Capítulo 2: El Regalo

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—Hola Aura —dijo sin mirarme a los ojos—. Señorita Fortescue.

—Hola Theodore, ¿cómo has estado? —dice mi mamá sin pensarlo.

—Hola Theo... —dije para evitar que entraran en una conversación para la que no creo que el chico esté listo.

Hubo una pausa un tanto incomoda debido a la pregunta de mi madre, puedo ver en sus ojos el debate que hay en su cabeza, sobre si mentirle y decir que está bien o si callar y esperar que no vuelva a preguntarlo.

Al final no dice nada.

—Bueno... —mi madre decide romper el silencio —. ¿Ya están listos?

—Si señorita Fortescue —asegura Theo.

Él le ha dicho a mi madre "señorita Fortescue" desde que accidentalmente escuchamos una plática que tuvo mi madre con Narcissa (la mamá de Draco) y Lesath (la mamá de Theo), en la que ella dijo que no le gustaba que la llamaran Grindelwald porque ese no era su apellido.

—Theodore sabes que puedes llamarme Elinna.

—Lo siento señorita —dijo mirando sus zapatos.

—Ma ¿Theo y yo podríamos ir antes a mi cuarto por algo? —noto que él se sorprende un poco porque rápidamente me voltea a ver con los ojos muy abiertos, el gesto dura un segundo y vuelve a bajar la mirada.

Ella me mira a los ojos preguntando con la mirada si estoy segura de lo que hago, por lo que le respondo con un asentimiento, cuidando que Theo no lo note, y ella procede a responder.

—Claro, pero no tarden mucho, voy a alistar todo.

—¿Vienes? —le pregunto esperando que no se sienta incomodo.

—Si... —responde con voz apenas audible.

—Bien, sígueme.

Caminamos en silencio hasta llegar a mi cuarto y cuando entramos puedo ver una sonrisa triste en sus labios mientras él lo recorre con la mirada.

—Aura ¿por qué venimos aquí? —el tono de su voz es triste.

—La última vez que estuvimos aquí me diste algo y me pediste que no lo abriera hasta que te hubieras ido...

Se sorprende de escucharlo, supongo que él siente que paso mucho tiempo desde esa última vez, incluso pudo haberlo olvidado por completo, que creo es lo más probable por cómo me mira.

—Es el regalo más bonito que me han dado —y es cierto, toda mi vida me han regalado objetos lujosos y muy costosos, pero nada igual a su obsequio.

No responde nada, solo me mira, esperando que diga que es una broma o algo así, lo sé porque puedo ver desconfianza reflejada en su cara, así que decido seguir.

—Se que puedes pensar que no tiene mucho sentido, pero en toda mi vida nadie se había tomado el tiempo de hacer algo así para mí, en cuanto lo abrí no pude dejar de llorar po—

—No era mi intención hacerte llorar —me interrumpe rápidamente con los ojos muy abiertos.

—No, no te disculpes —intento calmarlo—. Lloraba de alegría, bueno quizá también un poco de enojo porque no pude agradecerte.

—¿De verdad? —esta vez mirando directamente a mis ojos.

Siempre he tenido cierta debilidad por sus ojos, no lo recordé hasta que me miro de esa manera, esos ojos azules que ahora guardan tantas cosas, pero esta vez puedo ver algo distinto, no es la tristeza que noté antes, esta vez lo que veo es cierta... esperanza.

—De verdad —le aseguro.

Me dedica una sonrisa de lado y eso hace que sienta algo en el estómago, no sé cómo describirlo, pero fue muy extraño, no lo había sentido antes. Le devuelvo la sonrisa y acto seguido saco un baúl que está debajo de mi cama, en el interior solo hay una caja guardada en perfectas condiciones.

—¿Qué es eso? —pregunta intentando esconder su emoción.

—Esto es para ti... —le entrego la caja.

—¿Qué hay adentro?

—Eso vas a tener que averiguarlo tú.

Comienza a deshacer el moño que le puse para adornar con mucho cuidado y cuando lo abre por completo puedo ver por fin la sonrisa que tanto extrañaba en sus labios.

El regalo consta de unos dulces que solo le gustan al castaño, dejaron de venderlos en todo el Reino Unido, recuerdo que él lloro mucho cuando lo anunciaron en El Profeta; la otra cosa dentro de la caja es el libro de "Quidditch a través de los tiempos", sé que le encanta el quidditch y que siempre quiso el libro.

—¿Te gusta? —pregunto en voz baja, un poco apenada—. Sé que tu regalo fue mucho mejor, pero...

—Es perfecto —me responde—. Pensé que ya no los vendían en Reino Unido, ¿cómo los conseguiste?

—Bueno a mi papá le gusta ir a Durmstrang a visitar a los profesores de vez en cuando y le pedí que los comprara en su último viaje... —le confieso.

—Gracias —hace una pausa cuando ve que aún queda algo en la caja—. No es posible, quería este libro desde hace mucho tiempo ¿cómo lo supiste?

—No sabía si ya lo tenías, pero la última vez que viniste no dejabas de hablar de él.

Me dedica una sonrisa tierna.

Nos quedamos un momento inmóviles, no hacen falta las palabras, en estos pocos segundos logramos conectarnos de una manera única y desde este momento todo cambiará, lo sé porque justo ahora ambos notamos lo importantes que somos el uno para el otro desde hace tiempo, aún sin saberlo.

—Aura, Theodore —interrumpe mi mamá desde las escleras—. Es hora de irnos.

—Supongo que tenemos que bajar —dice él.

—Si, no querrás verla enojada —respondo y él suelta una risa sutil.

—Antes de bajar quería darte otra cosa...—digo sin pensarlo bien y me arrepiento al instante de haberlo hecho, pero ya no hay vuelta atrás—. Claro si eso está bien contigo.

—¿Qué cosa?

—Un... un abrazo —no quiero mirarlo a los ojos, estoy muy apenada.

Sin previo aviso sus brazos me envuelven con calidez y yo no dudo ni un segundo en devolverle el gesto. Con este abrazo le estoy diciendo que aquí voy a estar siempre que me necesite y sé que lo entiende porque cuando nos separamos analiza mi rostro, me dedica una sonrisa y me agradece en un volumen casi inaudible.

Luego de eso bajamos las escaleras y llegamos a un cuarto en el que solo hay una chimenea, una pequeña mesa redonda de madera obscura y dos sofás pequeños color blanco.

—Aquí están —dice mamá—. ¿Por qué tardaron tanto?

Al ver nuestros rostros se cuestiona sobre si hizo lo correcto, nuestras mejillas se tornan de color carmín y decidimos no responder, lo que termina en un silencio bastante incomodo.

—Bueno... ¿están listos?

—Si —respondemos al unísono.

—Bien, tomen un poco de polvos flu y digan "Callejón Diagon" fuerte y claro ¿entendido?

—Si señorita Elinna —responde Theo y mi mamá se sorprende un poco, pero lo disimula bastante bien.

—Aura, tu primero

—Callejón Diagon —digo tal y como mamá dijo que lo hiciéramos.

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AURA [Theodore Nott & Draco Malfoy]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora