Un poco de juego no hace daño

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Me aparte de Cedric a una velocidad impresionante. Nos quedamos estáticos mientras observábamos a Fred parado frente a nosotros.

-Emm...- Intenté excusarme de alguna manera.

-¡Lo sabía, lo sabia!- Dijo en un canto mi amigo pelirrojo mientras realizaba una danza victoriosa.

-Callate. Fred. ¡Callate!- Corrí y le cubrí la boca con mi mano.

-Smcmme lm mmnm dm lm bmcm- Dijo Fred detrás de mi mano.

-Escúchame bien. Ni una palabra. A nadie. Somos amigos, ¿okey?- Mire a Cedric en aprobación, mientras el miraba la escena divertido.

-Tu mandas- Dijo el Hufflepuff alzando los hombros, dandome a entender que podia inventar la mentira que quisiera. Ambos sabiamos que no era del todo cierto, aunque tampoco mentia.

-¡Au! ¡No me muerdas la mano!- Retire mi mano tan rápido como me aleje de Cedric hace un momento.

-Los amigos no se besan así. ¡Tu nunca me besaste así!- Agregó Fred. Cedric reía por lo bajo.

-¡No es divertido!- Le dediqué una mirada severa.- Y tú...- Me dirigí a Fred nuevamente.- Ni. Una. Palabra. ¿Entendido?-

Y Fred asintió. No porque me tuviera miedo, pero porque sabía cuánto me importaba algo así. Supo por mi mirada cuan serio era esto. Él lo sabia.

Tampoco estaba segura de por que queria esconder esto. No es que me avergonzara, al contrario. Quizas, simplemente no queria ser observada. No lo se...

Por otro lado, ¿Qué pensará Cedric de todo esto? Me pregunto que pensara sobre el ocultar nuestra situacion. Creo que es cuestion de hablarlo, a pesar de que me aterre completamente. Hablar de esconder algo implica definir ese algo. Quizas tan solo lo posponga.

-Ahora vamos adentro- Fue más un mandato que una sugerencia de mi hacia los chicos.

Dentro de las Tres Escobas, nuestra mesa se estaba vaciando. Todos habían tomado sus respectivos abrigos y gorros y se despedían entre sí. De repente todos voltearon un breve instante hacia nosotros tres al oír el portazo, pero luego volvieron a sus mundos.

Menos una persona. Neville seguía contemplandonos. Había algo en su mirada, en su manera de vernos. Obvió la presencia de Fred por completo, y posó su mirada de Cedric a mi, ida y vuelta.

E ida y vuelta su mirada se desarmaba más y más. Hubo algo en esa secuencia que no logré descifrar. Sus ojos decían algo que no podía comprender del todo.

Intente sacudirme la idea de que algo no me cerraba. Me dirigí a mi asiento y tome mis pertenencias, era hora de emprender la vuelta.


La mañana siguiente fue un poco confusa. Me había levantado horrorizada, nuevamente perseguida por una pesadilla.

Esta vez, me encontraba en clase de Transformaciones, allí estaban mis compañeros, la profesora McGonagall y una silueta extraña.

Luego el paisaje cambió, había mucha nieve, no podía ver bien que pasaba, la gente había desaparecido, pero la silueta continuaba ahí, y se volvía más y más grande. Esta adoptaba la forma de dos personas: un hombre y una mujer.

Dos amantes: las siluetas se besaban, se mezclaban, iban a la par. Y luego otra silueta aparecia. Una tercera persona, más pequeña, un hijo. Los amantes peleaban, discutían. La nieve aumentaba y las siluetas se volvían más oscuras.

Finalmente, los amantes se separaban y posteriormente partían, cada uno a su rumbo, dejando a la pequeña silueta, sola.

Al abrir los ojos decidí escribirlo. Era una práctica que realizaba de vez en cuando. Lo hacía para entender los sueños, desentrañar aquello que estaba enredado en mi mente. Aunque este último no necesitaba explicación. Supe su significado incluso antes de despertar.

Tiempo contigo- Cedric DiggoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora