El lugar olía a medicina, todo era tan blanco y con gente caminando de aquí para allá, de allá para acá. Podían verse abuelos y abuelas, niños, bebés, señoras, señores, y obviamente, doctores caminando por todo el hospital.
Luego del anterior “accidente” Fuyuhiko y el albino decidieron ir finalmente al verdadero destino. Aún faltaban unos minutos para que llegara la hora de la operación, pero aún así tenían que entregar ciertos documentos y exámenes, cosa que se encontraba haciendo Fuyuhiko justo ahora, mientras Komaeda se paseaba por el pequeño jardín del blanco hospital, observando con paz a los pacientes caminar por ahí, varios en sillas de ruedas.
Komaeda miró al cielo.
—Ahh, finalmente llegó el día... —su corazón se sintió un poco más enfermo. Mientras observaba las hermosas nubes que creaban figuras abstractas, se sintió un poco, por no decir demasiado, observado.
Y estaba en lo correcto, una niña, de tal vez unos seis o siete años, se sentó en la banca donde el estaba y lo miraba fijamente.
La niña sonrió con un sonrojo en sus mejillas.
—Señor, creo que es una de las personas más lindas que he visto en mi vida.
Komaeda se sorprendió.
—U-Uh, ¿qué?
—¿Qué hace aquí? ¿Se lastimó? Aunque no parece lastimado. —la chica lo examinó de arriba a abajo. —Tampoco tiene una bata como yo, ¿viene a consulta? ¿Sabía que mi mamá trajo a mi hermano también a pasar consulta? No suele venir seguido como yo, me pregunto porqué soy la única que siempre termina en el hospital, bueno, como decía, ¿que tiene señor? ¿Le duele algo?
—Wow, wow, wow, tranquila, pequeña. —Komaeda rió. —Solo, bueno, mi corazón duele un poco, pero no es mucho de que preocuparse.
Los ojos de la niña brillaron como si hubieran aparecido miles de estrellas en ellos. —¡Oh, entonces usted es igual que Ibuki!
—¿Ibuki? ¿Quién...?
—¡Yo, yo, yo! ¡Soy Ibuki Mioda!
—¡Oh! Un gusto, pequeña Ibuki. Yo soy Nagito Komaeda, un gusto.
La chica de dos colitas se levantó del banco rápidamente y tomó la mano de Komaeda para comenzar a agitarla alegremente. Ibuki sonría alegremente, a pesar de que en su cara podían notarse unas ojeras y su piel un poco pálida. La pequeña volvió a sentarse al lado del albino, pero está vez se quedó en silencio, sólo moviendo sus piernas que quedaban colgando por la altura de la banca.
—¿Tu que haces aquí, pequeña?
—¡Ah! Yoo, yo, mi corazón —la pelinegra toco su pecho—, esta malo. No creo que sea lo mejor, mi mamá siempre me sonríe y compra cosas, pero... —sus ojos observan las grandes nubes—, la he visto llorar.
—Ah, l-lo siento.
—¡Esta bien! ¡Ibuki estará bien pronto! ¡Mamá dijo que tendría una cirugía, me da miedo, pero si así logro evitar que llore, me parece bien! —Ibuki levanto sus brazos con emoción, mientras movía sus piernas y manos con entusiasmo.
—¿En serio? ¡Wow, que valiente chica, soy tu fan!
—¡Espera a que tenga mi propia banda! ¡Te quedaras con la boca abierta!
—Wow—Komaeda sintió su pecho cálido al ver a la niña tan feliz y con tanta energía, ver como hablaba sin preocuparse por su alrededor, el instinto de querer protegerla sin importar que, era inevitable—Si sigues sonriendo de esa manera, tu mamá seguramente sólo querrá sonreír contigo siempre, sin lágrimas.
—¡Oh! ¿¡Tú crees!? Entonces sonreír todos los días a partir de ahora.
