Después de haber terminado con Julián, mi mamá se pegó a mí como si de un abrojo se tratara por miedo a que me deprimiera, ya que, estuve una semana entera sin poder levantarme de la cama mientras lloraba, las cortinas de mi habitación permanecían cerradas porque yo no quería luz, no quería ver el sol, no quería nada, solamente quería llorar hasta desintegrarme. El único cambio que solía haber en mi rutina, era cuando Iria (mi mejor amiga) venía a visitarme para intentar levantarme el ánimo, pero, solo lograba que yo terminara llorando mientras me abrazaba.
Recuerdo que con el tiempo, se me fue pasando esa tristeza o tal vez, me fui acostumbrando a ella, lloraba solamente en ocasiones específicas; con libros de romance donde el protagonista parecía salido de un cuento de hadas, películas cliché del mismo género, cuando nuestros recuerdos juntos invadían cada rincón de mi mente o estando hormonal por mi ciclo menstrual.
La razón por la que solamente mantenía contacto con Iria era simple, Julián y yo compartíamos grupo de amigos y no podía poner a mis amigos en esa situación incómoda y ridícula de elegir por uno u otro, el tiempo fue pasando y tuve que volver a mi vida normal, una vida normal que incluía a mis amigos y esas tardes llenas de risas, claro que eso también lo incluía a él, y dolía, mirarlo dolía e ignorarlo como solía hacerlo también. Lo ignoraba porque era lo mejor, yo no estaba apta para creer y escuchar cada palabra que salía de su boca, y él no estaba listo para darme explicaciones, pero en varias ocasiones lo había descubierto mirándome cuando nadie se daba cuenta.
Actualmente, pasaron seis meses, y estamos bien, hablamos poco y nada, porque cuando lo hacemos todo se vuelve un caos, reclamos por acá, indirectas por allá y eso origina discusiones, porque nunca pudimos hablar después de lo que pasó, nuestra historia no tuvo un cierre, las heridas no pudieron sanar.
Empecé terapia bajo la insistencia de mi mamá que piensa que aún sigo deprimida, y es una completa mentira porque estoy lastimada pero no deprimida. La psicóloga creyó que era mejor darme este cuaderno de emociones para que yo pudiera drenar y hablar de esto que me pasa las veces que quiera porque aunque nuestros amigos hayan seguido adelante y Julián ya no sea mi tema de conversación, siento que necesito ser completamente sincera y expresar todo lo que me pasa.
En la actualidad es viernes por la noche, y antes de tener esta necesidad de escribir todo esto, estaba leyendo un libro que tomé prestado de la librería de mi mamá, estuve ignorando los mensajes de Iria toda la tarde para salir porque sé que eso no la va a detener, por eso cuando escucho el timbre ya me imagino que es ella confabulando con mi mamá y al pasar los minutos me doy cuenta de que no estaba equivocada.
— ¿Ya estás lista?— Pregunta la desgraciada, ignorando que me negué a ir toda la tarde.
—¿Te parece que estoy lista?— A pesar de que sea una pregunta retórica, estoy segura de que va a responder.— Es una pregunta retórica, no quiero que respondas.— Aclaré.
-—¿Y qué esperas para estarlo?— Y ahí está, Alma Herrera, alias mi madre, confabulando con mi mejor amiga para empujarme al mundo externo un viernes por la noche.
— ¿Vos también?— Pregunté con evidente cansancio.
-—Tu mamá siempre va a estar de mi lado, acéptalo.— Negué con la cabeza ante la respuesta de Iria y suspiré, ella tenía razón.
— Las odio.— Me quejé y salí rumbo a mi habitación para cambiarme, Iria era buena ganándome por cansancio y si se aliaba a mi mamá, muchísimo más.
Y esa es la pequeña historia de como terminamos en un nuevo bar de la ciudad, en donde podías comer pizza y tomar cerveza hasta reventar mientras jugabas juegos de mesa. Elegimos el juego por excelencia que destruye amistades e incita a las acciones más bajas e inmundas como el jenga.
— Para hacerlo más divertido, vamos a agregarle prendas al juego a cada quien que se le derrumbe la torre.— Sugirió Felipe, el mejor amigo de Julián, el de las ideas y chistes tontos, pero claramente que todo el grupo aceptó, porque obviamente en todo grupo de amigos hay alguien que sugiere ideas tontas y otros que las llevan a cabo.
