Capitulo 24

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- ¿Por qué preguntas eso? - su rostro que ya comenzaba a verse más pacífico, se tornó en uno completamente duro -Bien hecho Emilia me recriminé a mí misma.

- Y... Yo - tartamudeé nerviosa al sentir su fija mirada - Es que Mariana me dijo algo así. - ya no sabía ni que decirle. Regresó su mirada al frente enfocándose en el camino - Lo siento si te incomodé con esa pregunta. - me disculpe, ya que yo mejor que nadie sabía lo que era hablar de ese tema.

En silencio llegamos hasta el salón de fiesta donde horas antes habíamos dejado a la pequeña. Se estacionó y estaba por bajar pero lo tomé del brazo evitando que bajara.

-¿Puedo ir yo por ella? - le dije en tono de súplica, rodó los ojos y cerró la puerta acomodándose nuevamente en el asiento - ¡Gracias! - le dije con una enorme sonrisa. Bajé rápidamente y caminé hasta la puerta del salón infantil.

El salón de eventos estaba decorado con globos rosas y blancos, además de pequeños adornos de princesas, muy lindo.

Había muchos niños y niñas corriendo de un lado a otro, no lograba encontrar a Mariana.

- Hola. - una señora rubia, ojos verdes me saludó con una gran sonrisa.

- Hola - le respondí el saludo - Vengo por Mariana Meyer, pero no logro verla. - le informé mientras agudizaba mi mirada tratando de encontrarla.

- Ah claro. - pero qué empalagosa sonrisa que tenía esa mujer - Espera que voy a buscarla. - se dio la media vuelta para después dirigirse hacia donde estaban todos los niños.

- ¿Dónde está? - escuché la voz de Claudio detrás de mí, así que de inmediato giré y levanté mi mirada.

- Fueron a buscarla. - sonreí y me acerqué a él.

- ¿Por qué querías venir tú por ella? - preguntó mientras su mirada divagaba por el rosado lugar.

- No lo sé. - me acerqué aún más y lo rodé con mis brazos.

- ¿Qué haces? - preguntó dando un paso hacia atrás.

- Se llaman abrazos Claudio. - dije obvia - No sé si los conoces. - puso los ojos en blanco.

- Si sé que son, pero por qué lo haces - volvió a retroceder tratando de librarse de mi abrazo, pero no lo lograba.

- ¿Y por qué no hacerlo? - mi barbilla estaba recargada en su pecho para poder verlo.

- ¿Claudio? - una voz femenina se escuchó a mis espaldas - ¿Cómo has estado cariño? - ante su cara de nerviosismo, noté que era hora de soltarlo.

-Muy bien, ¿y usted? - contestó con cortesía pero sin perder su forma ruda de ser.

- También muy bien. - la voz de esta mujer tenía alegría, ternura entre otros sentimientos mezclados. Se acercó a Claudio y lo abrazó. Después se acercó a mí y saludó con el típico beso en la mejilla - Marie Hudson - se presentó.

- Emilia Ruiz. - hice lo mismo.

- Qué linda que es tu novia Claudio. - dijo la ahora agradable mujer poniendo su mano en mi hombro.

- Gracias. - dije con una enorme sonrisa, tratando de no reír por el tono rojo carmesí que se había apoderado de las mejillas de Claudio.

- No - tartamudeó - Ella no es... - no pudo terminar la frase cuando el pequeño grito de Mariana lo interrumpió.

- ¡Emilia! - gritó más que feliz, mientras corría hacia mí.

- ¡Hola! - contesté con el mismo tono que ella - ¿Cómo te la pasaste? - le pregunté sonriente mientras la cargaba.

- ¡Genial!

-¿Es Mariana? - preguntó Marie, y Claudio asintió con la cabeza.

- ¡Pero qué grande estás! - dijo acercándose a nosotras - Seguro no me recuerdas - acarició su mejilla - Pero yo te conozco desde que eras una bebé pequeñita. - Mariana solo le sonrió - Yo era...

-... Amiga de mi mami - la interrumpió la pequeña como si nada, solo noté la seria mirada de Claudio - Vamos Emi. ¿Me acompañas por mi trozo de pastel? - ¿Cómo negarle algo a esa dulzura? La bajé y de inmediato tomó mi mano para correr hacia donde estaba el pastel.

- Dame pastel Mariana. - le decía Pablo a su hermana quien gustosa comía la gigante rebanada de pastel que le habían dado.

- Mariana, es demasiado para ti - habló Claudio - Compártele a Pablo. - le ordenó y la pequeña enseguida obedeció.

La luz roja hizo que Claudio se detuviera, me recargué en el asiento y volteé hacia la izquierda para poder verlo, lo miraba fijamente esperando a que volteara. Finalmente lo hizo y le sonreí, nuevamente reprimía sus ganas de reír. Pero qué hombre tan antipático eres Meyer. Seguí mirándolo fijamente y volvió a voltear, esta vez le guiñe un ojo y le mande un beso sin que los pequeños se dieran cuenta.

Y ahora si dejó escapar una pequeña sonrisa, negó con la cabeza y volteó su mirada al frente.

Puse mi mirada al frente al ver una luz blanca que no era precisamente del semáforo, el cual seguía en rojo, esta luz blanca comenzó a hacerse mayor y con más velocidad se acercaba directamente hacia nosotros.

-¿Cla... Claudio? - tartamudeé asustada volteando a verlo, éste con el ceño fruncido trató de mover la palanca de los cambios, pero no entraba. No era solo una luz, era un auto el que venía a toda velocidad en dirección a nosotros.

Me, myself & I (Claumilia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora