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Desperté a la mañana siguiente con el canto del gallo, apenas había un par de personas en las calles. Preparé unas rebanadas de pan calentadas al fuego, corté unos trozos de queso para acompañarlo y llené con agua fresca mi cantimplora de calabaza.
Tomé el morral con lo necesario, que ya había preparado la noche anterior, mi arco y el carcaj y salí para reunirme con Geralt.

El brujo ya estaba junto a su caballo frente a mí puerta.

-Buenos días, Geralt- dije tendiéndole uno de los trozos de pan con queso- es el desayuno, sé que a esta hora Marla aún estará durmiendo.

-Buenos días- dijo tomando el pan- gracias.

-No es nada, necesito a mi escolta en plenas facultades- dije bromeando- tengo un par de manzanas para los caballos, ¿te importa si le doy una a Sardinilla?

-Adelante- contestó antes de darle un mordisco al pan con queso.

-Buenos días a ti también chica- dije acariciando el hocico de Sardinilla- ten, pero no se lo digas a Trax, se pondrá celoso.
Sardinilla terminó la manzana en apenas dos mordiscos.

-Tardaré un minuto en alistar Trax- dije dirigiéndome a las caballerizas del pueblo.

-¿Podrá mantenerse calmado frente a los monstruos?- preguntó Geralt.

-Mientras yo esté tranquila, él lo estará también- aseguré- pero si llega a ponerse nervioso, le dejaré ir, el conoce el camino de regreso.

Geralt asintió y esperó a que acomodarse la silla de Trax, le diese su manzana y nos pusiésemos en marcha.

-Las flores se encuentran a un par de kilómetros del lago- le comenté- tienen un tono violáceo con manchas blancas, te agradecería que me avisases si las ves.

-De acuerdo- dijo Geralt a mi lado- si nos encontramos con un monstruo y te digo corre, tú corres, si te digo que te estés quieta...

-Lo entiendo, me estoy quieta- dije- puedo hacer caso de vez en cuando.

Él asintió y llegamos a los límites del pueblo, el día estaba nublado y las nubes ocupaban gran parte del cielo, pero no parecía que fuese a llover pronto.

-¿Puedo hacerte una pregunta? - dije tras unos minutos en silencio.
-Mmm- dijo.
-Lo tomaré como un sí- dije divertida- ¿conoces el santuario de Melitele en Ellander?
-He estado allí- respondió- ¿por qué la pregunta?

-Me han dicho que allí hay todo tipo de hierbas medicinales, algunas que ya no puedes encontrar en ningún otro sitio- contesté- y siento curiosidad, Eskel lo mencionó, pero no estoy segura de que mi curiosidad sea bien recibida en un santuario a una diosa en la que no creo fielmente.
-Allí son bienvenidas todas las personas que buscan refugio, conocimiento o se sienten perdidas- respondió Geralt- Nenneke es la abadesa, te recibirá con los brazos abiertos si tus intenciones son buenas.
-En ese caso, tal vez lo visite pronto- dije- No debería quedarme mucho más tiempo aquí.
-¿Te siguen buscando?- preguntó.
-Según las últimas noticias que he recibido, sí, aunque mi supuesto prometido se ha vuelto a desposar por cuarta vez- dije- tengo claro que antes de volver para casarme con ese hombre, me bebería un frasco de extracto de belladona.
-Tarde o temprano se cansarán de buscarte- comentó con la mirada fija en el camino- y tal vez puedas regresar.
- Aunque echo de menos a mis seres queridos- confesé- no volvería, ni por todo el oro del mundo, a la clase de vida que tenía allí, no ahora que he visto lo que hay fuera de las paredes de piedra del castillo y la ciudadela.

-Monstruos, bandidos, enfermedades y guerras- enumeró Geralt.

-Esas son sin duda, realidades que me he encontrado- admití- pero me refería a personas buenas que necesitan ayuda, elfos que están recluidos en los bosques y apenas subsisten, conocimientos que podrían ayudar a esas personas. Se que sueno cómo una idealista o una ilusa, pero no creo que mi destino fuese vivir, para convertirme en el juguete de un rey, que no puede mirar más allá de lo que le cuelga entre las piernas.

Bajo tu embrujo. Geralt the RiviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora