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Sofia tenía 15 años.
Sofia: te gusta lo que ves? Jsjsj.
El hombrecito: ..... no tubo palabras para responder.
El hombrecito miró emocionado a la giganta Sofía mientras esta se quitaba los zapatos frente a él. La inmensa niña se quitó suavemente las zapatillas y colocó los pies, cubiertos por calcetines, en el suelo. El contacto entre el piso frío y la tela cálida y sudorosa de los calcetines hizo que el sudor se condensara, creando una enorme huella de su pie. Un hedor liberado en el aire que habría hecho que cualquiera volviera la nariz. El hombrecito, por otro lado, estaba completamente encantado. Respiró hondo ese terrible olor que llenaba sus fosas nasales. Sofía, que venía de un agotador entrenamiento en el gimnasio, también se quitó los calcetines. Su tela estaba completamente empapada en el cálido y espeso sudor que salía de sus pies, solo manipularlos le disgustaba. Cuando terminó, tomó al hombrecito en su mano y se acostó en la cama. Se dejó llevar por la enorme pero delicada mano de Sophia, y cuando la vio acercarse a él con sus inmensos pies, sintió crecer en su interior una poderosa excitación. Sofía se lo colocó en las plantas de los pies, luego se tumbó y descansó. El hombrecito estaba paralizado de la emoción, sus manitas se hundían en la suave piel de sus plantas, su cuerpecito estaba pegado a esa piel viscosa de sudor. El hedor que había percibido un rato antes ahora contaminaba todo el aire a su alrededor, tres veces más fuerte e intenso. Su pene se enderezó de la emoción, Sofía lo sintió y una sonrisa apareció en sus labios. El hombrecito, tomado por el éxtasis, comenzó a besar los hermosos pies de Sofía, lamió el sudor de sus inmensas plantas, masajeó aquella piel divina como se debe hacer con los pies de una diosa. Su pene erecto frotaba las gigantescas plantas de Sofía, haciendo que el hombrecito se emocionara y alegrara aún más.
