🍁 No bebas, imbécil

36.5K 3.1K 1.5K
                                    


🍁 SEMESTRE DE OTOÑO 🍁

La mansión Hilton se ubicó por cinco años consecutivos en la cúspide de la lista de mejores fiestas universitarias.

La música resbala en cada una de las habitaciones, las recorre por encima del costoso tapiz y se detiene en la sala principal donde una alfa pierde la compostura frente a una omega; la manosea, le sube la falda, la besa hasta correrle el labial y esparce sus feromonas para dominarla. Están tan distraídas en lo suyo que no se percatan de las personas que filman la situación entre risas.

Axel Green siente lástima por ellas. Nadie quiere un video viral donde haces el ridículo, pero no puede hacer nada. O, más bien, prefiere no hacer nada. Durante los últimos años de su corta y predecible vida, Axel descubrió los beneficios de no entrometerse: tranquilidad. Se encargó de enterrar cualquier vestigio de vida social y dedicarse exclusivamente al estudio. No amigos, no novios, no fiestas y, por supuesto, no sexo.

Aquel duro celibato no se debió únicamente a querer mantener su vida bajo control. No quería ser como los otros omegas que, al enamorarse, terminaban con un delantal rosado de volados en una casa de los suburbios esperando por el esposo con la cena lista.

«¿Universidad? ¿Para qué? No lo necesitas, Axel». Eso mencionó su papá creyendo que alguien como Axel solo debía vivir hasta conseguirse un esposo. Su padre y hermanos opinaban igual. Tal vez la falta de confianza de ellos no se debiera únicamente a su estatus como omega, sino a la personalidad de Axel.

Dentro de un año se graduaría, algo que confirmaba su victoria. Sería el primer omega en tener un título universitario de toda su familia. Su papá estaría orgulloso. Su hermana celosa. Ya saboreaba en sus labios los aplausos.

Sin embargo, tenía un tema pendiente que su compañero de habitación no le dejó pasar esa tarde: su nula vida social.

—Axel, no puedes graduarte sin realizar «La Lista» —definió Michael Welles como si Axel supiera que significase—. No sabes que es «La Lista», ¿verdad?

—¿La lista del supermercado?

Su compañero entrecerró los ojos.

—Responde. ¿Te enamoraste de un profesor?

—Son viejos apestosos que me miran el trasero... No.

—¿Te enamoraste de un deportista?

—¿Esta universidad tiene equipos?

—Dime... ¿Tienes un grupo de amigos anormales?

—¿Las voces en mi cabeza cuentan?

—Espero que, como mínimo, tengas experiencias sexuales.

—Un dildo en mi celo del año pasado —mencionó Axel—. Fue un delicioso dildo.

Michael se horrorizó.

—Es peor de lo que imaginé —lamentó—. Irás conmigo a una fiesta, conocerás gente y... La pasarás genial. Será el primer día de una nueva etapa. ¡Ya verás!

Axel consideró las posibilidades de arruinar su vida en una sola noche, usando una función exclusiva para su personalidad. El asunto no pintaba mal sino aterradoramente aburrido.

—Como sea.

Y no se equivocó, se estaba aburriendo.

De un lado tenía a adictos de metanfetamina y del otro a una pareja que se amaba muy desvergonzadamente. Sin mencionar que un simplón beta le echó encima un líquido amarillento, ensuciando su camiseta preferida. Axel deseó exterminarlo como en esas alucinantes películas de acción.

Un segundo después, lo pensó mejor. No necesitaba infinitas balas, solo le bastaría con una que dirigiría hacía Michael.

Su amigo prometió que no le abandonaría en ningún momento. Pero ahí estaba Axel, completamente desolado y sin conocidos a su alrededor, en medio de una fiesta que rozaba los límites de lo moralmente aceptable.

Se sentía muy fuera de lugar, cual cucaracha entre mariposas.

—¿Quieres?

Axel estaba muy asfixiado por el olor saturado a alcohol que apenas percibió que una muchacha beta se posó a su lado. Ella le estaba invitando un vaso de quién sabe qué mierda.

—No bebo.

Ni en las fiestas de fin de año. Su padre era un imbécil alcohólico, posiblemente el responsable de su apatía con la bebida o quizá se trataba de su necesidad de ser diferente a sus pares. O, tal vez, las campañas nacionales sobre el peligro de las adicciones entre jóvenes con la bebida y las drogas lograron concientizarlo.

—No te pregunté a ti —replicó la beta, tenía la mitad de la cabeza rapada—. Obviamente no bebes. Mírate. Joder.

Axel desistió de contestarle, ¿para qué haría eso? Esa beta lucía como si apenas pudiera mantenerse de pie. Lo que sí hizo fue observarla estirar el vaso al joven que estaba al lado. Este la tomó entre los dedos y lo colocó en la mesa ratona, sin beber nada. Luego cayó dormido con la mitad del cuerpo en el sillón y la otra en el piso.

Puedo beber, parece... Divertido, pensó Axel.

No era más que un retraído estudiante carente de carisma para tener amigos. Michael no contaba, eran compañeros de habitación de hace años, tenían la obligación de hablarse y tolerarse. Y eran muy distintos, mientras que Michael era el Sol, Axel era un charco de barro. Mierda, si le hubiera tocado un beta sin gracia, Axel no tendría complejos de inferioridad

Pero finalmente tenía la ocasión para olvidar todos sus problemas. Meterse en el mundo de los otros. Realizar estupideces. Encajar. Pertenecer a algo que le superaba. Sentirse ajeno a su vida cotidiana y enloquecer.

Un sorbo, solo un poquito.

Agarró el vaso. El líquido era de un marrón claro y eso le causó inquietud. ¿Qué tal si no era solamente alcohol? No. Dejaría las dudas para otro momento. Sus dedos temblaron sin permiso y rio de ello. Tan solo era una bebida, muchas personas beben litros de eso sin inmutarse.

¿Qué tan grave podía ser? Un pequeño sorbo. Casi nada. Otro. Uno más. Iba tomando ritmo. Y ya.

No supo muy bien en qué momento perdió el conocimiento. Quizá fue antes o después de la medianoche. Apuntó al día siguiente, con el dolor en las caderas, el chupetón en su clavícula y una extraña marca en su cuello, que nunca más pisaría la mansión Hilton.

No bebas, imbécil.

* * *

La semana siguiente, cuando Michael se fue a otra fiesta y no le insistió, tuvo mareos.

La semana siguiente a esa, cuando decidió estudiar para comenzar bien el año, tuvo vómitos.

Y la semana siguiente, cuando tuvo que irse a la habitación de confinamiento para omegas, descubrió que su celo no llegó.

—Maldición.

Lloró.

Muchísimo.

* * *

¡Gracias por leer! ¡No olvides votar y comentar 💜!

Señorito DesconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora