había hecho más que despeinarlo y la barba de 3 días no ayudaba. Le fastidiaba llevar varias capas de ropa para protegerse del frío y aún más tener que cargar con la maleta. Solo había estado una semana en casa de sus padres pero llevó suficiente ropa como para no dar molestias. 

Buscó un asiento desde donde pudiera despedir a sus hermanas desde la ventana. Cuando el tren comenzó a avanzar él ya había guardado la maleta y movía la mano animadamente mientras perdía de vista a las chicas. Al final se dejó caer en al asiento y se desabrocho la gruesa chaqueta. Guardo la bufanda y se aflojó el cuello del suéter.

Fue entonces cuando alguien le llamó la atención. Una chica estaba parada en medio del pasillo buscando donde sentarse, parecía haber abordado en el último momento. A Enzo el rostro de la chica le parecía conocido e intentaba recordar porque. Tenía la piel un poco morena y con bellos tonos color avellana. Su cabello era negro y de un lacio pesado, lo llevaba muy largo casi a la cadera. Su rostro era de tipo corazón, alumbrado con unos grandes ojos color miel, cejas delgadas y labios gruesos. Era muy linda y mucho más que eso. 

En ese momento sus miradas se cruzaron, la expresión de ella fue de sorpresa y al mismo tiempo Enzo pudo recordarla. El día anterior ella había ido a comer al restauran de sus padres y él la había atendido, en ese momento más que su apariencia le había llamado la atención que estuviera sola. 

-Hey! ¿Eres el mesero no? - Pregunto al acercarse. 

-Si y tu eres... Ammm... Lasaña, pasta Alfredo y el postre para llevar. ¿Cierto? - Dijo él de forma animada. 

-Si, esa misma. ¿Puedo sentarme contigo? No me gustan los viajes largos y aburridos. 

Enzo ya estaba preparado mentalmente para ese viaje largo y aburrido, pero estar acompañado parecía mucho mejor, por lo que acepto casi de inmediato. Fue cuando noto que la chica llevaba una enorme mochila de campista, por lo que se puso de pie para ayudarle a guardarla.

—Entonces eres turista.— Dijo él

—¿Tanto se me nota?—

—Mas en este monstruo que te cargas que en el acento. — Comento Enzo bromeando.—¿De donde eres?— Pregunto una vez que se acomodaron en los asientos.

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