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Ya habían pasado unos cuantos días, mejor dicho, semanas para ser exactos, desde que aquel atractivo canadiense llegó a Okinawa junto a su madre de nombre Nanako, luego de la pérdida de un ser muy querido que los destrozó a ambos.  Al menos aquellos días calurosos y ajetreados en esa isla los distraían del dolor, aunque hay que decir, que apesar de que los sentimientos de tristeza no se podrían desvanecer completamente, ya no serían tan frecuentes.

Al menos no para Langa.

Este había encontrado un extraño propósito, algo que hacía todos los días de la semana, aproximadamente a las
4:30 p.m. , era como una parte de su aburrida rutina,  solo que esta pequeña parte no es tan aburrida como las siguientes 23 horas restantes. Además, hasta tenía un recordatorio tanto mental como físico, y eso que el peli-azul es muy despistado, demasiado para su propia seguridad, esa pequeña parte de su rutina era: pedir un delivery de su local de comida rápida favorito,  que tenía de nombre, "Food Circulation" ( nombre un tanto peculiar por cierto), luego, esperar de 10 a 15 minutos, los cuales parecen horas para este, y obtener su pedido, para luego comérselo como si no hubiera probado comida después de mucho tiempo.

Y se preguntarán, ¿Por qué tendría hasta un recordatorio para algo tan estúpido como pedir comida?

Fácil. No solo hacia esto por antojo, también lo hacía por el hecho de querer ver a cierta persona que hacía sus días en Okinawa menos aburridos de lo que ya eran.

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—"Buenas Tardes, Langa!!"—dijo aquel energético pelirrojo con una radiante sonrisa, al peli-azul que hacía su pedido diario.

—"Buenos días, gracias por traerlo."—le respondió el peli-azul al repartidor, devolviéndole la sonrisa, pequeña, pero sincera—"Espero te guste! Y creo que no te lo conté antes, pero los sábados me dejan a cargo de tus pedidos, ya que en esos días viene mucha gente y necesitan de mas encargados en la cocina, por lo que me tomo el tiempo de cocinar tu pedido! Apuesto a que hago un buen trabajo!"—le dijo el japonés en un tono claramente orgulloso, cosa que el canadiense agradeció, porque le pareció muy tierno que hiciera sus pedidos, por eso habían veces en las que la comida sabía diferente los fines de semana, además de que, ese pequeño detalle le dió más razones para amar los sábados.—"Como siempre, siendo un trabajador ejemplar! Jeje"—Volvió a decir el chico, en un tono burlesco, pero para el peli-azul, tierno—"Si..."—Dijo el más alto, casi susurrando, al darse cuenta de lo que dijo, se puso un poco nervioso, pues lo había dicho sin pensar, pero para su suerte, casi ni se escuchó, lo cual fue un alivio para el canadiense, pues no quería humillarse frente al chico que tenía enfrente.

Y por si no se dieron cuenta, Langa Hasegawa, aquel chico que parecía una estatua atractiva con ojos perdidos mientras mira hacia la nada, luego de una desgarradora pérdida que le dejó un vacío, ese mismo, volvió a tener brillo, aunque fuera muy pequeño, esto gracias a los cortos pero agradables encuentros que tiene con aquel lindo repartidor ( a vista de Langa ). Se podría decir que le empezaba a gustar el hecho de que fuera especialmente aquel pelirrojo del que aún no conocía el nombre, el que viniera y....

Espera, acaso aún no sabía el nombre del repartidor?

Ahí fue cuando se dio cuenta de algo, y todo su cerebro hizo un 'click!' De repente, uno tan grande y tan potente que causo un pequeño dolor de cabeza, eso explicaba porque sentía que algo no cuadraba cada que aquel chico venía para hacer su trabajo.