Ya el juego se estaba volviendo complicado, porque la torre tenía muchos huecos y había empezado a tambalear, este era mi turno de sacar una dichosa maderita y que el estúpido reto de Felipe se lo llevara otra persona y eso me estaría costando porque Julián se había dedicado a hacerme la vida imposible cuando era mi turno. — ¿Podés parar?— Me quejé cuando el flash de su celular me dejó ciega, mientras fingía sacarse una foto.
-—¿Y vos te podés apurar? — Replicó él y yo rodé los ojos, obviamente ya estaba nerviosa y alterada, también todavía seguía media aturdida por el flash impactando en mis ojos, todo eso contribuyó en el derrumbe de la torre.
-—Esto es tu culpa.— Acusé cruzándome de brazos.
—Como todo lo que pasa en tu vida.— Ese tono de burla y sarcasmo hacía que me hirviera la sangre.
— Que bueno que en algo estemos de acuerdo.— Respondí mientras suspiraba y esta vez mis amigos empezaron a rodar los ojos, decían estar hartos de estas mini discusiones cargadas de mala onda e incómodas para ellos.
—Gracias a este hermoso momento que nos acaban de regalar, tengo decidido mi reto.— Habló Felipe con sarcasmo mientras levantaba las manos en el aire y sentí miedo, porque él daba los peores retos y más difíciles de cumplir.— Van a convivir 30 días en el departamento de Julián para ver si ya de una vez arreglan sus problemas y estas cosas dejan de pasar. — Sonrió irónicamente mientras cerraba los ojos y todos estábamos en shock.
-—No, olvídate, no. —Me negué rotundamente y no hace falta aclarar lo que pienso de esto.
— Los retos se cumplen, las prendas se cumplen, eso significa que si no, no tenés palabra.— Reclamó él y yo rodé los ojos, Julián seguía estático en su asiento y parecía que su cuerpo estaba con nosotros, pero, que su mente ya nos había abandonado.
—Es una locura lo que estás pidiendo y no lo voy a hacer, es un juego estúpido.— Respondí con obvio malhumor.
—No fue un juego estúpido el día en el que me retaste a llamar a mi ex y decirle que todavía sentía cosas.— Acotó Victoria y a ella se sumaron las quejas de Brisa, Iria y Felipe.
Esta discusión se extendió a toda la noche, nos olvidamos del juego, de la pizza y la cerveza, mi idea era seguir negándome rotundamente a esto, pero una cosa llevo a la otra y terminé aceptando, no sé si por presión, por deseo propio o porque en este grupo de amigos las apuestas y retos se tomaban muy en serio e ir en contra de ellas era un completo insulto.
Pienso que esto puede terminar muy bien o muy mal, y capaz esta idea de Felipe no fue tan mala, después de todo, necesito darle un cierre a esta relación, saber si esta fue la única mentira, si hubo más en el proceso, y enterrar estas partículas de sentimientos hacia él que quedaron en mí.
No creo que el resultado sea muy distinto al de una simple y cordial amistad, porque no me imagino siendo capaz de volver a confiar, a amarlo con locura y a entregarle todo de mí, porque una vez que Julián perdió todo eso, lo perdió para siempre y sin vuelta atrás.
Este reto de Felipe, era más complejo de lo que me imaginaba y por eso decidí dividirlo en partes: La primera, explicarle a mi mamá toda esta situación, obviamente ella también estuvo en desacuerdo y también le pareció una situación un tanto ridícula. La segunda, decidir que voy a llevar y tratar de guardar eso en una noche para empezar y terminar con esto lo más rápido posible. Y la tercera, que sería mudarme, esa sería llevada a cabo mañana, cada parte con su nivel de complejidad.
No sé que nos va a pasar en estos siguientes treinta días, pero, espero que tengan la menor cantidad de drama, porque ya estoy harta de él.
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30 días para recuperar(ME).
Teen FictionJulián Ortega y Evaluna Herrera, dos personas separadas por la falta de comunicación, de confianza, de tiempo, de un factor desencadenante pero nunca por falta de amor. ¿El factor desencadenante? Una mentira.