1.

996 57 85
                                    

Conduje en círculos por las ya conocidas calles que muchas veces transité en mi adolescencia, nunca me había detenido a estudiarlas con detalle, pero ahora parecía que me había aprendido cada árbol que estaba plantado en las jardineras, en todos l...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Conduje en círculos por las ya conocidas calles que muchas veces transité en mi adolescencia, nunca me había detenido a estudiarlas con detalle, pero ahora parecía que me había aprendido cada árbol que estaba plantado en las jardineras, en todos los años que viví por aquí, jamás me fijé que florecían distintos tipos de gerberas, me gustaban esas flores, pero no podría decir que eran mis favoritas, puesto que ese lugar lo ocupaban las magnolias, en la casa de mis padres no pude plantar alguna magnolia porque era medio imposible y caro traer una de esas plantas.

Miré el reloj en el tablero del auto, me di cuenta que llevaba cuarenta minutos postergando la visita a casa de mis padres. Mi relación con mis progenitores era algo peculiar. Papá estaba bien, incluso, podía decir que nuestra relación era buena, Álvaro España era algo consentidor conmigo y creo que se debía a mi posición como la hija más pequeña de seis hermanos. Con mi madre, el asunto era diferente, todos mis hermanos tenían decidido su futuro, por lo que no le dejaban opción a Hestia Vasileiou de meterse en sus vidas y manejarlas, eso le hizo creer a mamá que siendo yo la última y más pequeña, podría influir en mi vida y de cierto modo, dejé que lo hiciera. Me hacía sentir un poco mal que ella pareciera tener la necesidad de opinar en nuestras vidas y mis demás hermanos simplemente se alejaran, así que permití que ella comenzara a moldear cada aspecto en mí, desde clases de pintura, (a las que les agarré el gusto) hasta la carrera de administración de empresas, ella soñaba que un día tomara el lugar de papá.

Detuve el auto frente al pórtico negro, la "E" de color dorado es lo primero que me recibe, luego es Gerardo, el vigilante de la mansión que posee mi familia, le di un breve saludo mientras conduje por el patio principal y aparqué el auto frente a la fuente de cantera, dándome cuenta que había más vehículos cerca. Bajé del vehículo dando un portazo que luego lamenté. La última vez que estuve en casa fue para Año Nuevo, es plena primavera y el jardín nuevamente ha tomado sus característicos colores verdes y rojos por las rosas y morados por las lavandas que hace años Artemisa, mi hermana y yo plantamos.

Subí los escalones de dos en dos hacia la entrada, la puerta principal no estaba cerrada con llave, así que la empujé, adentrándome en el interior. El recibidor se encontraba lleno de margaritas frescas recién cortadas del jardín que reposan en los jarrones que pertenecieron a muchas generaciones de la familia griega de mi mamá.

—¡Dory!—Calista salió de una de las puertas que llevaba a la cocina, mi nana se acercó y me dio un abrazo que correspondí.

Calista había estado en mi familia durante años, incluso trabajó en la casa de mi mamá en Grecia. Ella fue quien ayudó a mi progenitora en la crianza de todos sus siete hijos. Era una bendición tenerla con nosotros, la considerábamos parte de nuestra familia, como esa abuela que nunca tuvimos de la parte paterna y materna.

—Hola—dije luego de darle un beso en la mejilla.

—¿Estás comiendo bien, cariño?—preguntó.

El corazón de la bestia | Juan Pablo Villamil (Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora