Once: Juntos

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Saga le sorprendió sumergido en un montón de papeles, esparcidos todos sobre la mesa del despacho patriarcal. Pero su mente, estaba ausente. Aún divagaba en la intensa experiencia vivida en el último templo.

Así, distraído como estaba, alzó el rostro para ver al gemelo mayor; las imágenes de éste desnudo no se hicieron esperar y su rostro, se tiñó de rojo. Se apresuró a apartar la mirada y cerrar los ojos. ¿Qué clase de poder tenían esas rosas amarillas, para hacerle vivir experiencias que no eran suyas? Sin embargo, la semilla de la duda, ya estaba sembrada en él.

Suspiró con pesadez y llevó la mano al puente de la nariz.

- ¿Agobiado? - preguntó el griego.

- Preocupado - respondió sincero. - Necesito aire, ¿me acompañas?

El mayor asintió y siguió al tibetano hasta el pequeño balcón. Al pasar junto al sofá, divisó la pequeña manta acomodada discretamente a un costado. Su frente se arrugó.

- ¿Porqué el sofá? Podrías ocupar alguna cama de la enfermería.

Volteó sorprendido. Después, relajó su expresión.

- ¿Tan evidente soy?

- Comprensible, - se encogió de hombros - supongo.

El silencio se acomodó un momento entre ellos, mientras ambos, apoyaban los brazos en la barandilla del balcón y contemplaban las extraordinarias vistas. El viento mecía levemente sus cabellos. Mü tomó aire y lo retuvo un instante, infundiendo valor en su ser. Iba a tocar un tema delicado pero debía hacerlo, por el bien de todos.

- Desconozco que haya pasado entre tú y Afrodita pero creo que deberían arreglarlo... - se balanceo, tratando de ocultar la incomodidad de esas imágenes - o hablarlo, al menos.

- No hay nada que hablar - habló fiero el mayor - Lo que pasó no tiene nada que ver conmigo. Tiene que asumirlo de una vez.

- ¿Asumir qué, Saga? - al contrario que el mayor, su voz fue pura calma.

- Que no le amo. Ni lo hice, ni lo haré.

Asintió el menor pero sin quitar la vista de Saga. Algo en su comportamiento no encajaba con sus palabras. Sí su percepción no fallaba, el griego temía algo. ¿El qué? Eso no le correspondía a él saber.

Volteó a ver el paisaje una vez más, antes de retomar el tema que les concernía.

- He encomendado a Kiki que busque en la biblioteca de Jamir. Quizá ahí, encontremos alguna pista de su último portador.

- Buen punto. - el mayor se destenso en ese instante - Si existe algún registro, es lógico pensar que se guardó allí.

Asintió y comenzaron con una nueva ronda de suposiciones sobre lo acontecido con la mentada armadura.

Cuando se dieron cuenta, la noche cayó sobre ellos. Sin embargo, ésta vez, ambos tomaron el sendero de los templos. Uno para ir a casa, el otro, para compartir pensamientos y alimentos con su amigo.

Durante el descenso, todo pareció sereno; incluso piscis, que lucía como si todo estuviera en orden. La preocupación volvió a él pero era tarde para hacer una visita a dicho guardián.

En cuanto puso en un pie en el sexto templo, se despidió de Saga e ingresó a la pequeña instancia, en donde Shaka aguardaba, paciente, su llegada.

- Pensé que habrían terminado el caso de altar. Es molesto que pases tanto tiempo con él.

Molesto. Negó para sí. Ya sabía que Shaka no era de tratar con el resto pero, a su paso, se iba abriendo a sus camaradas. Sin embargo, Saga... Con él siempre había sido diferente. Incluso cuando niños, se podía apreciar el poco afecto que el hindú sentía por el griego.

Diario de un PatriarcaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora