Regina estaba apurada porque quería que la casa estuviera perfecta, esa noche Robin había planeado una comida con unos compañeros de trabajo y quería dar buena impresión, aunque no sabía de quién se trataba y entre la ansiedad que le provocaba que su esposo quería anunciar algo muy importante que ella trató que le revelara, pero todos sus intentos fueron fallidos y la preocupación porque todo saliera justo como quería estaba muy impaciente y muy nerviosa, pero trataba de lucir segura y relajada por lo que continuaba insistiéndole a Robin para que le dijera quiénes eran los invitados.
“Robin dime, por favor”, le suplicó por enésima vez.
“Regina ya te dije, cuando llegue el momento lo sabrás”, no explicó más.“por lo menos ya sé de dónde saqué lo curioso”, dijo Henry, su hijo mayor quien disfrutaba de la conversación con sus padres y quería participar también.
“exactamente hijo, de mí heredaste ser tan guapo”, respondió Robin, mirando a la reacción de su esposa, a quien disfrutaba haciéndole bromas de este tipo.
De pronto se escuchó el llanto de un bebé, lo salvó su hijo de una respuesta asesina.
“¿por qué mi hermanito llora tanto?”, preguntó Henry, el bebé no hacía más que llorar, ni en las noches podían dormir pues los despertaba a todos con sus intensos gritos.
“Roland es un bebé amor”, dijo tocándole el cabello al niño de diez años, para que no luciera tan molesto, “¿qué te parece si vamos a ver qué necesita tu hermanito mientras mamá termina con los preparativos para la cena?, el niño asintió y subió las escaleras junto a su padre.
Regina siguió arreglando los últimos detalles para la cena, cuando el timbre del departamento se escuchó, abrió la puerta y cuando vio quién era, su ansiedad e impaciencia se convirtieron en una inmensa molestia, esa que conocía de memoria cada vez que estaba en su presencia.
“hola Regina, ¿cómo estás?”, saludó David con esa estúpida sonrisa que tanto detestaba, levantó una de sus tan perfectas y afiladas cejas y rodó los ojos.
“¿así que eras tú el misterioso invitado de esta noche?”, con evidente sarcasmo hizo su pregunta, cada día lo soportaba menos, y para su desdicha, era el mejor amigo de su esposo.
Era normal que lo recibiera de esa forma tan áspera, pero a él nunca le importaron sus malos tratos ni su evidente molestia en su presencia.
“¡David, amigo!, ya pensé que no vendrían”, exclamó Robin bajando las escaleras e interrumpiendo el momento entre Regina y David, ese que acostumbraba presenciar, eran como el aceite y el vinagre.
De inmediato Roland vio a su tío, le extendió los bracitos para que lo cargara, aumentando el mal humor de Regina.
“venga con el tío David”, lo cargó y habló como si fuera un niño.
“¿y Kat no viene contigo?”, preguntó Robin muy sorprendido, no era común que viniera a la casa sin su esposa, además, los había invitado a los dos.
“sí, claro solo que olvidó su bolsa en el auto, enseguida viene”, respondió David adentrándose en la sala, solo que algo llamó su atención, “¿dónde está mi pequeño torbellino humano”, casi no terminó su pregunta.
“¡TÍO DAVID!”, Henry bajaba las escaleras a la velocidad de un cohete para saludar a una de las personas que más amaba en su vida.
“¡pequeño!”, tuvo que mantener su equilibrio, es que el niño se lanzó sobre él balanceándolo al punto de caer.
“wow, se emociona más de verte que a mí cuando llego”, bromeó Robin.
“los tíos somos los que consentidores”, dijo encogiéndose los hombros.