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No podía estar faltando a la empresa con la excusa de estar planeando la fiesta, así que el martes volví a presentarme a mi horario normal, no quería ver a Juan Pablo, porque sabía que en cuanto sus ojos me encontraran, me pondría más roja que un ...

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No podía estar faltando a la empresa con la excusa de estar planeando la fiesta, así que el martes volví a presentarme a mi horario normal, no quería ver a Juan Pablo, porque sabía que en cuanto sus ojos me encontraran, me pondría más roja que un tomate y tenía miedo de estar en un mismo lugar que él, sentía un campo magnético que me empujaba con fiereza hacia él.

Podía compararme con una tonta y torpe polilla que se acercaba a la luz, atraída por un falso resplandor, una trampa perfecta y hermosa que lleva a la perdición.

Entré a Olimpo Villamil, siendo recibida por el olor a cítricos que normalmente reinaba en la recepción.

-Buenos días-saludé a Verónica, la recepcionista.

-Buen día, Pandora-me respondió con una amable sonrisa.

Caminé junto a los demás hacia el elevador, oprimí el botón para abrirlo y mientras esperaba, noté que las personas que se encontraban a mi alrededor, de repente enderezaron la espalda y dieron dos pasos a sus costados. Fruncí el ceño y me di media vuelta para investigar el porqué actuaban así. La respuesta fue clara: Juan Pablo.

El magnate venía entrando por las puertas cristal, saludando con un breve asentimiento de cabeza a quienes se encontraban a su alrededor, me fue inevitable desviar la vista de todo él. Vestía uno de sus trajes usuales que seguro costaban más que todo mi apartamento. Lo observé desabrocharse con elegancia los botones del saco negro, dejando a la vista su camisa blanca adornada con una corbata algo floja del mismo color.

Cualquiera le abría paso, seguros de no querer interponerse en su camino y decididos, como yo a admirarlo.

-Buen día-se situó a mi lado, esperando también el ascensor.

-Buenos días-contesté de manera tímida y desviando la vista.

El ascensor se abrió, él me hizo una seña con la cabeza para que entrara primero. Tragando saliva de forma nerviosa, di pasos de tortuga para adentrarme a la caja metálica. Mi pulso se aceleró cuando me di cuenta que nadie más de los empleados decidió sumarse a nosotros. Lo que me dejaba sola con él, en un espacio reducido. Justamente lo que deseaba evitar.

Agaché la vista, tratando de concentrarme en mis zapatos, que de repente me parecían la cosa más fascinante del mundo, pero no lo logré con éxito, era demasiado consciente de su cercanía, de su olor a bosque y menta, del roce de su brazo y el mío, aún por encima de la tela de nuestras ropas.

Las puertas del elevador se cerraron y entonces, lo hizo. Su mano rozó juguetonamente la mía, logrando que mi corazón se acelerara mil veces más, alcé la vista en su dirección, encontrándome con sus brillantes ojos olivaceos.

-Creo que tú y yo tenemos que hablar-dijo con voz ronca.

-¿Y te parece correcto hacerlo en un ascensor?-logré preguntar.

El corazón de la bestia | Juan Pablo Villamil (Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora