27.

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Komaeda se encontraba mirando con emoción por los grandes ventanales de aquel edificio, tenía ya tiempos de no visitar el Tokyo Skytree. Solía venir con su abuela antes de que ella falleciera. La vista seguía siendo estupenda, ver todos los edificios, lo pequeño que se miraba todo el mundo, como si fueran hormigas.

En el fondo, muy en el fondo, escondió con fuerza aquel deseo. Donde quería ver este hermoso paisaje con Hinata.

Fuyuhiko solo caminaba detrás de él como si fuera su padre supervisando que su hijo no hiciera una tontería, y porque también tenía miedo de que el mismo accidente del carro sucediera aquí. Tenía que admitir que seguía asustado, suficiente era con que tenían la cita de la operación sobre sus espaldas, sino que ahora temía que en estas pocas horas su salud empeorara.

Aún así, no pudo contener su sonrisa al ver como Komaeda sonreía y se emocionaba cada vez que avanzaba más por los pasillos del edificio. Pasaron unas pocas horas ahí, disfrutando de la vista, viendo que cosas se encontraban dentro y recorriendo el gran edificio. Luego de tomarse un minuto, Fuyuhiko aviso a Komaeda que no les quedaba mucho tiempo antes de la cirugía, así que con una sonrisa Komaeda pidió ser llevado a un último lugar.

—Mmm, realmente no tengo un buen recuerdo de este lugar. —Fuyuhiko dijo mientras miraba a los alrededores, pero Komaeda simplemente iba caminando delante de él con una sonrisa en la cara, parecía que realmente le encantaba ese lugar.

—Oh, ¿Por qué?

—Uh, podría ser porque la segunda vez que vine a este parque fue porque cierto chico me pidió ayuda y cuando encontré a este cierto chico parecía un asesino serial.

—¿Qué? —Komaeda miró asustado a su amigo, solo vio como una vena de enojo salió en la frente de su amigo y sin darse cuenta ya había recibido un golpe en su cabeza. —¡Ay! Era broma, si lo recuerdo. —Dijo, mientras sobaba el lugar golpeado, con lágrimas en sus ojitos.

—Idiota, agradece que no te di tan fuerte.

—¿Cómo que ese no fue un golpe fuerte?

La cara de Komaeda se volvió más pálida de lo que era.

—Si, ¿Quieres comprobar? —Fuyuhiko sonrió, mientras se acercaba para darle un golpe en la frente, Komaeda lo agarro de sus ropas y lo colocó frente a él, como si se escondiera de algo. Fuyuhiko frunció el ceño. —¿Y ahora qué te pasa?

—Vamonos.

—¿Qué? ¿Qué te agarr—

—Hinata... Hinata-kun está justo a unos pasos adelante de nosotros. —Komaeda quién todavía tenía agarrada con fuerza la ropa de Fuyuhiko, trago saliva nervioso y con muchas emociones revueltas. No sabía que hacer, verlo de nuevo fue como un balde de agua fría, estaba feliz, emocionado, pero a la vez tenía miedo, pánico y dolor.

—¡¿Qué?! —Fuyuhiko tapó su boca rápidamente, volteando discretamente si había llamado la atención de aquel castaño.

—Si salimos corriendo justo ahora no creo nos note.

—Sí, tienes razón. —dijo Fuyuhiko, Komaeda simplemente apretó sus labios con fuerza, tratando de ocultar todos su sentimientos. Fuyuhiko lo miró por unos segundos antes de hablar. —Oye, Komaeda.

—A-Ah, ¿sí?

Fuyuhiko apartó la mirada. —¿No quieres hablarle o verlo bien una última vez...?

Komaeda lo miró sorprendido, quien tantas veces le dijo que se alejara de aquel porque le hacía daño, ahora estaba diciéndole que se le acercará, definitivamente era algo nuevo y raro. ¿Quizás no se dio cuenta cuando Fuyuhiko se había golpeado contra algunos de todo estos árboles? Porque todo eso era un poco raro. Pero aún así, algo dentro de él, decía que lo mejor era irse y volverlo a ver cuando todo estuviera mejor.

Komaeda sonrió. —Está bien, podemos irnos.

Fuyuhiko se sorprendió, pero sin agregar nada más, miró al chico castaño para realizar su plan con éxito, simplemente asintió con su cabeza, pero en lugar de correr, simplemente aceleraron su paso cada vez más. Llegando a unas gradas que daban justamente a la salida, Fuyuhiko le dijo a su amigo que esperara unos minutos mientras traía el carro justo donde se encontraba, Komaeda solo asintió mientras miraba como Fuyuhiko bajaba las gradas, lo que le causó un poco de gracia.

El sol todavía estaba fuerte, apenas eran las cuatro de la tarde, y el lugar donde se encontraba parado no era el mejor, recibía el brillo del sol en toda su cara. Komaeda miró hacia todos lados buscando un lugar donde hubiera sombra, pero terminó con su corazón acelerado otra vez, Hinata venía caminando justo hacia donde él, pero aún se encontraba un poco lejos como para que lo notará de inmediato, y además no se encontraba totalmente sólo, estaba acompañado de su adorada pareja, Nanami.

Komaeda no pudo apartar la mirada de aquellos dos, venían a paso lento mientras parecía que platicaban de varias cosas, el albino sonrió inconsciente al ver como Nanami se expresaba tanto con sus manos, casi que con todo su cuerpo, y Hinata la escuchaba con atención. Mirándolos por dónde fuera, ellos se miraban como la pareja más linda que existe, Komaeda suspiró.

¿Tal vez debería hablarle aunque sea esta vez?

Mientras Komaeda pensaba seriamente y con su estómago molestándolo de los nervios, el pito de la bocina de un carro lo distrajo, Fuyuhiko ya se encontraba frente a las gradas mientras lo llamaba.

Komaeda, con su cara cubriéndose del sol, le dio una última mirada a su querido amigo castaño. Sorprendido, pero sonriendo en grande le dió sus últimas palabras a aquel chico que lo miraba a lo lejos.

—Nos vemos, Hinata-kun.

El castaño que miró a lo lejos a aquel chico que le parecía conocido, pero que no lograba diferenciar por lo lejos que estaba, y además su miopía no ayudaba en nada, pero aún así, con todo y sus problemas de visión, sabía de algo

Que aquella persona se miraba simplemente hermosa con toda esa luz sobre él, tan brillante.

El castaño se sorprendió cuando ya cerca pudo reconocer un poco más a la persona, su corazón se aceleró y los sentimientos se apoderaron de él, quiso correr cuando su mirada y la del albino se encontraron por última vez, pero él agarre de su camisa lo distrajo y lo hizo apartar la mirada.

—Hinata-kun... ¿Estás bien?

—¡Ah, s-sí, sí! ¡Solo! —Hinata volvió a mirar hacia dónde se encontraba su gran amigo, pero ya no había nadie, ni un alma merodeando por ahí.

Su corazón se sintió pesado, llevaba el suficiente tiempo sin verlo como para que sus ojos se llenarán rápidamente de agua, y terminar siendo consolado por una pelirosa confundida.

Hanahaki Donde viven las historias. Descúbrelo ahora