Komaeda e Ibuki hablaron y rieron por varios minutos más, hasta que el grito de una mujer llamando el nombre de la pequeña los distrajo. Ibuki devolvió el grito para llamar la atención de su madre y movió su pequeño brazo para lograr ser ubicada.
—Ibuki tiene que irse... —hizo un pequeño puchero. —Espero volver a verlo
—Ah, ¡claro que volveremos a vernos! Solo promete una última cosa, ¿puedes?
—¡Claro que sí!
—¿Prometes cuidarte y luchar hasta el momento en que nos volvamos a ver?
—¡Lo prometo! ¡Ibuki tomará todas y cada una de sus medicinas! ¡Ya verá, cuando me vuelva a encontrar, Ibuki será la persona más sana de todo el mundo! —la pequeña posó como si de un héroe se tratara.
—¡Claro que si, eso espero!
—¿Usted podría prometerle una última cosa a Ibuki? —Komaeda la miró sorprendido y asintió. —Cuando volvamos a vernos, ¿promete dejar de sentirse de esa forma y tener un verdadero brillo en sus ojos?
—¿Eh? ¿Qué?
Ibuki soltó un pequeña risa. —Sus ojos dicen mucho, señor. Me tengo que ir, ¡hasta ese día!
Antes de que Komaeda pudiera preguntar a qué se refería exactamente, Ibuki salió corriendo, no tan rápido, hacía los brazos de su madre que la esperaba sonriente. Podía ver de donde sacó esa linda sonrisa. Pero no fue mucho tiempo para que su teléfono comenzará a sonar con el nombre de Fuyuhiko en la pantalla.
Komaeda colgó luego de unos minutos de llamada, con su corazón a mil y sus manos heladas del miedo, se dirigió al cuarto que le habían asignado para finalmente prepararse y tener todo en orden cuando sea el momento. Su corazón no había dejado de latir desde que entró a la habitación blanca y limpia, ni cuando comenzó a despojarse de sus ropas, tampoco cuando se baño completamente para colocarse la bata del hospital, ni aunque Fuyuhiko le haya dado un fuerte golpe en su brazo porque “no le estaba prestando atención”
Y Komaeda podía notar como su amigo también se encontraba sumamente nervioso cuando usaba su celular y sus dedos eran temblorosos, ya cambiando y listo, solamente esperando para ser llamado, Fuyuhiko coloco su teléfono frente a su cara, sorprendido, iba a tomarlo, pero Fuyuhiko le terminó dando un golpe en la cabeza que lo impidió hacerlo, algo molesto terminó sonriendole al pelirosa que se encontraba al otro lado de la pantalla
Estaba eternamente agradecido por eso.
Porque, aunque aún se sentía así un poco, lo helado de sus manos desapareció lentamente y el dolor de estómago también se esfumó, las pequeñas risas y discusiones con su tonto amigo lograron calmar todo su nervioso ser. Finalmente, luego de unos veinte minutos, una enfermera a cargo llegó para avisar que estaba a punto de ser trasladado, Komaeda se despido por última vez de su amigo y Fuyuhiko colgó la llamada.
El corazón de Fuyuhiko y Komaeda estaba a mil por hora, el albino no podía hacer nada más que apretar sus manos con fuerza mientras iba recostado en la camilla y observar el blanco techo del hospital. Mientras tanto Fuyuhiko iba detrás de los enfermos, sin poder quitar la mirada de su amigo. El rubio aprovecho el momento en que los cirujanos y enfermos empezaron a discutir con otro enfermo al olvidar algo.
—Oye, no te preocupes, ¿sí? Todo saldrá como esta planeado.
—Si, lo sé. Tu debes ser quien tiene que calmarse.
—Tonto. —Fuyuhiko rió entre dientes.
—Luego de esto, podemos ir por un helado, ¿te parece?
—Más que perfecto.
Komaeda y Fuyuhiko se dieron una última sonrisa alentadora, antes de que el enfermo los separara para finamente entrar a la habitación
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Hanahaki
FanfictionSu garganta dolía y ardía cada vez más con el tiempo, pero esta bien, esta bien si es por Hajime.