Frotó sus brazos con las manos en busca de inhibir el frío que se colaba a través de su delgada ropa. Fue mala idea salir de casa sin suéter. Sin embargo, allí estaba, frente al desolado campo de girasoles. Observó las flores a punto de marchitarse. Lo comprendió. Él era similar. A punto de dejar caer sus áridos pétalos y convertirlos en polvo.
«¿Por qué?», preguntó al aire.
Recordó su visita matutina al hospital. Los análisis. Las miradas de lástima. La desdeñosa realidad. Y su corazón roto.
La incertidumbre volvió. A diferencia de ocasiones anteriores, el temor se hizo presente. No quería marchitarse. Quería seguir siendo un apacible girasol cubierto en una cálida luz solar.
«¿Por qué me alejas de quien más amo, abuelo?». Su alma reclamó. «Te lo había dicho. Encontré a mi sol. Entonces, ¿por qué me quieres llevar contigo? ¿Acaso mi alegría no es suficiente para estar junto a él?».
Se derrumbó. Las rodillas tocaron el lodo. Un grito. Dos gritos. Tres gritos. Su garganta se desgarró. No había otra alternativa. No existía otra solución. Su cuerpo era endeble. Siempre lo fue. Patético haber pensado que todo sanaría, que él sanaría las profundas heridas que guardaba dentro de sí.
Él era un girasol triste y no existía nada en el mundo que pudiera quebrantar el desasosiego que lo corroía.
El tiempo pasó. No sabe cuánto. Un minuto, treinta, cincuenta, cientos. Se quedó ahí. Se refugió para no afrontar la verdad.
Tomó la vieja libreta que guardó en su bolsillo trasero y, con despecho, escribió. No había otra cosa que pudiera hacer. La escritura era su única escapatoria. Sus sentimientos fluyeron y se impregnaron en el papel.
—Sabía que aquí estarías.
Levantó la mirada y, justo frente a él, los bondadosos rayos de su sol lo deslumbraron.
—Hola... —saludó. No supo qué más decir, pero eso no importó. Su estrella fulgurante se sentó junto a él.
—Siempre me he preguntado qué es lo que escribes en ese viejo cuadernillo...
—Sólo... pensamientos.
El silencio reinó. Pasó el tiempo. Ambos apreciaron las lúgubres flores amarillas. El ambiente se sentía distante. Las lágrimas seguían dispersas en su rostro.
—¡Mira todas esas tristes flores! —señaló el campo—. ¡Apuesto a que están celosas!
—¿De qué? —Sorbió su nariz.
—De mi precioso girasol. Sus pétalos dorados son los más especiales. —Lo tomó de la mejilla—. Hace que todos tengan envidia de su venerable brillo.
—Jeno... —sollozó y lo abrazó.
Otra vez, las lágrimas se derramaron en angustia. Su sol se quedó allí. Junto a él. Lo consoló con brillantes rayos de sol y sonrientes medialunas. Limpió las gotas saladas de sus ojos y besó sus inseguridades.
"Qué lamentable es que el sol esté tan cegado por el amor, que no puede apreciar los ocres pétalos de su marchito girasol".
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EL CHICO GIRASOL
Fanfic«De qué me sirve ser un girasol, si mis raíces marchitas ya no claman por la esperanza de abrazar un rayo de sol». 🌻 ↬ Fanfic. ↬ Historia romántica con tintes melancólicos. ↬ Nada de lo que se expresa aquí es real. Por favor, toma esta historia co...