15.

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Juan Pablo:

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Juan Pablo:

Miré el ventanal de mi oficina, en el décimo piso había una vista magnífica de Bogotá, mirar el paisaje se me estaba volviendo in hábito espantoso porque le daba paso y rienda suelta a mi mente, que no dejaba de atormentarme cada que podía.

El sonido de unos nudillos golpeando la puerta de madera me hizo dejar de contemplar la vidriera. Sabía perfectamente de quién se trataba. Me erguí derecho en la silla de piel y junté todo el valor necesario para encararla.

—Adelante—dije.

La puerta se abrió y por ella entró Pandora, la pelirroja que hacía que mi mundo se tambaleara de forma peligrosa.

—Solo quería pedirle permiso para faltar el día de mañana y el miércoles—dijo y noté que nuevamente estaba hablándome de "usted" y con bastante formalidad. Me lo merecía.

—¿Por qué?—pregunté tontamente.

—Asuntos personales—contestó de forma cortante.

Formé una línea recta y tensa en mis labios. Quería saber el porqué se ausentaría, de solo pensar que tuviera algún problema...

—Está bien—dije.

—Gracias—respondió ella y se dio media vuelta para salir de mi oficina.

—Pandora—la detuve llamándola. La pelirroja se volteó encarandome—, ¿podemos hablar?—pregunté tímidamente.

—¿Sobre el informe del siguiente mes?

—No.

—¿Sobre el presupuesto que solicitó Martín?

—No...

—Entonces no veo de qué tengamos que hablar usted y yo—dijo.

—Pandora, quiero hablar sobre la gala...

—Yo no quiero hablar sobre eso—me interrumpió—. Si me disculpa, debo ir a dejarle el presupuesto aprobado a Martín.

—Pandora, de verdad quiero...

—Ese no es un asunto para tratar aquí y honestamente no me importa hablarlo ya—volvió a interrumpirme—. Le aseguro que no va a repetirse, señor Villamil. Con permiso.

Se marchó de mi oficina, dejándome como un idiota. Me masajeé las sienes con frustración.

Me reprochaba una y otra vez lo que hice con Pandora, era un imbecil de tiempo completo por haberla tocado así y luego haberme ido, por supuesto que quería besarla, quería acariciarla y recorrer cada parte de su cuerpo, pero como siempre, la vida me recordaba que los fantasmas del pasado seguían apareciendo aún cuando yo decidí enterrarlos años atrás.

—¿Quién se murió?—la voz de Juan Pablo Isaza, uno de mis mejores amigos, rompió el silencio que reinaba en mi oficina.

—¿A usted no le enseñaron a tocar?—me quejé.

El corazón de la bestia | Juan Pablo Villamil (Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora