26.

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Las personas seguían normalmente, el clima era brillante, como oscuro en ocasiones, la gente trabajaba con normalidad y los minutos corrían como siempre.

Sus manos sudaban, no podía mentir, estaba hasta la mierda de asustado, no estaban siquiera en el hospital y el nerviosismo estaba apoderándose de él. Llevar a tu amigo a realizarse una operación, que incluso podría atentar contra su vida, no es algo lindo.

Y ahora solo faltan aproximadamente unas tres horas para la operación, así que se encontraba sentado en el sofá del apartamento de su amigo, esperando a que aquel terminara de alistarse, y cada vez que el albino pasaba frente a él, su corazón se oprimía un poco más. No quería perderlo, no quería que siguiera sufriendo y la única forma de que todo su dolor se desvaneciera era con esa operación. Pero en el fondo deseaba que hubiera otra forma.

—¿Qué tanto me miras? —preguntó Komaeda, mientras se ponía un suéter encima. —¿Acaso quieres que te bese?

—¿Qué? Qué pesadilla, cállate.

—Grosero. —Komaeda frunció el ceño, para luego sacarle la lengua en forma de burla.

Komaeda corrió a su cuarto, comenzando a guardar su cosas personales en una mochila, se miró una última vez en el espejo, aunque lo que vio lo disgusto un poco, sentía que su tiempo se acaba así que simplemente salió de su habitación. Pero antes de cerrar completamente, volvió a mirar todo su cuarto, recordando las veces que había pasado con Hinata ahí dentro, todas las pijamadas, todas las veces que chismeaban entre ellos, cuando hacían karaoke y las vecinas venían a callarlos.

Ah... Como extrañaba todo eso.

Komaeda rió y cerró la puerta.

—Fuyu, ya estoy.

—Bueno, ¿nos vamos?

—Claro, quiero pasear un poco antes de eso. —Komaeda sonrió, mientras tambaleaba su cuerpo.

Fuyuhiko miró el reloj en su muñeca. —Mmm, tenemos tiempo, vamos.

—Bueno, bueno, gracias.

Cuando Komaeda y Fuyuhiko salieron del edificio, rápidamente subieron al auto del rubio. En el camino discutieron sobre los lugares que quería visitar el albino, con música de fondo y las risitas del albino, todo parecía perfecto. Finalmente decidieron por ir a tes lugares al parque, Tokyo Skytree y un centro comercial que solían ir. El camino se volvió silencioso, para nada incómodo, hubiera sido perfecto si Fuyuhiko no hubiera tenido que estacionarse al lado de la calle por el susto que le dio Komaeda.

Komaeda había comenzado a toser, normal, no había nada por lo que asustarse, pero la tos comenzó a intensificarse y el respirar se le estaba volviendo más difícil. Fuyuhiko rápidamente paró el auto y solamente desabrocho su cinturón para buscar una botella de agua en los asientos traseros. Su estómago se hizo pequeño y sus ojos se abrieron más de lo que deberían cuando le iba a dar la botella de agua a su amigo, Komaeda se había calmado un poco, pero ahora su boca, manos y ropa estaban manchadas de grandes cantidades de sangre, sin ignorar los malditos pétalos de los que tanto odiaba.

—¿¡E-Estás bien!? —Fuyuhiko lo miró preocupado.

Komaeda miraba su manos y ropa en pánico, su ojos no podían ver un punto fijo, su manos temblaban y su boca no lograba formular bien las palabras, asustado de ensuciar el carro de Fuyuhiko el pánico comenzaba a apoderarse más de él, las lágrimas no tardaron en aparecer y miró a su amigo con miedo, pánico vergüenza y muchas más emociones desagradables.

—A-Ah, yo, perdón, n-no quise—

—¡Komaeda! —Fuyuhiko tomó las manos de Komaeda sin pensarlo, asustando al albino que intentó soltarse para no ensuciarlo, pero no lograndolo gracias al apretón que le dio el rubio. —Eso no importa, no me importa si el carro se ensucia, lo que me importa eres tú. Dime, ¿ya estás bien? ¿Necesitas algo? ¿Deberíamos ir al hospital ya mismo?

—A-Ah, no, bueno... —Komaeda respiro profundo, con su voz temblando tanto no podía responder correctamente. Luego de cerrar sus ojos por unos segundos, volvió a hablar. —Yo... Estoy bien. Si, creo que ya estoy bien, no te preocupes.

Fuyuhiko que aún lo miraba con preocupación, suspiró. Busco en su mochila algunos pañuelos para que Komaeda pudiera limpiarse, finalmente encontrandolos y dándoselos, Komaeda le agredecio con una linda sonrisa, como si antes no hubiera pasado nada.

—Ah, odio esto. Estoy hecho un desastre.

El rubio examinó a su amigo, mirando su camisa que estaba llena de sangre, incluso sus pantalones.

—¿Deberíamos ir primero al centro comercial? Así podríamos ir a una tienda y comprarte una camisa.

—Ah, no, no, vengo preparado. —Komaeda le sonrió, desabrochando el cinturón, se estiró para alcanzar su mochila. Sacando de ella, una camisa blanca con un dibujo en medio, una chaqueta verde y finalmente un pantalón negro. —Mira, ¿te gusta?

—Oh... Si, pero, ¿por qué traes todo eso?

—Obvio, sabía que podía pasar esto, ya me acostumbré.

Komaeda rió. Fuyuhiko no pudo evitar sentir molestia, el rubio suspiro y recostó su frente en el volante del carro.

—Tú... No tendrías que estar acostumbrado a estas cosas.

Komaeda miró sus ropas con tristeza. —Mmm, ¿tu creés? —Komaeda miró sus manos que aún tenían algunos restos de sangre. —Tal vez me lo merezco, ¿No será este mi castigo por amar a alguien que ya entregó su corazón a alguien más?

Fuyuhiko lo miró con enojo.

—Estúpido, nadie en su vida debería ser castigado por amar.

Hanahaki Donde viven las historias. Descúbrelo ahora