Mi primera carta para ti.

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Aedas

En algún punto de esta loca historia, he tratado de descifrar lo que significas, entender lo que estás tratando de representar. Quizás no tenga el derecho de intentarlo siquiera, pero no puedo evitar quererlo. Deseo desesperadamente conocerte, saber quién eres realmente, conocer tu verdadera esencia. En un momento eres amable y parecer ser tan vulnerable, pero se que eso solo representa una pequeña parte de lo que eres en verdad.

Eres todo un misterio. Te has convertido en una parte de mí. Es tan extraño, jamás me había intrigado tanto una persona, como lo haces tu.

Recuerdas el día que llegaste ebrio a mi habitación, recuerdo haber pensado que el sonido de tu risa era maravillo. Aunque me moría de vergüenza, ya que era la segunda vez que me veías en sostén. Pero no hiciste ningún comentario grosero sobre eso, lo cual agradecí bastante.

Me gusto tanto hablar contigo, mantener una conversación civilizada, sin groserías, ni reproches o comentarios sarcásticos de tu parte. Eres todo un enigma, aun no comprendo lo significa ser tu cielo.

He llegado a pensar en el infierno en estos últimos días, o más bien, noches. Casi siempre sueño contigo, no puedo evitarlo. En mis sueños tu eres mío, pero en la realidad, es solo un sueño.

Aedas, ¿quieres saber porque te he llamado, estúpido dios del inframundo?

La respuesta a eso es bastante simple. Te llamo así, por que eres tan exótico como el mismísimo Hades, pero eres igualmente estúpido. Aquella madrugada que llagaste a mi habitación, oliendo a wiski y menta, recuerdo que parecías estar molesto, y un poco celoso.

Confesaste estar molesto por la manera en la que llamo a Azi, pero lo que no sabes, es que tú eres la razón por la cual me siento afortunada. Aedas, tú eres MI ESTUPIDO DIOS DEL INFRAMUNDO. Y luego esa misma noche, tú y yo nos dejamos llevar un poco por la pasión.

Me gusta tu voz, tus brazos, tus labios, tus besos, tus carias, me gusta la forma en la que dices mi nombre. Me enloquece escuchar mi nombre con tu voz. Estúpido dios del inframundo, por qué no te das cuenta de que mi piel arde, bajo el incendio que eres.

Entonces, Aedas. Si tu eres como el infierno, ¿que soy yo?

Por siempre tuya, Perséfone.

Las cartas que jamás te di. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora