Siempre me gustó más el verano... Los rayos de sol golpeando en mi cuerpo, ropa fresca, una brisa cálida en el ambiente. Él me hizo cambiar eso. Ahora disfrutaba del crudo invierno, con sus tazas de café caliente, bufandas por todos lados, nieve en las ventanas, y sus ojos. Esos ojos que me hacían sentir como en casa. Esos ojos que, al mirarlos, podías ver sus sentimientos, sus pesares, sus miedos, sus deseos. Me hubiera gustado disfrutar de esos ojos más tiempo. Eso era lo que me faltaba... Tiempo.
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