¡Por fin ha llegado el día! Gritaste mentalmente cuando te despertaste por la mañana del sábado 6 de octubre. Abriste los ojos para ser recibida por un Law aún durmiente. Hoy era su cumpleaños, una fecha que habías preparado durante tantos inacabables días. Con cuidado de no despertarle, saliste de la cama y te ajustaste tu sudadera preferida que anteriormente pertenecía Law, hasta que habías decidido robársela para usarla de pijama. No es como si al joven ojeroso le importase...
Abriste la puerta para encontrarte, sorprendida, a Bepo al otro lado. Estaba respirando agitadamente y su cola se movía de un lado a otro frenéticamente. Te pusiste en cuclillas y acariciaste la cabeza blanca del cánido, poniendo a la vez un dedo sobre tus labios. Sabías que Bepo era un perro de comportamiento ejemplar, y era por eso que si le pedías silencio lo cumpliría.
Entraste dando saltitos casi etéreos en la cocina, esperando preparar un buen desayuno -libre de pan- para Law. Iba a ser un gran día.
Law fue recuperando la consciencia y lo primero que llegó a sus sentidos fue el característico aroma de café negro y tortitas. Lo segundo fue tu ausencia, pero una cosa implicaba la otra, así que lo dejó pasar. Soltó un gruñido y se giró en la cama, quedándose en una postura en la cual estaba boca abajo con la mejilla pegada a la almohada y los brazos a ambos lados de su cabeza. Esto es gloria... Pensó casi inconscientemente. A diferencia de cómo suele ser su inteligente mente, ahora mismo estaba adormilado, casi no sabía cómo llegó a reconocer el olor del desayuno que, por alguna extraña razón estabas preparando.
Intentó despejar todos esos pensamientos de su cabeza y volver a un sueño profundo, no se sentía capaz de tratar con los problemas del día en ese momento. Sin embargo, tuvo que despertarse quieras que no cuando sintió algo pesado saltar sobre su espalda.
Escuchaste un gruñido casi inaudible, pero que claramente reflejaba dolor, y sabías que esa queja era de Law. Extrañada, saliste de la cocina -asegurándote de apartar el desayuno del fuego para no quemarlo, como muchas veces antes habías hecho- y cruzaste el salón. Bepo no estaba sobre el sofá, que era donde le viste por última vez y, además, la puerta a vuestro cuarto estaba abierta de par en par. Entraste apresuradamente sólo para librarte de todos los sentimientos de preocupación con una fuerte carcajada.
"¡Bepo, pesas un quintal! ¡Bájate!" La escena delante de tus ojos era una curiosa en efecto. Law estaba de espaldas al techo, una gran bola de pelo sobre su espalda, impidiéndole escapar. Te acercaste suavemente, casi sin poder mantener la risa, y acariciaste la oreja de Bepo, que había decidido quedarse dormido sobre el cuerpo de su dueño. El animal abrió sus ojos negros y circulares, salió de la habitación. Law soltó un pesado suspiro y se incorporó en la cama sobre sus antebrazos, aún boca abajo.
"Vaya, esa es una manera efectiva para despertarte, tengo que apuntarla" Comentaste con una risilla. Law se sentó propiamente y te miró amenazante.
"No te atrevas" Dijo, aunque con un toque de diversión de fondo, casi imperceptible. Te volviste a reír y acariciaste sus mechones mientras él te colocó en su regazo y empezó a mover sus caderas contra las tuyas, el mal humor de antes completamente desaparecido y reemplazado por amor y deseo.
"Lo cierto es que quería despertarte más delicadamente" Law cesó el movimiento y arqueó una ceja curiosa. Acercaste la cabeza a la suya y le diste un beso de esquimal. "Felicidades, Law" Una sonrisa apareció en sus labios y cerró la distancia entre vosotros. Te separaste al poco tiempo, mucho para su decepción. "Tengo una sorpresa" Besaste la punta de su nariz y te levantaste de la cama, ofreciéndole una mano para ayudarle. La tomó y se dirigió al armario para ponerse algo de ropa decente.
ESTÁS LEYENDO
La felicidad existe.
FanfictionSecuela de "¿Me guardas un secreto?" Ha pasado un tiempo desde que te mudaste a casa de Law y terminaste el instituto. Sin embargo, ¿cómo será tu vida ahora? Law y tú.