🎃 Te quiero, Axel

11.7K 1.5K 790
                                    

El año en que alguien dijo «Stephan es Inocente»

* * *

La mañana del juicio de Stephan, el cielo estaba repleto de nubes grises.

Axel Green se había quedado unos segundos a contemplarlas por debajo de un paraguas transparente luego de bajar de la camioneta de su papá. Las manos le sudaban y la piel la sentía resquebrajarse con la sequedad del viento. El instante que precedió a la entrada a la fiscalía, Axel fue ignorado por la prensa que estaba expectante de la llegada de las verdaderas víctimas.

El establecimiento era de mármol blanco y roble, a lo largo del pasillo se repartían columnas griegas y un montón de personas con finos trajes de más de diez mil dólares se paseaban de un lado a otro con tranquilidad, muy ajenos al escándalo de afuera. El aire que envolvía el ambiente era agrio y pesado, como si le bañara de un sentimiento de soledad profunda.

Quería irse. Esconderse bajo una piedra. No ser tan importante en un caso del que no quiso ser participe. Pero debía. Tenía que ser valiente, tener el coraje que no tuvo aquella noche. Se lo debía a Eliot. Debía ser... Debía ser alguien que no temiera de las consecuencias. Sin embargo, no creía tener la voluntad ni las fuerzas para presenciar la sentencia que se daría en algunas horas.

—Axel, ¿estás bien? —cuestionó su papá tocándole el hombro, Axel se sobresaltó—. Podemos irnos, no tienes que hacerlo. Nadie te juzgará, no lo permitiré, ¿sí?

La propuesta era aterradoramente seductora. Pero temía que, de aceptarla, ya no pudiese verse en el espejo. La vergüenza tomaría cada fibra de su cuerpo por el resto de su vida si no hacía lo que correspondía. Ese día, ese juicio, la prensa, no estaba esperando a que Axel se armara de valor y enfrentara a quienes le habían hecho miserable, ese día era el cambio en una comunidad cerrada y superficial. Ese era el día de la justicia.

—No soy el único que se armará de valor, hay otros tres que lo harán —pronunció Axel rascándose las palmas de las manos—. Debo quedarme y decir lo que vi, debo hacerlo por mi amigo. Es la última oportunidad.

Aquella noche de Halloween, en la que Axel observó impávido como abusaban de su mejor amigo, no sintió culpa, sino náuseas por no haberse movido. Y cuando Diana lo amenazó, entonces ya no sintió nada. Cada segundo a partir de ese momento, solo fueron monocromos y rancios, como tragar una pastilla de jabón cada bendito día. Viendo como Eliot luchaba contra un sistema diseñado para darle protección a quienes pudieran pagarlo. Y Stephan pagaba el doble.

Pero la voz de Eliot se escuchó, se alzó como fuego y quemó todo a su alrededor. A partir de ello, aparecieron otros quienes aseguraron haber sufrido lo mismo, pero los casos se archivaron porque no había pruebas y porque... ellos querían... O al menos eso se imprimió en los periódicos y Axel, a pesar de presenciar todo el apoyo que recibía su amigo, fue incapaz de decir «¿Sabes? Yo vi como Stephan se puso sobre ti, puedo ser testigo».

En cambio, solo fue un buen amigo y lo acompañó en todo. Cuando hizo la denuncia en la estación policial, cuando rellenó esos tres formularios, cuando Eliot estuvo delante de una médica que le dio pastillas para que no ocurriera ninguna desgracia. Axel estuvo siempre para Eliot porque de verdad lo apreciaba, porque de verdad sentía que había sufrido mucho. Pero, aun así, no dijo nada. Fingió no haber visto nada.

Pero ese día, ya habiéndole contado a Eliot la verdad y recibir su perdón, necesitaba tomar por fin tomar una decisión de la que no se arrepentiría. Y no sería callar.

—Me alegro de que seas una persona tan valiente —su papá le acarició la cabeza y Axel se puso colorado cuando notó que por fin habían llegado los protagonistas—. Creo que ya llegaron, ¿quieres ir con ellos?

Señorito DesconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora