Prólogo.
En la aldea escondida entre las hojas, Konoha, la vida en el presente era bastante pacífica, incluso podría decirse que monótona. Eso a sus habitantes no les importaba siempre y cuando continuara de esa manera. El único problema que considerarían, a parte de los que ya tenían, era la existencia de una persona en particular.
Naruto, un nombre simple, sencillo y hasta podría decirse que cómico, de no ser porque al escucharlo, cualquiera con pensamientos anticuados mostraría una expresión de desprecio. Cuando los niños le ven por la calle, hacen lo imposible por evitarle, los ancianos le lanzan miradas de disgusto, las Damas y los Caballeros chismorronean unos con otros susurrando improperios.
Naruto, la reencarnación de la mala suerte, si le ves frente a tí, ¡Corre! Ésto es lo que comentan las madres a sus hijos, los maridos a sus esposas, y algunos jóvenes ignorantes que sólo saben repetir las palabras de los adultos. Los pequeños, cuando desobedecen, son amenazados con llamar el nombre malévolo tres veces para que se los trague de un bocado. No hay ni que decir lo rápido que huyen despavoridos cuando le creen ver a la distancia.
Y al susodicho, le importa en lo más mínimo. Puede ignorarlo todo, reírse de lo hilarante de ver a esos niños huir como conejos despavoridos. Tiempo atrás, se habría sentido triste, dolido, resentido, pero ahora no le producía nada negativo, ni siquiera una pizca de rencor.
La última vez que sintió algo parecido a lo anterior dicho, fue después de La Gran Guerra, cuando al regresar cansado y herido, recibió miradas de reproche, de miedo, de desprecio. No, no eran las mismas miradas de siempre, eran mucho más intensas, más arraigadas en la impresión de la gente.Desde ese momento, en que decidió que lo iba a ignorar, perdió lo que más le importaba en su vida; la oportunidad de entrar en las filas Anbu. De ser otra persona, se culparía a sí mismo por ser la personificación de la mala suerte, como le habían denominado los aldeanos desde la muerte de sus padres. Muerte que todavía, veinticinco años después, no había sido aclarada.
Todo indicaba que fue un asesinato premeditado, el o los asesinos no fueron encontrados por ningún lado, sus rastros fueron borrados por el incendio provocado que arrasó con furia. Cuando el humo llamó la atención de la gente que apagó el fuego, sólo encontraron los cuerpos llenos de ampollas en la piel roja sangrante, era una vista horrible, tenebrosa, repugnante.
La tristeza que sintieron al saber que el (en ese entonces) Hokage y su esposa murieron, fue reemplazada por incredulidad al escuchar el llanto infantil en medio del desastre ceniciento. Allí, protegido bajo el cuerpo chamuscado de Kushina, un bebé recién nacido lloraba a todo pulmón.Lo que se les vino a la mente fue, ¿Cómo es posible que sobreviviera?
Sin duda, para ellos, sumando el desastre y la muerte de su Hokage, no era más que producto de la mala suerte causada por éste bebé que sobrevivió robándoles su buena suerte. Sus ideas se enraizaron más después de escuchar al charlatán de la aldea hablar de la premonición que tuvo apenas vio al pequeño:
—Un niño imán de mala suerte, cualquiera que se le acerque nadará en desastre.
Así pues, Naruto fue enviado al orfanato más alejado de la sociedad. Allí vivió hasta sus diez años, antes de ser botado a la calle por su mala suerte, porque ya conociendo su identidad, cualquier cosa que sucediera pasaría a ser culpa suya.Vagó por las calles, mendigando comida, flaco hasta los huesos, nadie se le quería acercar, mucho menos darle limosna. Sobrevivió cazando en el bosque, pescando en el río y durmiendo en los árboles, hasta que al cumplir catorce años, el quinto Hokage (quien asumió el mando después de que su padre muriera) se apiadó de él, le alquiló un pequeño apartamento, le proporcionó un subsidio y le inscribió en la escuela Shinobi. Ésto como disculpa por lo que les sucedió a sus padres, como una redención al sufrimiento al que le fueron indiferentes.
Aunque no le fuese de maravilla, estaba mucho mejor que antes, dejando de lado lo incómodo que se sentía con la miradas extrañas de la gente, de sus compañeros de equipo.
El tiempo pasó, fortaleció sus habilidades en silencio, completó misiones, ascendió paso a paso, sin nadie para felicitarle, sin nadie que le acompañase. Pero tenía una meta, algo que le mantenía vivo, luchó para entrar en las filas Anbu, pensó que lo lograría, hasta que estalló aquella guerra fatal que conmocionó al mundo ninja.
Después de pelear, sangrar y recibir heridas profundas, ganaron la última batalla. Pero Konoha quedó devastada, reconstruir llevaría tiempo, las muertes no se redimirían, el dolor no se borraría. Cuando Naruto caminaba por lo que quedaba de calles, escuchaba sollozos, gritos y maldiciones. Como era de esperar, esas miradas intensas mezcladas con algo más: odio. Le odiaban por haber traído la ruina a la aldea, desearon haberlo eliminado cuando tuvieron oportunidad, ahora no podían hacerlo.
Luego comprendió que el desprecio en conjunto podía hacer cosas grandes, como destrozar la esperanza de alguien, ¿Cuál era suya? Si, pertenecer a Anbu.
Al ser destituido como Shinobi, no le quedó nada. Pero ¡Ey! Él era Naruto, guardó esos sentimientos desoladores en lo más profundo de su mente, convirtiéndolos poco a poco en la determinación para seguir adelante. Tomó el dinero como compensación que le dieron los altos mandos al destituirlo, y abrió una escuela de defensa personal a la cual llamó ‘Mala suerte’.
Por supuesto que no tenía tantos alumnos, pero por lo menos las mínimas ganancias le servían para subsistir. La temporada de turismo era la mejor, pues quienes no le conocían se impresionaban al leer el letrero estrafalario, y la curiosidad les llevaba a tomar un par de clases que sumaban al lucro.
Pronto, lo que le daba sentido a su vida cambió; su querida escuela de defensa personal. Ahora sólo necesitaba dinero para mantenerla, de lo contrario se iría a la quiebra quedándose de nuevo sin una ruta a seguir. Él sabía que su salvación estaba en la cuantiosa herencia que dejaron sus padres al morir. Estaba sellada legalmente, y no se le sería entregada a menos que se descubriera la verdad de su muerte.
Todos los días quemaba neuronas, haciéndose la misma pregunta, ¿Qué hacer para recuperar la herencia? Los medios convencionales no funcionaban, los veinticinco años de no haber resuelto el caso eran la prueba perfecta. Y la oportunidad más factible que se le presentó de repente; le ataba por el resto de su vida, ¿Cómo debería elegir?
—¿Qué dices Naruto, ¿Aceptas el trato?
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Mala Suerte (ItaNaru)
Fanfiction"Naruto, la reencarnación de la mala suerte. Si le ves por la calle, ¡Corre!" ¿Correr? Quizás la mente de Itachi no estaba bien, porque contrario a eso; se le lanzó de lleno a los brazos. Mientras la gente dice que Itachi es un lunático, un deprava...