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Nueve de la mañana se despertaron, si, temprano para algunos, para ellos no. Ambos tenían una vida un poco ajetreada, por lo que el madrugar ya era bastante común.

— Buenos días. — Saludaron ambos y se dieron un beso de buenos días.

— Tenemos que levantarnos. — Dijo Kirishima.

— Quedémonos un momento más — Suplico ella.

— Tenemos que hacer el desayuno y alistarnos. —

— Pero podemos hacerlo más al rato —

— Le prometimos a Kaito que jugaríamos con él —

— Si, eso es verdad — Hablo emocionada levantándose.

Eijiro se levantó y comenzaron a preparar las cosas.

— ¿Estás listo para jugar Kaito? —

Ya ambos estaban vestidos adecuadamente, desayunados y despiertos. Kaito sacó su pelota para jugar con ellos.

— Bien yo seré el arquero — Dijo Kirishima.

— Bien Kaito, sé amable conmigo. — Estrecho la mano con el pequeño.

— Lo mismo digo, señorita. —

5 - 1, [T/N] iba ganando por bastante. Y Kaito ya se empezaba a frustrar un poco.

— Bien, [T/N], hora de cambiar. — Hablo Kirishima.

— Bien. — Dijo ella sin más, colocándose donde estaba Eijiro.

Otro partido, esta vez, Kaito, estaba ganando. 6 - 2.

— ¡Kaito, ya es hora de almorzar! — Lo llamó su abuela.

— ¡Si! — Alegremente se fue a comer.

— Bien, nosotros también nos vamos. — Le dijo Kirishima.

— ¿A dónde vamos? — Pregunto ella.

— ¿Quieres ir a visitar el templo que está por aquí cerca? —

— ¡Claro, vamos! —

Ambos tomaron dos botellas con agua y partieron sin más al templo. Que a decir verdad, estaba en un cerro, con muchas escaleras.

— De tan solo verlo me desanimo. — Confesó ella.

— Vamos, si no puedes más te llevaré en mi espalda. — Le sonrió Kirishima.

— No, yo puedo. — se dio ánimos a su misma. — ¿Cuál es este templo? —

— Si no me equivoco, es el templo del amor. —

— Pero, ¿De qué deidad? —

— Ay, eso no lo sé. — Ambos soltaron una pequeña risa. — Por cierto, fuiste un poco mala con Kaito. —

— No dejaré que un niño me gane. — aseguró. Y volvieron a reír.

— Tú y tu orgullo. —

— ¿Vas a pedir tus deseos? —

— Claro. — Ambos mantenían sus sonrisas.

— ¿Qué vas a pedir? —

— No puedo decirte, es un secreto. —

— Ay... bueno, yo también pediré los míos. —

— ¿Y qué vas a desear? —

— No te lo diré. — En ese momento ella le sacó la lengua.

— Oye, ven acá. — Kirishima la comenzó a perseguir, mientras ella solo podía correr para escapar.

Los dos se olvidaron por completo el cansancio que daba subir todas las escaleras faltantes. Llegaron hasta el final, con sus risas a no poder más y sin pizca de cansancio. Aunque cuando llegaron hasta arriba se dieron cuenta y comenzaron a agitarse.

— No puedo creer que las subí corriendo — Hablaba apenas ella.

— Yo tampoco — Estaba igual. — Ven, vamos a pedir los deseos. —

— ¿No vamos a descansar un momento? —

— No, no hay tiempo — Kirishima miro el reloj colgado en el templo, tomó la mano de ella y la guió hasta dentro del templo.

Ambos dieron un aplauso e hicieron sus deseos.

— ¡Listo! — Dieron una reverencia.

Comenzaron a caminar un poco por aquel templo tan bonito. Compraron algunos dulces para compartir. Juntos pasaron un momento muy agradable, hasta que llegaron a un lugar un poco alejado de las demás personas y ella frenó en seco, colocándose enfrente de él.

— Sabes que no soy buena con las palabras, pero es San Valentín y quiero decirte algo, porque mi amor por ti es más que infinito y creó que en mis ojos lo transmite, pero lo que más espero es que tu corazón lo sienta, sienta todo lo que siento por ti. — Su sonrojo era más que notable y Kirishima no se quedaba atrás.

— Wow, veo que ambos teníamos nuestros diálogo, así que, ahí va el mío. — Se aclaró la garganta. — Sé que no fui tu primer amor, y que ya nunca lo seré, pero por favor, déjame ser el último . — Kirishima se arrodilló en una pierna y sacó una pequeña cajita que contenía un anillo. — Por eso ahora te lo digo: [T/N], ¿me concederías el honor de ser tu esposo? —

Los fuegos artificiales de los colores del amor comenzaron a hacer su aparición en el cielo...

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Mommy? Sorry... || Kirishima EijiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora