Nada.

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Blanco. Luces brillantes. Voces chillonas, profundas. Gritos.

Mi cuerpo se siente entumecido, ¿Voy corriendo? No, es algo más. No me muevo, me llevan. Algo frio en mi pecho, liso y pegajoso. ¿Dedos? Si, largos y delgados. Arriba, algo blanco, luces. Algo va mal. Algo va muy mal, pero ¿Qué?

-Hola, hola. Hey, hey, quédate despierta, ¿Si? Necesito tu nombre. ¿Cuál es tu nombre?.- algo interfiere con las luces y me pregunta por mi nombre.

- Y yo...- mi voz trata de salir. Lo intento una vez más. Estoy muy cansada.

- Bien, solo quiero que te quedes conmigo ¿Ok? No cierres los ojos.- lo que me pedía era imposible. Mis ojos daban vueltas y mis párpados pesaban. Intentaba decir mi nombre, de hecho, yo trataba de saber mi nombre. Era sencillo, algo fácil. Mi nombre. No recordaba mi nombre. Traté de buscar en mi cabeza, pero cada vez que me acercaba había algo que me lo impedía y dolía. Era una sensación horrible, la impotencia, la falta de piezas. Un espacio vacío, en blanco me devoraba.

- Debemos suturar las heridas. Los cristales rotos perforaron ambos costados. Y, tal vez pierda el brazo.

- ¿Qué hay de la señora?

- Murió. Su cráneo estaba hecho añicos cuando llegamos. El camión impactó de su lado. Y el taxista murió igual.

-Entonces, es un milagro.

- Es muy pronto para saberlo.

La cabeza me daba vueltas, ahora consciente del dolor punzante de mi cabeza y el supurante ardor y dolor del cuerpo.

Una punzada fuerte en el corazón.

Un latido estruendoso.

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Destinados. (Ruben y tu).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora