24.

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El día estaba soleado y el calor era soportable, bueno, solo para el rubio con cara de bebé, porque por el otro lado Komaeda se estaba, literalmente, derritiendo del calor. Fuyuhiko y el habían planeado ir al centro comercial solo a pasar el rato, pero no esperaban que ese calor los atacara de frente.

Ahora solo paseaban por el centro sin tener nada que hacer, y a Komaeda realmente no le molestaba, es más, le encantaba pasear por todo el lugar y observar el contenido de cada una de las tiendas, realmente lo disfrutaría si sus pies no dolieran como el infierno. Porque como buenos ciudadanos promedios, no tenían carro; finalmente les tocó caminar hasta el centro comercial, ni siquiera tomaron un solo autobús porque para el rubio era una pérdida de tiempo esperar tanto tiempo.

—Oye, Fuyu.

Komaeda llamó a su amigo, pero este solo siguió caminando sin prestarle atención. Komaeda apretó sus labios para que todas las groserías que quería decir se quedaran dentro. Suspirando fuertemente, volvió a llamar a su amigo con un tono más alto.

—¡Oye, Fuyuhiko!

Fuyuhiko lo volteo a ver.

—¿Qué?

—¿Cómo que “¿Qué?”? Hemos caminado desde mi edificio hasta este centro, ¿y de paso quieres caminar por todo el lugar? Ya no aguanto mis pies.

—Que débil. —Fuyuhiko miró a su amigo con burla, pero aún así busco rápidamente una banca.

—Débil tu madre.

Komaeda escucho la risa burlona de su amigo y no pudo evitar enojarse más, pero su enojo se esfumó rápidamente cuando Fuyuhiko lo jalo como si fuera trapo y lo sentó en la banca.

—¿Mejor?

—Si, gracias. —dijo Komaeda, mientras lo miraba mal.

Los chicos se quedaron sentados en esa banca por unos largos minutos, el rubio sólo se digno a ver su teléfono, mientras que Komaeda solo miraba a la gente pasta frente a ellos, preguntándose el como serán sus vidas, si era felices o infelices, si tienen una amargura que no pueden borrar y todo tipo de cosas.

Komaeda miro con nostalgia a aquellos par de chicos, que no conocía de nada, pero los sentía familiar. Porque no pudo evitar mirar en ellos a él mismo y a aquel castaño, los momentos antes de que su corazón arruinara todo. Y es que no podía evitar culparse a sí mismo, todo era su culpa, si tan solo sus ojos no hubieran mirado a su amigo de otra forma, si tan solo su corazón no se hubiera acelerado cada vez que lo miraba, sin tan solo no tuviera ni una clase de sentimientos por aquel.

Se asustó un poco al sentir un mano en su cabeza, y sintió una calidez hermosa cuando esa mano lo hizo recostar su cabeza en el hombro. Fuyuhiko había dejado su teléfono de lado y había dedicado sus minutos en mirar a su amigo, pero su corazón se sintió inquieto al mirar la mirada de su amigo.

—Por favor, no tengas una expresión tan dolorosa.

—¿Q-Qué...?

—Quiero que, al menos antes de la cirugía, te la pases bien.

Komaeda que aún tenía la mirada en aquellos chicos, suspiró. El albino apartó la mirada cuando sintió sus ojos llenarse de agua, solo podía apretar sus labios con fuerza y esconder un poco su cara en el hombro de su amigo. Aún así, su mirada volvía a los chicos, hasta que sus ojos se abrieron sorprendidos.

El chico que era más bajo molestaba al de pelo azul oscuro, pero en el momento en que el albino volvió a mirarlos, el momento se volvió más amoroso. Porque ahora sus caras se encontraban más cerca, sus mejillas sonrojadas y jugaban con las manos del otro. Y el corazón de Komaeda se sintió un poco más roto, pero a la vez cálido, cuando aquellos chicos se dieron unos pequeños besitos.

Komaeda pensó:

“¿En otra vida podré sostenerte de la misma forma?”

Hanahaki Donde viven las historias. Descúbrelo ahora