Frank
Genial. Casi dos horas sin clases. Es el momento perfecto para poner mi plan en marcha ahora que ni Mikey ni Ángela está cerca. Un plan un tanto improvisado, pero espero que funcione.
Jamás he visto a Alex en la cafetería, o en algún lugar de la escuela sus momentos libres, así que la sigo, asegurándome de que ninguna de las amigas de la loca pelirroja esté cerca. Alex atraviesa el patio y se camina hacia la parte trasera de un salón, apartando unos arbustos.
Bien, eso es extraño.
Voy detrás de ella, aún con el cuidado de que nadie me note. Aparto las plantas que nos separan.
La miro ahí sentada, en el pavimento, con las piernas cruzadas y con un libro en el regazo. No creo que se diera cuenta de mi presencia hasta que estoy de pie frente a ella. Se sobresalta y cierra su libro con un ruido sordo.
— ¿Qué haces aquí? — Se pone de pie de un brinco.
— Solo vengo a hacerte compañía.
— ¿Qué te hace pensar que necesito compañía? ¡Y sobre todo tuya!
No está muy amable de nuevo. Parece ser que cuando se trata de mí nunca es amable.
— Tranquila. Me aseguré de que ni Ángela ni ninguna de sus amigas me viera. Ellas seguramente están es su entrenamiento de voleibol.
Si, a diferencia de otras escuelas, no tenemos porristas, sino jugadoras de voleibol que son algo así como su equivalente.
— Eso no me importa. Lárgate de aquí.
— Oblígame. — Me encojo de hombros y me siento. Levanto su libro y leo el título en voz alta. — ¿Romeo y Julieta? — Me arranca el libro de las manos — No pareces una chica de romance.
— Y no lo soy — Contesta cortante — Sólo que no tenía otro libro que leer. ¿Y por qué mierda te estoy dando explicaciones?
Me recuesto con los brazos detrás de la cabeza y levanto una ceja.
— Quizá me lo dices porque sabes que muy en el fondo estás enamorada de mí.
— Sí, claro, Señor Arrogante — Genial, más sarcasmo. Como si no tuviera suficiente con Arnold — ¿Ya me dirás a qué viniste? Y no me digas que a hacerme compañía, porque todos saben que tú nunca— enfatiza la última palabra — Vendrías a hacerle compañía a alguien como yo. Estoy muy fuera de tus estándares, ¿no?
Agh. ¿Por qué se resiste tanto?
— Está bien. Te diré lo que quiero y porqué estoy aquí. Quiero salir contigo.
Creo que soy muy directo, pero así lo quería ella, ¿no? Se queda con los ojos muy abiertos y su mandíbula cae abierta. Esta vez no puede decir que no la impresioné.
— No. Aléjate de mí.
— No lo haré.
— ¿Por qué? ¿Qué quieres de mí? Hay tantas chicas en la escuela, ¿y quieres salir conmigo? Estás loco.
— Tal vez, pero tú eres más loca al rechazarme a mí.
— Oh, no. Estoy más cuerda de lo que crees. Es por eso que te rechazo. — Me siento de nuevo y levanto la vista hacia ella.
— Ya veo lo que pasa, pero olvídate de Angie. No tiene porqué enterarse.
— Y yo no tengo porqué salir contigo. No estoy tan desesperada.