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El día posterior de mi gran desastre con el dueño de Olimpo Villamil, decidí armarme de valor y programar una visita a casa de mis padres luego de mi horario en la empresa

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El día posterior de mi gran desastre con el dueño de Olimpo Villamil, decidí armarme de valor y programar una visita a casa de mis padres luego de mi horario en la empresa.
Era 30 de marzo y me sorprendió llegar a la empresa y darme cuenta que el bastardo gruñón no se encontraba ahí. Pensé que quizá se le había hecho tarde. Me encogí de hombros, restándole importancia y acomodé mi bolso en el escritorio. Encendí la computadora de escritorio e inmediatamente me fui a la carpeta donde estaba el contenido de algunos balances para revisarlos.

Masajeé las sienes de mi cabeza al ver tantos números, me esperaba un día largo con todos esos datos. Parecería raro, pero odiaba la economía y todo lo que tuviese que ver con números. Era buena en las matemáticas hasta que en cursos posteriores de mi educación aparecieron letras y las mierdas esas de despejar "x". Desde ahí mi cerebro se volvió un percebe, se me daban las matemáticas pero las odiaba con todo mi ser, a veces batallaba un poco y es que estar trabajando de ejecutiva no era verdaderamente mi sueño. Yo quería dedicarme a pintar, tener una galería de mis obras, pero eso estaba lejos de ser viable. Mamá solía decirme que el arte como hobbie estaba bien, pero que debía tener visión porque de pintura no iba a comer.

La computadora emitió un sonido de notificación, así que minimicé la pestaña del Excel y abrí la del Gmail. Tenía un nuevo correo de parte del gruñón que tenía por jefe.

jpvillamil_8@olimpocompany
Asunto: Aviso.

Mensaje: Salí de la ciudad por motivos personales, revise los balances.

Atentamente, su jefe triple imbécil adicto al sexo.

Cuando leí lo último volví a sonrojarme violentamente. Ignoré aquella sensación de bochorno y decidí concentrarme en el hecho de que Juan Pablo Villamil hubiese faltado tan repentinamente a cumplir sus labores como ogro en la empresa. Desde el primer momento en que pisé la empresa y por como lo describía mi papá, juré que este hombre no se despegaba de Olimpo Villamil ni para comer.

Debía ser algo importante para retirarse así o tal vez no. Quizá solo le había dado el síndrome de niño rico y seguramente en esos momentos estaba de viaje en las Islas Canarias o en Saint Tropez, derrochando dinero con un montón de chicas, al estilo Leo DiCaprio. De solo pensar en esa imagen, rodeé los ojos.

Me encogí de hombros. Fuera cual fuera la razón por la que se había largado, lo agradecía. Me sentía menos nerviosa que cuando era consciente de que solo una puerta de madera nos separaba.

Gran parte de la mañana la pasé pegada al escritorio repasando estadísticas, gráficas y un montón de números más hasta que mi estómago rugió, recordándome que no había desayunado nada más que un paquete de oreos cuando salí del departamento. Decidí ponerme de pie, tomar mi bolso y dirigirme al elevador para ir al piso de la cafetería con la que contaba la empresa.

El corazón de la bestia | Juan Pablo Villamil (Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora