━ 𝐋𝐗𝐗𝐗𝐕: Brisingamen

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•─────── CAPÍTULO LXXXV ───────•

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──── CAPÍTULO LXXXV──

BRISINGAMEN

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        SINTIÓ UNA GENTIL CARICIA EN SU BRAZO DERECHO, allá donde las frazadas no la cubrían. Al principio comenzó como algo sutil y prácticamente inapreciable, pero poco a poco aquel suave cosquilleo se fue intensificando. Sus ojos permanecían cerrados, aún sumida en su apacible duermevela. Primero percibió el inconfundible tacto de unos dedos que se deslizaban insinuantes por la piel desnuda de su brazo... Luego la sensación húmeda de unos labios besando su hombro y el lateral izquierdo de su cuello.

Drasil ronroneó mientras sonreía, abandonando lentamente el mundo de los sueños. Se removió bajo la gruesa manta de piel de oso que la protegía del frescor de la mañana y entreabrió los ojos, somnolienta. La claridad del nuevo día, que ya empezaba a filtrarse por la ventana, la obligó a cerrarlos de nuevo, justo antes de taparse el rostro con las manos.

—Buenos días, escudera. —La voz de Ubbe se coló en sus oídos como la más hermosa de las melodías—. ¿Cómo ha amanecido mi esposa, hum? —Su tono todavía era algo ronco, señal inequívoca de que él también había despertado hacía relativamente poco.

Esta vez la hija de La Imbatible emitió un gruñido, cosa que pareció divertir al hombre, que rio entre dientes. Apenas un instante después, su mano izquierda volvió a acariciar el brazo de Drasil, que se había colocado bocabajo para poder hundir el semblante en la almohada, huyendo desesperadamente de los rayos del sol naciente.

—Sigo teniendo sueño... Así que de «buenos días» nada —farfulló ella.

Ubbe esbozó una sonrisa torcida, para posteriormente instar a la skjaldmö a que lo encarase. Drasil así lo hizo —no sin antes remolonear un poco—, girando sobre su propio eje para poder quedar recostada de medio lado. Sus iris esmeralda, bajo los que podían atisbarse unas prominentes ojeras, continuaban entornados y tenía la nariz arrugada en un tierno gesto.

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