29.

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Mientras la anestesia hacia efecto en él, podía escuchar como los doctores se movían y el sonido de los materiales siendo movidos. El sueño se apoderaba de él cada vez más y más, hasta que finalmente sus párpados cayeron.

Las paderes eran de un color piel, la cama donde se encontraba era suave y todo lo de su alrededor era familiar, luego de pensarlo un poco, cayó en cuenta, era su habitación. Su visión se volvió clara y cada vez más clara, las cosas parecían hacerse mucho más visibles y familiares, Komaeda frunció el ceño.

¿Todo lo del hospital fue un sueño?

El albino se levantó y camino por su habitación, no había nada que lo hiciera creer que era un sueño, incluso pudo sentir el dolor de golpearse la cabeza contra la cabecera de su cama, cosa que arrepintió de hacer porque su cabeza comenzó a doler.

Aunque era un dolor fuerte, como si su cabeza hubiera sido golpeada con más fuerzas de las que hizo.

Komaeda salió de su habitación y examinó todo el apartamento, todo estaba igual, incluso las pantuflas que siempre olvida guardar, mientras observaba el increíble cielo que había por las ventanas, salto en su lugar cuando su hombro fue tocado.

Y estaba seguro de que su alma estaba apuntó de irse cuando se encontró con aquellos ojos verdosos.

—Uh, ¿H-Hinata-kun...?

Había quedado en shock, suficiente con tener que acomodar su memoria, sino que ahora también aparecía el chico que se adueñaba de todos su sueños, y lo hacía sentir más nervioso el hecho de que el otro no decía nada, simplemente se limitaba a mirarlo fijamente.

—Komaeda... ¿Estás bien? —Hinata paso su mano frente a él varias veces —Te decía sobre el campamento, ¿al final vendrás o no?

—Ah, ¿qué...?

—Cierto, también Togami nos aviso sobre la basura de la vez pasada.

Komaeda frunció el ceño.

—Ah, eres tonto. Te dije que no tocaras tus ojos cuando estás cortando cebollas.

Estaba asustado, todo parecía escena de película. Hinata podía estar frente a él por un momento, pero, como si fuera magia, la camisa blanca y los pantalones negros que traía, se convertían en un sueter naranja y mágicamente aparecía en otro lugar del apartamento.

—Wow, ¿tantos chocolates? ¿No me darás alguno?

Finalmente lo entendió.

Eran recuerdos, sus memorias.

Las memorias que tanto atesoraba.

En un pestañeo todo lo de su alrededor desapareció, todo quedó completamente en blanco, por la izquierda, por la derecha, arriba, abajo, solo había blanco. Pero nuevamente esos ojos verdes aparecieron frente a él.

—Ah... Supongo que este es el final. —Komaeda sonrió. —Me pregunto si te estoy olvidando, aunque es lo que más temo, al final me dará igual, ¿no es así? Ni siquiera seré capaz de reconocer tus ojos.

Hinata sonrió.

—Ja—estiró su mano hasta la mejilla del castaño—, ¿por qué tienes que sonreír en un momento así? Que injusto.

El albino miró con tristeza al castaño mientras acariciaba su mejilla con cariño, ignorando las lágrimas que amenazaban con caer, se acercó a su “amigo” y lo abrazó con fuerza, sin recibir respuesta.

—Me gustas, Hinata-kun. Yo te amo, tanto que duele.

—Yo también te amo.

Soltó una pequeña risa mientras sus lágrimas caían sin paro, separándose lo suficiente como para ver los ojos del castaño, ladeo su cabeza y sonrió como si por sus mejillas no cayeran miles de lágrimas.

—¿E-Es así? ¿También te gusto? ¿Deberíamos intentarlo?

—Si, deberíamos intentarlo. —Hinata sonrió tanto que Komaeda pudo ver como sus ojos se achinaban un poco.

—Ah... —se acercó al rostro de Hinata hasta que sus narices llegaban a rozarse—mi Hinata-kun no diría eso.

Sin pensarlo, finalmente junto sus labios con los de Hinata en un tierno beso.

No hizo nada, simplemente junto labio a labio, comenzó a recordar todos su momentos con él, todas esa risas y llantos. Pero estaban comenzando a ser borrosos.

Cuando se separó, solo se digno a mantener sus ojos cerrados, mientras tomaba con fuerza la mano del otro. En su mente las imágenes aparecían como si fueran una película, pasaban rápidamente, pero podía recordarlas perfectamente, todo, excepto el hecho de que comenzaban a distorsiónarse.

Hinata que estaba junto a él en todo recuerdo comenzaba a ser borroso, comenzando por su cara, y luego por su voz.

Y lo recordaba aún, lo recordaba, lo recordaba, eso quería creer. No quería soltar la mano de quien estaba frente suyo.

Sus lágrimas comenzaron a brotar más de lo normal, su corazón se sentía intranquilo, sólo quería estar en su cama durmiendo mientras escuchaba música. Cuando quiso limpiar las lágrimas que caían de sus ojos, sorprendido miró a la mano que tomaba, para luego mirar al joven frente suyo.

Komaeda lo miró, lo miró, y lo miró. Sus pelo castaño y esos ojos verdosos, su piel pálida, era bastante lindo a su parecer. Luego de unos minutos, finalmente soltó su mano, pero incluso antes de que pudiera hablar, él chico desapareció, quedando solamente él y él espacio infinitamente blanco.

—A-Ah, ¿Quién...?















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Hanahaki Donde viven las historias. Descúbrelo ahora