12.

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Komaeda suspiró, hacer cartas de despedida no era divertido. Pero las únicas cartas que había hecho iban dirigidas para el castaño. Le molestaba. No tenía a nadie más, era un poco triste.

Pero ahora no tendría sentido hacer amigos, de todas moriría pronto. Sería un desperdicio de tiempo.

Levantándose de la silla, se tiro en su cama. Volvió a soltar otro suspiro. ¿Qué debería hacer ahora? Su vida se había vuelto más aburrida, además de que su salud había empeorado.

Su corazón casi se sale de su alma al escuchar su teléfono sonar. Agarrando valor, respondió con calma.

“¿Sucede algo, Hinata-kun...?”

“Ah, quería preguntarte si podía ir a tu casa?”

“Oh, si, bien, esta bien, supongo.”

“Que alivio, de todas formas hubiera llegado porque ya estoy cerca.”

“¡¿Qué?!

Sin pensarlo colgó la llamada, tirándose de la cama, comenzó a ordenar lo más que podía su casa, también cambiándose de ropa y arreglando su alborotado cabello.

Cuando miro su cara en el espejo, no pudo evitar hacer una cara de disgusto, su cara era fea de por sí, pero ahora se miraba peor, su cara se miraba más pálida de lo normal y demacrada. Con rapidez, agradeciendo internamente por haber hecho aquella compra, se colocó un poco de maquillaje sobre su cara.

Aunque no quedó satisfecho con su trabajo, no pudo hacer nada más cuando el timbre del apartamento sonó.

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