Una emoción nueva al acecho

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El bosque destinado para "el día de la caza real de Arendelle", se hallaba a algunas horas de distancia del reino.

-Pero...a pesar de la distancia, este bosque ya es parte de los territorios de Arendelle, ¿verdad, señor Deavor?- inquirió Freyanna al mayordomo, con una fingida timidez.

-Efectivamente mi lady,- respondió él, reprimiendo un bostezo.

Pero ella no tomó ese cansancio a mal. Después de todo, los sirvientes del palacio habían tenido que despertarse mucho antes del amanecer con el fin de preparar todo para traslado hacia dicho lugar.

Eran cerca de las 8 de la mañana, cuando llegaron a la entrada del bosque.

Antes que nada, había que armar las tiendas y levantar un elegante campamento para los espectadores del evento. Y, con el fin de realizar dicha labor, algunos hombres bastante fornidos y vestidos con ropa de trabajo, salieron de unos carruajes y se pusieron manos a la obra.

Entre ellos, estaban todos los guerreros que venían de Kraedegryr.

Freyanna sonrió para sí misma; la fuerza bruta y el gusto por el trabajo pesado de sus "compatriotas" era en extremo apreciado en Arendelle.

Sin embargo, un pensamiento recurrente sñ:

"Incluso los hombres de la élite del reino les encanta el trabajo pesado bien hecho. Pero... ellos no lo practican. No tiene sentido."

-¿Todo bien, querida?- preguntó Yrsa, la cual estaba en el mismo carruaje que Freyanna y su mayordomo.

-Sí, su majestad,- respondió Freyanna. -Es sólo que, bueno... las cacerías me traen muchos recuerdos.

Yrsa sonrió.
-Me da gusto oír eso. Pero recuerda; aquí la costumbre es que las mujeres salgamos de los carruajes hasta que el campamento esté instalado.

Freyanna asintió.

-Y después,- continuó Yrsa. - ¡Tenemos que vernos bien para animar a los caballeros en su cacería! Así que nos pondremos nuestros lindos vestidos veraniegos y nos arreglaremos con esmero.

Freyanna le sonrió tiernamente.
Pero, lo cierto era, que la idea le revolvía el estómago.

Si había entendido bien, los nobles solteros le regalaban sus presas a la dama casadera de su interés.

Y por desgracia, ninguna tenía permitido rechazar tales "regalos."

Si tan sólo lo recibiera de alguien que fuera de su más remoto interés.

Pero no lo había; quitándoles sus título nobiliarios y escasos atributos físicos, los sofisticados hombres de Arendelle le resultaban carentes de... algo.

Mientras Yrsa le daba instrucciones a Deavor y a otra dama de compañía, Freyanna miró de reojo hacia afuera de la ventana del carruaje.

De repente, alguien llamó su atención. Era uno de los supervisores de la puesta del campamento.

Pero no era un sirviente más.

Era Runeard.

Al minuto siguiente, el príncipe abandonó su responsabilidad de checar el trabajo y ayudó a cargar y a acomodar los postes de madera que conformarían los palcos en donde las damas esperarían los trofeos de caza de sus "admiradores."

Runeard trabajaba a la par con los nativos de Kraedegryr. Reían y bromeaban entre ellos.

Sin embargo, a diferencia del resto, el futuro rey tenía una forma muy única de proceder.

Lucía seguro, varonil y elegante a la vez. Era como si imitara lo único bueno de los hombres del territorio de Kraedegryr... y lo hubiera fusionado con el refinamiento de la élite de Arendelle.

Sin dejar de observarlo con discreción, un extraño deleite empezó a formarse en el interior de Freyanna.

Y entonces, la chica tomó una decisión.

Una muy arriesgada decisión.

(...)

El campamento había sido levantado con éxito.

Y sentados en las gradas recién armadas, bajo la fresca sombra de un amplio techo de tela, se hallaban los reyes.

-Te ves divina, querida- murmuró Ulrich a su esposa, mientras daba una orden con la mano a un encargado de los caballos.

-Gracias. Aunque... siempre me dices eso cuando me pongo vestidos veraniegos. Y estos siempre son muy... reveladores.

Ulrich la miró de reojo, para luego disimular una sonrisa.

-Bueno, el calor del verano debe de aportar alguna recreación a los caballeros, ¿no?

Yrsa miró cómo las invitadas salían de sus respectivos carruajes, luciendo sus "frescos" vestidos, con los que capturaban  las miradas de los jóvenes que se preparaban para la caza.

-Confío que Freyanna también lucirá igual de... ¿atractiva?- inquirió Ulrich.

Yrsa asintió.

-Le confeccionaron un vestido con el que conseguirá muchos trofeos. Aunque...

Al escuchar el cambio de tono en la voz de su esposa, Ulrich la miró y alzó una ceja.

-Me preguntó si podía hacernos un regalo, como muestra de gratitud.

-Y... le dijiste que sí, supongo.

Yrsa asintió.

-Pero, no me dijo qué ni cuándo nos lo daría. Además,  me pareció muy raro que me lo dijera hoy, de entre todos lo días...

-No hay porqué angustiarse, linda. Freyanna se ha adaptado muy bien a las costumbres de Arendelle. Estoy seguro que lo que sea que planea ofrecernos...

-¡¿ES UNA MUJER?!

La escandalosa pregunta había sido emitida por uno de los pajes más jóvenes.

-Calla, tonto- musitó un sirviente de más edad, tapándole la boca.

Pero aunque el chico no hubiera gritado, Freyanna no hubiera podido pasar desapercibida.

Sin embargo, no traía un pícaro vestido veraniego.

Su traje estaba confeccionado con fibras fuertes y resistentes, que se entallaba a su cuerpo a la perfección. La larga falda de su vestido era corta para la época: 8 dedos abajo de la rodilla y no traía enaguas. Aunque, abajo de la misma, portaba unos ajustados pantalones de cuero.

Aún así, la joven traía una capa que le cubría el pecho y los muslos, así que sus "curvas femeninas" no estaban del todo expuestas.

Y claro, para hacer juego, calzaba unas largas botas de cuero y su cabello estaba peinado con una rústica trenza.

A su espalda, cargaba un carcaj con flechas y un arco.

Todos la miraban, entre confusión y asombro.

Pero Freyanna no se inmutó.

Y cuando estuvo frente a las gradas donde se hallaban los reyes de Arendelle, se inclinó ante ellos y los saludó:

-Sus majestades...


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⏰ Última actualización: Dec 19, 2022 ⏰

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