Juan Pablo:Desperté porque un molesto rayo que irrumpió en la habitación, iluminandola cegadoramente. Estaba lloviendo, no, más bien, el cielo estaba cayéndose. El sonido de un trueno retumbó por la estancia, sentí algo moverse por la cama, me tensé por unos momentos hasta que bajé la vista y vi una larga cabellera rojiza esparcida por toda la almohada. Pandora estaba dormida de espaldas.
Por supuesto que me acordaba de mi borrachera y las estupideces que hice y dije, la cruda moral ya empezó a cobrarme factura. Había vomitado encima de la única mujer que me hace sentir de nuevo. Premio al tipo más romántico del mundo.
Recordé cada palabra, le dije a Pandora que prácticamente estoy a su merced y no sé si es algo de lo que me arrepiento o no.
Pandora se removió en la cama hasta voltearse y quedar de frente a mí, me sorprendió la facilidad que tenía para moverse y seguir dormida, de hecho, me pareció indecible esa habilidad de conciliar el sueño tan fácil, hacía varios años que a mí me costaba hacerlo.
Miré su rostro, en la oscuridad no se podían apreciar bien las pecas de las que era poseedora. Estiré la mano dispuesto a acariciar su rostro, pero me detuve en seco, tenerla aquí y dejar que entrara a mi vida... Si ella se llegase a enterar de toda mi mierda, estaba seguro que correría y eso me dolería bastante.
Decidí levantarme de la cama, me incorporé lentamente para no despertar a Pandora, la pelirroja de retorció y luego, en automático se abrazó a mi almohada, cosa que me hizo sonreír levemente.
Nunca había compartido la cama así con ninguna mujer, cuando tenía encuentros sexuales, eran en algún hotel, jamás en mi casa y de eso también hacía algo de tiempo.Busqué en mi armario una sudadera, ya que por alguna razón decidí dormir con el torso descubierto y estaba haciendo frío. Tomé del buró mi teléfono que afortunadamente aún tenía algo de batería y salí de mi habitación, bajé los peldaños de las escaleras, me dirigí a la sala de estar, donde había otro piano de cola, recordé que luego de todo lo que sucedió, Laura, mi hermana mayor, me hizo aquel regalo, creyendo que se me pasaría la etapa de abandono por la música, pero claramente no fue así.
El piano no estaba lleno de mugre porque Cleo se encargaba de limpiarlo religiosamente, todos albergaban la esperanza de que retomara aquello que me hacía feliz y que volviera a ser el mismo, pero eso era imposible.
Una vez que rompes algo, por más que intentes pegar los pedazos, nunca queda bien y jamás vuelve a ser igual.
Me senté en el banquillo, frente al piano, observando las teclas como si ellas tuvieran las respuestas. Encendí el teléfono y me metí al grupo de WhatsApp que compartía con mis amigos. Quería desahogarme con alguien.
¿Alguien está despierto?
No pasó ni un minuto cuando mi teléfono vibró con el nombre de Simón iluminando la pantalla. Atendí de inmediato.
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El corazón de la bestia | Juan Pablo Villamil (Fanfic)
FanfictionHasta el corazón más frío se derrite en el fuego adecuado.