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El ruido de mi teléfono, seguramente era la alarma que se me olvidó quitar aun siendo sábado por la mañana

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El ruido de mi teléfono, seguramente era la alarma que se me olvidó quitar aun siendo sábado por la mañana. Restregué mis ojos con las manos, en un intento de despertarme por completo. Lo primero que vi al despertar fue un techo completamente blanco y al voltear la cabeza, unas cortinas de un azul claro cubrían un gran ventanal, además, los muebles ahí no se parecían nada a los de mi departamento, definitivamente aquella no era mi habitación.

Los recuerdos de la noche anterior golpearon mi mente, provocandome un leve dolor de cabeza. Me enderecé levemente, sintiendo que las paredes se me venían encima. Me llevé una mano a la frente como si eso disminuyera la jaqueca.
Tomé el teléfono y le envié un rápido mensaje a Joe, reclamándole por haberme dejado ir con su primo. Maldito traidor.

Nuevamente mi cerebro me hizo detenerme alarmada para bajar la vista a mi torso, el alivio me recorrió cuando me di cuenta que seguía vestida con mi ropa de la noche anterior. Me levanté de la cama con pesadez y en contra de mi voluntad, coloqué mis zapatos y ubiqué mi bolso y chaqueta en uno de los sillones que había en la habitación. Esperaba con todo el corazón que Juan Pablo no estuviera para no tener que verlo.

Salí de la habitación, recorriendo visualmente el pasillo, asegurándome de que no había nadie, comencé a bajar las escaleras con cuidado, tratando de ser sigilosa e ignorando el molesto dolor de cabeza que martilleaba mis sienes. Visualicé la puerta principal, caminé unos cuantos pasos, lista para largarme de ahí.

—Al fin despertaste—dejé caer al suelo mi bolso por el susto.

Lo único que le pedía a la vida, no encontrármelo justo ahora y era lo que obtenía.

Es su casa, tarada. Obviamente te lo ibas a encontrar.

—Sí. Supongo que gracias, adiós—dije torpemente y sin voltear a verlo.

—¿Podemos hablar?—. Decidí voltear a verlo.

Mala decisión. Tenía esa mirada tierna y dulce que te da un cachorro golden retriever luego de haberse revolcado en el lodo.

Recordé las palabras de Penny, dejarle espacio a la duda, una vez que se me bajara el enojo, aceptar el hecho de que me diera explicaciones, no por él, sino porque yo me las merecía.

—Bien—acepté luego de levantar mi bolso del suelo.

Juan Pablo hizo amago de tomar mi brazo para guiarme, pero retrocedí, evitando su toque, él frunció los labios en una línea recta y luego me hizo una seña para que lo siguiera.

Caminamos hasta la que supuse era la sala de estar, al igual que toda la casa, estaba amueblada por sillones elegantes y detalles minimalistas. Había grandes vidrieras corredizas que daban vista al jardín, el cual tenía una piscina, aunque no había prácticamente nada de flores, solo césped y un...

—¿Ese es un...?

—Un árbol de magnolias pequeño, sí—dijo completando mi frase—. Tómate esto, por favor—me tendió un vaso con agua y una ibuprofeno.

El corazón de la bestia | Juan Pablo Villamil (Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora