"Podrás borrar los recuerdos de mi mente pero jamás los sentimientos de mi corazón"
Durante el sexto año de Hermione Granger en Hogwarts una serie de acontecimientos la llevan a sentirse cada vez más unida a su profesor Severus Snape, a pesar del od...
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Por fortuna Hermione disponía de las primeras horas de la mañana libres así que podía seguir postergando el reencuentro con los demás alumnos. Tras la desoladora conversación con Severus había decidido refugiarse en la biblioteca de Hogwarts. Pensaba que si la veían inmersa entre las páginas de los libros nadie la molestaría pues supondrían que estaba terminando sus cuantiosas tareas académicas. En cuanto llegó a ella ocupó el lugar más alejado de la entrada con la intención de evitar la mirada de los curiosos. Tratando de olvidar las palabras de Snape se construyó un muro de conocimiento con los manuscritos que allí se hallaban. Apenas pasaron unos minutos cuando oyó unos pasos aproximándose a ella pero rehusó la idea de levantar la vista del libro que estaba consultando. Tras escuchar crujir la silla de enfrente por el peso de quién había tomado asiento se maldijo a sí misma antes de dirigir la mirada a su indeseado acompañante.
— Te has saltado la hora del desayuno — Comentó Potter mientras dejaba un pequeño paquete en la mesa.
Éste descubrió una parte del mismo soltando el nudo de la servilleta con el escudo de la escuela. Hermione observó que era uno de sus postres favoritos. Un bollo relleno de mermelada de frambuesa levemente aplastado por haberlo llevado Harry en el bolsillo de su túnica.
Granger le dedicó una pequeña sonrisa al ver el tierno gesto de su amigo.
— Sabes que está prohibido introducir alimentos en la biblioteca — Señaló la joven.
— Como si nunca nos hubiésemos saltado las reglas — Respondió con complicidad su amigo.
La muchacha alargó la mano para hacerse con el dulce pues a decir verdad sentía su estómago quejarse por el largo ayuno.
— Gracias – Dijo mientras lo escondía colocándolo sobre sus piernas, fuera del alcance de miradas indiscretas.
Harry hizo un leve movimiento con la cabeza para indicarle que no había sido nada.
— ¿Cómo esta Ron? — Preguntó Hermione todavía preocupada por la salud de su amigo.
— Ginny y yo abandonamos la enfermería al comienzo de la hora del desayuno pero parecía un poco mejor — Comentó intentando animarla — Lavender se quedó con él.
Tras decir eso se introdujo la mano en uno de sus bolsillos y sacó otro pequeño paquete que guardó de nuevo con rapidez.
— El suyo es de miel con pasas — Informó Harry.
Al ver como su amigo había tenido ese detalle también con Lavender Hermione no pudo evitar apenarse. Aunque sonase tonto había pensado que tener tal gesto con ella era porque les unía una amistad especial.
— Sabes que tú siempre serás mi favorita — Se apresuró a replicar Potter como si le hubiese leído la mente tras ver la tristeza reflejada en sus ojos.
— Tranquilo Harry, lo sé — Respondió algo alicaída — Es solo que Lavender tiene razón.
Él colocó su mano sobre la de Hermione tratando de darle ánimos.
