2. Las chances de un plan

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Al caer la noche, en la casa de los Marcovaldo hubo más silencio del habitual a la hora de la cena. Alberto apenas tocaba su plato de comida y de vez en cuando, Giulia le lanzaba miradas pícaras que terminaban en el de ojos verdes sorbiendo su vaso de agua con apuro y enojo.

Massimo, padre de ambos, estaba callado como era de costumbre. Para él todo parecía normal, aunque cuando veía a los dos adolescentes dándose miradas extrañas y cómplices, no pudo evitar pensar que había algo diferente.

De todos modos prefirió no preguntar. Debía ser algún chiste interno entre ellos, o al menos eso pensó, hasta que notó que el mayor se veía bastante molesto. Por eso, necesitaba corroborar que todo estuviera en orden.

—Ambos saben que si algo sucede me pueden decir, ¿verdad? —Fue lo que dijo el adulto, interrumpiendo la guerra de miradas entre Giulia y Alberto.

—Sí, papá. —Respondieron ambos, al unísono.

—Lo digo muy en serio. Sea lo que sea, ustedes dos pueden decirme y yo lo entenderé. Pueden confiar en mí.

—No te preocupes, papá. Lo sabemos. —Dijo Giulia, terminando de beber su jugo de naranja.

—Todo está bien, no hay problema. Solo ha sido un largo día y nos urge ir a dormir. ¿Verdad, Gi? —Mencionó Alberto, mirando a su hermana de reojo e invitándola a levantarse de la mesa.

—Oh, sí, sí. Bastante largo, ya estoy muerta. Gracias, por la cena, pa.

—Antes de que se levanten. Alberto, ni siquiera comiste. Giulia, tú también. ¿No les gustó la cena?

—Está rico, papá. Si nos gustó. —Intervino Giulia. —Solo estaba pensando en que el otro día vi unos pasteles que se veían ricos en la vitrina del Caffè di Luca. Si comiéramos de ahí, a Alberto le gustaría mucho más.

El moreno escupió su agua dentro del mismo vaso y comenzó a toser de inmediato. Sus mejillas se tornaron rojizas. Tal vez de vergüenza, tal vez de ira. Incluso, tal vez de ambas emociones.

— ¿Lo ves? Se puso todo rojo. —Giulia le molestó, entre risas. Alberto solo la miró como si planeara su asesinato.

—No fue por eso, querida hermana.

—Solo digo la verdad, te enamorarías de esos pasteles. A no ser que ya tengas a un croissant en tu corazón. —Dijo ella, alzando las cejas.

Gracias a todo lo que existe, el moreno pudo mantenerse tranquilo. No podía ser obvio, pero las ganas que tenía de lanzarse sobre la mesa y ponerse a pelear ahí mismo eran enormes. Debía contenerse, después de todo. Por eso, después de resoplar y sacarle sutilmente el dedo del medio a su maravillosa hermana, Alberto se levantó de su asiento.

— ¡De acuerdo, fue suficiente! ¡Muchas gracias, papá! De verdad que la cena estaba buena, pero con Giulia ya tenemos que irnos. —Siguió Alberto, empujando a la pelirroja para que ambos fueran a su habitación, hasta que Massimo carraspeó la garganta.

—Y supongo que los platos se recogen y se lavan solos. —El padre llamó la atención.

—Cierto.

Massimo suspiró, pensando en darle espacio a los dos. Sabía que eventualmente, si algo iba mal, recurrirían a él. O eso esperaba...

 O eso esperaba

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Me gustas, Luca /Luberto FanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora